viernes, 5 de marzo de 2010

De paso por Colombia




Aterricé en Bogotá un martes a las 4:50 a.m. luego de varias horas de viaje desde Los Ángeles. A esa hora al parecer el único avión que llegaba era el mío entonces la entrada por inmigración fue breve. Cuando esperaba recoger mis maletas se me acercó un hombre con pinta de detective.

-¿Es usted Luis Eduardo Quintero?-

-¡Mierda!, me cogieron-, pensé.

-Sí, soy yo.-

-Bienvenido. Mi nombre es Pepito de los Palotes. Soy amigo de su hermana y me recomendó su llegada.-

El hombre efectivamente había trabajado con ella hace un tiempo, así que hablamos por un rato mientras salían mis maletas.

Salí y me esperaba ella, junto a Juanito, mi ex compañero de aventuras australianas. Nos dirigimos al parqueadero y tomamos el carro rumbo a la casa en cedritos. Allí, luego de algunos saludos protocolarios me dispuse a dormir un rato para descansar del viaje, no sin antes actualizar el status de Facebook: "Buenos días Bogotá"

A pesar de que he hecho tres viajes interoceánicos nunca he sentido el famoso "jetlag" o descuadre de horario. Hay personas que les pega durísimo y pasan una semana adaptándose. Extrañamente a mí no me ha sucedido.

Entraron un par de llamadas de amigos cercanos para saber cómo había llegado. Saludos, picos y abrazos por teléfono iban y venían. Preguntas de todo tipo llegaban y comenzaba a contar en vivo y en directo las primeras versiones de mi vida por Australia. Ya para la versión No 47 de la misma historia decía: - Mejor entren a mi blog-

Ese día cayó festivo así que aproveche la tranquilidad del tráfico para sacar mi carro - me encanta conducir en Bogotá durante los festivos -y llevar algunas de las encomiendas enviadas a sus felices destinatarios. Tres paradas hice ese día entregando paquetes, contando historias y dando los respectivos saludos de algunos de la tropa de mis amigos que se habían quedado en Australia.

Aunque este viaje fue planeado como unas vacaciones, también debí sacar tiempo para el trabajo pues como mi oficina es un portátil y una conexión a internet, al otro día ya estaba de visita con algunos clientes con los que continué trabajado desde Australia.

Mi regreso a una de las oficinas de uno de mis clientes fue algo espectacular, pues mis compañeros de trabajo me recibieron felices y algunos decían que el tiempo se había pasado muy rápido.

-Sentimos como si te hubieras ido de puente-, uno de ellos afirmó. Y era cierto. Entre más pasan los años, el tiempo se te pasa más rápido, entonces la sensación era que el tiempo de ausencia no había sido tan largo.

Algunas preguntas hacían referencia específica de cómo había visto el país, a Bogotá, entre otros puntos. Confieso que un año no es mucho tiempo y hacer un juicio exacto de cómo se ve un país luego de tiempo corto es un proceso complejo. Tengo un amigo que vive en Holanda - saludos, pachito- y no viene a Colombia hace como ocho años. Considero que él sí podría sentarse a contar las diferencias del antes y el después.

Yo podría anotar que volver a la tierrita luego de estar lejos es un sentimiento de nostalgia y felicidad absoluta. Muchos de los inmigrantes que estamos por fuera venimos porque queremos venir, porque queremos empaparnos nuevamente de vallenato, de sombreros "vueltiaos"; abrazar a los amigos, buscar a esa novia que dejaste - así nunca se haya dejado ver -, esconderse de algunas culebras, tomarse un consomé de pollo, con huesito incluido, arepa de choclo; hablar español, tramar que hablas inglés con un par de frases - ¡you know, mate!- y sentir el calor del país que te vio nacer.

Algunas cosas de las que ves por Australia tiendes a hacerlas en tu país. Ser más tolerante, mejorar la cultura ciudadana y creo que un ejemplo perfecto para esto es el tema de la conducción.

Dicen que el que maneja en Bogotá maneja en cualquier parte del mundo; pues tiene algo de cierto, porque mucha gente maneja a las patadas en Bogotá. Impera la ley del más fuerte, el del carro grande, el conductor avión que te cierra. Aquí pareciera que la luz amarilla del semáforo que va luego de la roja significa "pite" y la amarilla luego de la verde significa "Acelere mijo que alcanza a pasar". Con mi círculo cercano iba mostrando como es la cultura de la conducción en Australia. A pesar de la lluvia de comentarios:

-Uyyyyyyy, cómo le digo, australiano-

-Ay no, tan aussie pues-

-Quién lo ve tan culto, se nos "primermundizó"-

¡ay Dios!... y uno se pregunta si así son para manejar, cómo manejarán sus vidas ¿a las patadas también? Yo intenté utilizar algo de lo que se ver por Australia, pero en algunos casos se perdió esa platica. Me tocó ser avión también. O comes o te comen.

Aquí es donde uno dice que nos falta y mucho... aunque sé que ahí vamos, poco a poco.

Esperaba a mi regreso encontrar a mis amigos cercanos tal y como los había dejado. Pero lamentablemente no fue así. Aunque mi vida siguió en Australia, la de ellos también, la de todos. Todos crecimos, ganamos plata, nos quebramos, lloramos, nos echaron del trabajo, pataleamos, y eso con el tiempo nos vuelve diferentes. A pesar de que pasó un año, ya muchos no eran los mismos de antes. Eso, obviamente, tenía sus cosas buenas y las no tan buenas.

Es que recuerdo que cuando llegué a Australia por primera vez los post en Facebook y mensajes por MSN abundaban. "Nos haces faltaaaaaaa" "Vuelve prontooooooooooo" entre miles de opciones. Incluso algunas conversaciones por MSN eran así

Holaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
(Zumbido)
;)

¿Cómo estássssssssssssssssssssss?

¿Cómo llegasteeeeeeeeeeeeeeeeee?
No te has ido y ya nos haces faltaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa

(Zumbido)
(Zumbido)

Te quierooooooooooooooooooooooooooooooo

Vuelve prontooooooooooooooooooooooooo



Luego de un tiempo no muy largo las conversaciones bajaron a este calibre:

Hola... q+?
Alo?
Sutanita aparece como desconectado. Es posible que no reciba tus mensajes.

Por más que uno no quiera las personas cercanas, familiares y amigos, siguen con su vida. Uno añora que luego de un tiempo fuera del país regrese y todo sea lo mismo en ese aspecto, pues no.

No valdría la pena viajar a Colombia sin pegarme un viajecito por ella para relajarme, así que con un combo de amigos tomamos carretera con destino a la costa norte en medio de una noche de finales de diciembre. Siempre me ha gustado manejar de noche, así que el plan parecía perfecto. Luego de un par de horas arribamos a Honda; allí nos detuvimos a tomar Pony Malta, descansar y continuar el camino. Cambiamos de asiento con Humberto y él manejó desde ese punto. Nuestra siguiente escala fue en Puerto Boyacá. Allí pasamos la noche por la módica suma de 100.000 pesos por una habitación para los tres. Al otro día retomé la conducción.

Por un error de cálculo, - entiéndase por bruto- dejé bajar mucho el tanque de gasolina y por poco nos quedamos varados. Casi con "el cuncho" del tanque llegamos a una bomba vieja en medio de la carretera. Y efectivamente, por lo vieja, temí lo peor: No había gasolina.

-Pero se la consigo patrón-, un mecánico que se encontraba cerca apuntó. Se llevó un tarro de plástico, arrancó en su moto y prometió regresar. Efectivamente a los 20 minutos volvía con la gasolina. Me había salvado.

Varios kilómetros adelante encontramos una bomba y ¡oh sorpresa!, no tenía gasolina tampoco.

-Si ustedes tiene una bomba, lo lógico es que tengan gasolina , ¿no?- le pregunté al bombero. El hombre se limitó a levantar los hombros, en señal de "¿y yo qué hago?

Luego de más de 900 kilómetros arribamos a Santa Marta. Ahí pasamos la noche en un hotel para prepararnos para el día de viaje hacia la orilla del mar. Acampamos en una playa llamada Chengue cerca a Santamarta por el parque Tayrona. Para llegar a ella, debíamos hacer un viaje en lancha de aproximadamente de 18 minutos. Allí conocimos a "Pepe y Migue", dos lobos de mar expertos en llevar y traer gente de Chengue. Negociamos varios viajes y partimos hacia la playa. Eso sí, siempre le he tenido mucho respeto al mar, entonces pregunté cómo estaba.

"Tranquilo", respondió pepe. ¿Tranquilo?, las pelotas... había un punto donde estaba picado y ¡virgen santísima¡ esa lancha se balanceaba muchísimo; alcancé ver una olas muy fuertes que la golpearon queriendo voltearla. Aunque no pasó a mayores, la empapada sí fue hermosa.

Allí en Chengue estuvimos varios días. Éramos una tropa de aproximadamente 10 personas, más otros grupos de turistas y los nativos que viven ahí y atienden a los visitantes. Don Isidro fue el encargado de cocinarlos desde pescado con patacón hasta langosta. Este fue un espacio para descansar de todo, pues no había luz eléctrica, señal de celular, Internet, Facebook, Messenger o Telmex. Sólo libros, cámara de fotos, snorkel y unas cervezas.



En este lugar pasamos año nuevo y recordamos algunas historias de siempre. Fue un buen momento. Yo aproveche unos días del viaje a la costa para ir hasta Cartagena. Allí tuve la oportunidad de ir al concierto de Carlos Vives y fue una experiencia muy bacana. Escuchar en vivo a este personaje es emocionante pues tiene una puesta en escena muy buena y sus clásicos, cuando vienes de afuera del país, los escuchas con más ganas.


Las carreteras de la costa están en su gran mayoría en muy buen estado. Se puede viajar tranquilo y sin problema. Lo que sí no me gustó es que para pasar de Santamarta a Cartagena debe uno ingresar a Barranquilla y atravesar la ciudad. No hay una variante, y uno gasta más de una hora entrando y saliendo. Además recuerdo que en un punto no había muy buena señalización y me metí en contravía songo sorongo; pero lo que me encantó fue con la amabilidad con que un señor me hizo caer en cuenta que iba en contravía.

-¡Vas en contravía maricón!-

Así quién no entiende. Aunque hubiera preferido un cambio de luces o algo similar.

De regreso de Chengue vivimos un momento de pánico. Aunque Pepe y Migue iban al mando de la lancha, pasamos por aquel funesto sitio donde el mar se ensanchaba contras las embarcaciones. Obviamente uno ve esas olas grandes golpear la lancha con fuerza y lo único que hay por hacer es morderse el codo y esperar, pues estas paredes de agua amenazaban con voltearnos o mandarnos contra las rocas; no se sabía cuál era la peor de las opciones.

Pepe bajó las revoluciones del motor para esperar a que el agua se calmara. Pero el mar cada vez estaba más picado y embestía con fuerza la embarcación. Creo que si estuviéramos en el Titanic ni lo sentiríamos, pero esa lanchita de madera parecía un palo de paleta en las fauces de un tigre de bengala, listo para despedazarla. La cara de Pepe, aunque sonreía, notaba preocupación y si él estaba preocupado, imagínense nosotros.

Tomé la mano de Marcela, para calmarla - así digas que también estaba muriéndome - , pues ella estaba en shock. Para completar el asunto, pasó un ventarrón que hizo volar por los aires la cachucha de Humberto.

-No importa, sigamos- dijo.

Pero estos lobos de mar, Pepe y Migue, decidieron regresarse por la bendita gorra. Dejaron el motor sin acelerar, dieron vuelta y duramos buscando unos 38 segundos a que la gorrita apareciera. Obviamente como el motor no estaba acelerado, estábamos casi a la deriva. Se imaginarán la escena con las olas golpeando la lancha. Para morirse del susto.

Afortunadamente la gorra se recuperó, Pepe nuevamente aceleró y salimos rápido de ese maremoto en potencia. Minutos después estábamos a la orilla, felices.

Nos despedimos de Pepe y Migue, dejándoles algo de mercado que nos sobró y una botella de ron casi enterita. A ellos les encanta eso y "mamar fría" como popularmente le llaman a tomar cervecita.

Tomamos carretera de regreso, aunque estábamos antojados de ir a Medellín por un par de días, y variar la ruta con el objetivo de pasar por más lugares. A pesar de que andábamos con mapa en mano, no desciframos el camino exacto para llegar a Medellín desde Santamarta por la vía del Madgalena medio. Preguntando a cuanta persona aparecía nadie nos confirmó exactamente cuál era el camino y llegando a Aguachica, César, aún no encontrábamos la ruta que nos llevaría a la ciudad de la eterna primavera.

La noche se asomaba y salíamos de Aguachica para buscar el famoso desvío hacía Medellín, cuando mi carro se recalentó. -WHAT THE $%#$%#$%-. Me parecía extraño pues le había mandado revisar todo antes del viaje. Sin embargo por precaución decidimos regresar a Aguachica y cancelar el viaje a Medellín. Allí en esta ciudad un par de personajes nos guiaron hasta un taller, nos consiguieron hotel, mejor dicho, faltó que nos hubieran invitado a bañarnos en el río. Ya en el taller llamaron al mecánico - de nuestro celular porque extrañamente aquí casi nadie tiene minutos- y el hombre apareció al instante.

El diagnostico: "pues resulta que a la ventaviola del miple le entró mugre y eso hace que el filtro de la chumacera no conecte con el chirrinoiter"

No me sonaba mucho ese diagnóstico extraño y por seguridad decidí esperar a Bogotá y llevar el auto a un taller de confianza. El resultado fue un daño en la bomba del agua que siempre me costó un dinerito. Pero las vacaciones valieron la pena. Realmente viajar por Colombia es una de las mejores cosas que se puede hacer cuando estás allí. Paisajes extraordinarios, gente amable, comida deliciosa, buenos hostales, zonas de camping, comer bon ice, carne oreada, rosquillas, empanadas, la infaltable pony malta; así mismo disfrutar que estás en tu país, con tu gente, tu familia, tus amigos y hasta tu perro.

Sí, sí, ya sé. Obviamente hay cosas malas, que no faltan. Pero prefiero contar las cosas viendo todo desde el lado medio lleno de la botella.

Sin meterme en política, porque como política de este blog no hablo de política, y, desde mi punto de vista personal, veo que Colombia es un gran país. Que lamentablemente tiene sus problemas, y ahora padece una catarsis muy grande pues se han destapado escándalos de todo tipo. Considero que la tierrita aún está en construcción, que nos falta mucho, que necesitamos mucho, pero más que quejarme de esto y de lo otro, busco la forma de ver cómo aporto mi granito para sacar esta tierra adelante. No en vano a Colombia le debo mucho de lo que soy. En esa tierra crecí, y espero un día, no muy lejano, incluso más cercano que lejano, regresar y devolver en algo todo lo que ella me brindó.

Luego de 2.614 km recorridos, más de 15 ciudades y pueblitos visitados, dos recalentadas del carro, un mar de leva que casi nos voltea la lancha, la pérdida de la pantaloneta de Humberto, el daño del snorkel, y las compras de rosquillas y regalitos, estábamos en Bogotá nuevamente.

Luego de varios días la hora de regresar llegó y el guayabo emocional fue bastante fuerte. Aún no me repongo. Dejar todo y retomar tu camino es duro y peludo. En el aeropuerto, luego del desayunito de despedida con huevos pericos, arepa de choclo y chocolate, me dirigí a la entrada de inmigración.

Uno de los cuadros más complicados que veo en los aeropuertos es esta puerta. Por última vez ves a tu familia y amigos. Allí sólo unos entran a inmigración, dejando atrás esposas, esposos, novias, novios, hijos, hermanos, amigos, padres, tíos, abuelos. Hay abrazos largos, hay besos fuertes, hay lágrimas. Hay manos que no quieren soltarse, hay dolor, hay alegría, hay palabras dulces, hay ilusión, hay amor.

En el 98.45% de los casos todos antes de ingresar volteamos a mirar a nuestros seres queridos. Allí, ya no hay palabras. Sólo miradas lejanas que, creo, tienen un solo mensaje: Regresaré.



¡A la conquista!



luiseduardo@lavidaenaustralia.com
http://www.facebook.com/luiseduardoquintero

4 comentarios:

  1. Eso de irse no es facil...pero hagale... que ya tiene buen camino recorrido y como dicen las abuelitas, pa atras ni pa coger impulso... como se ve que nunca les toco coger IMPULSO

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  2. Excelente nota Luis Eduardo, las despedidas siempre fueron, son y seran berracas, pero bueno al menos estuviste en la tierrita comiendo bon ice y tomando Pony Malta, la pregunta es: que sigue ahora?: Seguir estudiando dificil (Inglés) o buscar chamba en Australia, o la C: una combinacion de las dos anteriores? Esperamos la continuacion de esta entrada con los hechos que te sucedieron en el avion de Bogota a Sydney...

    ADRIAN.

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  3. Luis ya hace falta leer tus historias escribe mas seguido yo tambien estoy en australia... y me inspira leer lo que escribes...

    Nancy

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  4. hola Luis gracias por contarnos tus experiencias porque asi como tu expresas tus sentimientos, sabemos que se sienten nuestros familiares que estan fuera y no lo expresan... chao... Dios te bendiga...

    Luz Stella

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