domingo, 28 de diciembre de 2008

La vida en Australia - A las puertas de una deportación inminente


La historia que narro a continuación es como para no creer, pero efectivamente pasó . No contentos con tratar de superar el impase del robo de las bicicletas, salimos el sábado en la noche para tratar de olvidar aquel funesto episodio. Estuvimos en un bar cerca al Opera House tomando cervecita, pues aquí los demás licores son bastante costosos y una borrachera vale sus buenos dólares.

En plena fiesta, de múltiples nacionalidades, conocimos a un grupo de asiáticas, quienes también estaban en el plan de ir a tomar y departir un rato entre ellas. Como decimos en nuestro país: Ellas solas, nosotros solos, pues…

Con Juanito decidimos entablar una conversación con ellas. Nos hicimos pasar por recién llegados a la ciudad y que estábamos conociendo los monumentos más representativos de la gran ciudad de Sydney. Ellas, muy amables, nos contaron que llevaban ya su tiempo por estas tierras, y se ofrecieron a mostrarnos la ciudad. Continuamos departiendo con ellas por espacio de unas dos horas, en las cuales intercambiamos historias chinas y colombianas.
Ellas estaban emocionadas con la forma en que nosotros les hablábamos, pues en ocasiones nos salían algunas frases en español, y el acento parecía gustarles. Luego nos dijeron que los latinos teníamos fama de buenos bailarines y para comprobarlo les dijimos que si querían ir a la Cita – un bar latino aquí en Sydney-; ellas accedieron y tomamos un taxi para ir al destino mencionado. El reloj apuntaba sus palitos a las 2:30 a.m.

En este lugar estuvimos cerca de dos horas. Efectivamente es un lugar para sentirse en casa, pues la música proviene de cantantes y grupos famosos de Colombia, en algunos casos Carlos Vives, Fonseca, algunos de salsa, otros tropipoperos y demás. Allí, nos divertimos bastante enseñando a estas chinas a bailar pues no son muy hábiles con el paso apretujado de una salsita suave, o el pasito izquierda derecha de un vallenato, y ni hablar de una canción estilo “Me vale” de Maná, la cual se baila en grupo. Sin embargo, ellas emocionadas, y con cámara en mano, guardaban registros de todo lo que pasaba en sus entornos. Les ensenamos algunos pasos, a bailar ‘apretadido’; a decir al oído: Estudias o trabajas? y otras cosillas típicas de las rumbas colombianas.


Pues hasta ahí fue lo bueno de la noche…


En la televisión australiana muestran unos comerciales bajo el lema “Dont turn a night out into a nightmare”, que significa algo como “No conviertas una noche de rumba en una pesadilla”. Es una campaña de prevención para que las personas que salen en la noche y toman trago, lo hagan con mesura y responsabilidad, pero parece que en algunos casos no ocurre así.

Ya tocando las 5 a.m. y de regreso a la casa, abordamos un tren que nos llevara a la ciudad. El tren estaba muy solitario pues son pocos los que a esa hora lo abordan, la gran mayoría quienes salen de las rumbas y uno que otro borrachito que se quedó dormido.

Nosotros íbamos en uno de los vagones de la parte de atrás. Apenas íbamos Juanito, tres de las amigas de China y yo. Todo transcurría normal; ellas sentadas en frente de nosotros. De pronto, en la estación siguiente se subieron un grupo de personas, cuyas edades oscilaban entre 15 y 19 años. La gran mayoría bastante borrachos, y uno que otro bajo los efectos de alucinógenos.

Ellos se ubicaron en la parte delantera del vagón y hacían un escándalo que retumbaba por todo el tren. Nosotros algo atemorizados, aunque relajados y tratando de ignorar el asunto, dejamos que siguieran su show. Pasados unos minutos uno de aquellos borrachitos se acercó a donde estaban nuestras amigas, se sentó al lado y comenzó a hablarles. Nosotros estábamos muy atentos a alguna reacción inesperada pues estos personajillos son bastante desagradables cuando toman y le buscan problema al que sea. Al comienzo, la conversación con una de las niñas se concentraba en saber de dónde era y cómo se llamaba, etc.
Sin embargo, la situación comenzó a ponerse tensa. El personaje comenzó a hablar mal de los chinos – en lo poco que se le entendía, pues con ese acento y además borracho- que habían invadido su país y que ellos no lo iban a permitir. De la voz fuerte pasó a los gritos y estas pobres mujeres comenzaron a sentirse atemorizadas. Nosotros, en medio de una incertidumbre porque como extranjeros no sabíamos qué reacción tendrían si interveníamos. Sin embargo, pudo más nuestro instinto de protección y reaccionamos. Me acerqué al hombre y le dije que ellas venían con nosotros, que por favor se apartara y no las molestara.

El hombre, pareció calmarse y se retiró a donde estaban sus amigos. Pensábamos que la situación se había calmado, y les dijimos a nuestras amigas que se sentaran al lado de nosotros, para que las vieran acompañadas y no volvieran a acercarse a molestarlas.

Pero, para desgracia nuestra no ocurrió eso. Esta vez se acercaron otros tres, incluido el primer borracho, y nos dijeron que el problema de ellos no era con nosotros, si no con las chinas; que no fuéramos metidos. Uno de ellos empujó a una de las mujeres y le volvió a gritar que se fueran del país de ellos, que no las querían aquí.

Nosotros le insistimos al hombre, de buena manera pues no queríamos ganarnos un problema peor, que respetara las diferencias, que nosotros no los estábamos molestando. Ya la situación estaba tensa y ansiábamos llegar pronto a la estación para buscar ayuda del equipo de seguridad del tren, pues nos habían advertido que era mejor no buscarles problema, pues los extranjeros siempre llevaríamos las de perder.

Los minutos pasaban y nosotros buscábamos la forma de evitar un conflicto mayor, siempre evitando una agresión física ante las mujeres o nosotros. Pero estos personajillos, al ver que no les respondíamos comenzaron a insultarnos a nosotros; que nos largáramos con ellas que Australia era solo para los australianos y estaban mamados de la invasión asiática.

De los insultos pasaron a los empujones hacia nosotros y ahí si fue troya. Juanito que estaba prendido empujó a uno de ellos y como estaba bien borracho fue a dar al piso entre los asientos del tren. Cuando ocurrió esto, los demás amigos, incluidas las mujeres, se abalanzaron sobre nosotros. Y claro, estábamos en tremenda desventaja de 13 contra 2.

Así que, aunque no somos personas violentas, aquí ya se trataba de supervivencia, pues este grupo con la mayoría de sus integrantes bien borrachos, solo buscaba golpear y golpear, sin medir las consecuencias.

En medio de la pelea, le dije a Juanito que por lo menos le diéramos duro a uno para ver si los demás se calmaban, y le apuntamos al líder del grupo. El que había comenzando todo el problema. Entonces el cuadro pintaba así: nosotros pegándole solo a uno, y buscando defendernos de los demás 12. La pelea duró aproximadamente dos minutos, pero fueron los minutos más largos que hayamos vivido durante nuestra existencia; pues los daños físicos y materiales fueron bastantes.

Una de las niñas que defendimos presionó el botón de ayuda del tren y se comunicó con el maquinista para avisar lo que estaba pasando. El inmediatamente hizo sonar la alarma y sentimos como aceleró el tren para llegar la estación más cercana. Por el megáfono anunció que había una situación de orden público en uno de los vagones y que la policía estaba advertida. Ni con ese anuncio la pelea se detuvo. Unos minutos después, el tren arribo a la Central Station, y, gracias a Dios estaba allí la policía.

Aquí afortunadamente la reacción de la policía en estos casos es casi que inmediata. De la nada aparecieron más de 50 agentes, tanto de la policía estatal, algunos de la federal y varios agentes del departamento de inmigración.

Sin embargo, como nos encontraron en tremendo tropel, nos redujeron a todos; es decir, por cada uno de nosotros había tres agentes, quienes se encargaron de tirarnos al piso, y esposarnos. En lo que les entendí, nos arrestaban por causar disturbios y daños a propiedades del estado; en este caso se referían a los vagones. Nosotros les explicamos que no teníamos nada que ver con el asunto, que nos habían provocado y que teníamos testigos.

Había varias personas en otros dos vagones que vieron todo. La policía los interrogó, buscando algunas evidencias, relatos y pistas de lo que había sucedido, pero solo dos de ellos, un italiano y un argentino, accedieron a declarar a favor de nosotros. Luego de media hora de recoger testimonios, tomar fotos y otras pruebas, nos metieron en varias patrullas rumbo a la estación de policía de Darlinghurst.

En una de las patrullas estábamos Juanito y yo, pues con base en los testimonios, los policías ya nos habían identificado como uno de los grupos de pelea. En al camino a la estación hablamos con una de las agentes y le contamos la versión.

Ella parecía que nos creía, pero no estaba autorizada para hacer algo a favor de nosotros. Simplemente nos dijo que el caso iba para un inspector de policía, quien evaluaría el informe con base en todos los relatos y pruebas obtenidas. El decidiría si nos dejaba libre o nos retenía por agresión a ciudadanos australianos, aunque siempre insistimos en nuestra inocencia, sumando el hecho de estar sobrios frente a las otras personas.

Los agentes nos dijeron que en caso de que el inspector decidiera que el caso iba a la corte debíamos conseguir un abogado, pues nos serían imputados cargos de disturbios y daño en propiedad del estado, cuyas penas son bastante altas en dinero y en el peor de los casos podría significar la expulsión del país. Pues aquí la vaina se puso más tensa pues nos parecía injusto que por defender a unas personas que eran atacadas, nos fueran a cancelar la visa y a deportar a Colombia.

Los agentes solo atinaron a respondernos que la última palabra la tenía el inspector o el juez de la corte; que lo mejor era que llamáramos al consulado para buscar asesoría o conseguir un abogado que nos representara.

En la estación de policía nos tomaron testimonio a cada uno de los implicados en el incidente. Éramos aproximadamente unas 20 personas, entre los de la pelea, testigos, policías y autoridades del tren. Mientras esto pasaba, nos quitaron las esposas y nos encerraron en una celda mientras el inspector definía nuestra situación.

Fuimos los últimos en pasar, luego de casi seis horas de haber llegado a la estación. Allí explicamos paso por paso, y muy detalladamente que habíamos aquella noche. Como no estábamos tomados, hablamos conscientemente de todo lo que pasó, y narramos en detalle la situación, el inspector decidió dejarnos libres, bajo el compromiso de presentarnos en la estación de policía el próximo lunes, pues al parecer, con quienes tuvimos la pelea nos iban a demandar por haberlos golpeado, y el caso se iría a la corte.

Nosotros le insistimos al inspector que no iniciamos la pelea, pero que estaríamos a disposición de las autoridades para colaborar en lo que necesitaran y que nos presentaríamos el día que nos dijo. Nos tomaron nuestros datos personales, de residencia y demás, y nos permitieron hacer unas llamadas. Yo afortunadamente tenía el teléfono de una señora que trabaja en el consulado de Colombia en Sydney, a quien conocí en la marcha contra el secuestro que hicimos aquí en noviembre pasado.

En realidad no tenía a quién llamar aquí y opté por ella. Le conté toda la historia y ella me tranquilizó al decirme que el consulado nos conseguiría un abogado para asesorarnos y sacarnos del problema, aunque para ser sinceros el fantasma de la deportación comenzaba a asustarme, pues estamos en un país donde protegen mucho a sus ciudadanos y una pelea con uno de ellos, es una pelea perdida en los tribunales. La señora del consulado me dijo que me marcaba al celular apenas tuviera alguna razón del abogado. Colgué y me mantuve en la estación mientras me llamaba.

Efectivamente, varios minutos después mi celular comenzó a sonar. Aunque extrañamente no era el sonido del ringtone de una llamada entrante, sino la alarma de mi celular que se había activado.










Ahí fue cuando me desperté: FELIZ DIA DE LOS INOCENTES.









Pdta: para quienes no conocen la tradición de las INOCENTADAS en Colombia, pues toda esta historia es inventada. Solo quise ver quién caía. No me odien.
Por cierto, Aquí en Australia nos tratan muy bien

viernes, 19 de diciembre de 2008

¿Y dónde putas está mi cicla?


Ante todo me disculpo por esa palabra extraña y fuerte en el título de esta crónica; debí de haber puesto ‘bicicleta’ para que se entendiera mejor, pero comúnmente la conocemos como dice en el título.

Tengo un leve empute, sumado a una rabia canina con virus baboso y algo de decepción. ¿La razón? Pues luego de estar casi tres meses por estas tierras australianas, donde tratamos de alejar un poco el fantasma de la inseguridad que lamentablemente nos aqueja, aquí nos ha tocado vivirla.

El viernes pasado por una situación externa climática – estaba cayendo un aguacero tremendo- opté por dejar mi cicla al frente de la escuela, con el casco y su respectivo candado, atada a una señal de tránsito. En Sydney, y supongo que en toda Australia, es común que los ciclistas dejen sus bicicletas en postes, señales de tránsito o parqueaderos especiales para éstas; tan solo las aseguran con un candado y listo. Sin embargo, cuál sería mi sorpresa cuando al otro día fui a recogerla y ¡chispas! ¡zambomba! ¡recórcholis! , no estaba!

Entonces me hice esta pregunta ¿y dónde putas está mi cicla?. Pues sí, me la robaron. Aunque por un momento me ilusioné y pensé – bueno estamos en Australia, seguramente la policía la tomó por haberla dejado parqueada toda la noche, etc... etc... Aunque no era la primera vez que dejaba la bicicleta toda la noche. Definitivamente buscando excusas estúpidas pues aún me resignaba a creer que en una calle tan transitada de Australia como lo es Oxford Street, mi bicicleta había desaparecido.

A la fuerza tocó hacer de tripas corazón y asumir la pérdida del caballito de acero. Hacerle un pequeño homenaje a aquella amiga con la que compartí días de trabajo, lluvias torrenciales, vientos que tumbaban y una que otra disputa con más ciclistas.

En fin, la bicicleta había desaparecido. Como estamos en un país extraño y empujado por la malicia indígena de la cual aún no me desprendo, decidí ir a la estación de policía pues me inquietaba pensar qué podría hacer un malandro con esa bicicleta; según pude averiguar en ocasiones algunos personajes llamados localmente “junkies” o “jóvenes basura”, llamados así pues van por la vida sin saber para dónde coger, todo les vale mierda y le buscan problema a medio mundo, salen en las noches y si ven una bicicleta dando papaya se la roban, la cogen a patadas o la desvalijan; y así hacen en varios sitios, como en los trenes, los buses y otros sitios donde uno encuentra sus huellas: grafitis, basura o monumentos dañados por estos personajillos del bajo mundo.

Otra hipótesis de personas que ya llevan su tiempo viviendo aquí es que algunos drogadictos roban las bicicletas para regalarlas por algunos dólares o lo que les den, y así poder alimentar su vicio. En definitiva, el “primer mundo” me daba la bienvenida, como decía mi amiga, la ballesticas.

En la estación de policía me hicieron un interrogatorio como si me hubieran robado un Ferrari, e intuí que de pronto al hacer tantas preguntas era porque allí la tenían y buscaban verificar que era el dueño. Presenté recibo de compra, cédula, fotos, pasaporte, mejor dicho, sólo faltaba el dato del kilometraje o cuándo le había hecho el último cambio de aceite. Al final del interrogatorio me dijeron “Haremos el informe y lo llamaremos para darle el número del mismo”. ¡Plop!

Aún no lo creía, pero había pasado. Algunos amigos y gente cercana no lo creían, pero definitivamente había sido una piedra negra en el camino. Y lamentablemente había vuelto en mí el síndrome de no dejar nada “por ahí”. Estaba comenzando a confiar, incluso algunas veces había dejado mi computador portátil en la biblioteca de la escuela y no había pasado nada. Comenzaba a creer, y zas!!

Narré la historia varias veces a personas cercanas, y bueno había aprendido la lección. Incluso alcancé a sentir algo de culpa por haberla dejado toda la noche allá.
Listo, asumimos la pérdida. Por el momento comencé el proceso de buscar otra bicicleta para reponer la robada. Aquí es muy beneficioso tener una pues se ahorran varios dólares en transporte y cumple uno con su cuota de ejercicio.

Luego de varios días y creyendo haber superado el incidente, cierta mañana nos levantamos para ir a la escuela. Juanito salió media hora más temprano, pues yo tenía el último día de clase y la escuela había preparado un barbecue en la playa. Juanito se despidió como de costumbre. Yo ya estaba frente al computador organizando unos trabajos para Colombia, cuando de pronto sentí que Juanito había regresado.

Inocentemente pensé que había olvidado algo, cuando abrió la puerta y simplemente pronunció “Luchito, me robaron la cicla”. ¿Qué? No sea tan hijue!! ¿Otra vez?. Nos mordió el marrano y por partida doble. Pues sí, bajé a mirar y efectivamente habíamos sido víctimas por segunda vez de estos hamponcitos que no lo pueden ver a uno juicioso trabajando para buscar la papita diaria.

En esta ocasión, la ratita no pudo desarmar el candado, pues tenía signos de ser forzado, entonces no tuvo problema en desarmar la rueda trasera y dejarla ahí para llevarse el resto de la bicicleta.

Obviamente siendo realista uno es consciente de que fue un hecho aislado, que este es un país seguro en muchos aspectos, pero da mucha rabia que haya pasado dos veces, y más cuando necesitamos las bicicletas. He aprendido a no pensar tanto en el dinero y ser más desprendido, pero la pérdida fueron casi 500 AUD.

En fin, ya conseguiremos otras, o como dijo un gran amigo que conocimos aquí.
Todo en la vida pasa por algo, a lo mejor no nos convenía tener más esas bicicletas. ¿Será cierto? , ¿Será que ya es hora de comprar carro?.

Seguiremos rodando por este país…


Cambiando de tema, por estas épocas navideñas, las cuales aquí no es que se vivan en grandes derroches de luces y novenas, por lo menos en la ciudad.

Me han dicho que en los suburbios se prende más la fiesta. Aprovecho la ocasión para agradecer a todas las personas que en algún momento se cruzaron por mi camino y me apoyaron para poder estar aquí.

A todos mis amigos les doy las gracias y les deseo lo mejor; a mis enemigos también, que sigan haciéndome la vida difícil para buscar nuevas formas de enfrentarla, pues como decía mi gran querido profesor Fernando Cvitanic, en alguna clase sobre liderazgo, que aquel que le cae bien a todo el mundo, está condenado al fracaso.

Este año ya pasa y hay cosas que debemos dejar atrás, no seguir en algunos círculos cansones y dañinos, esperando cosas que nunca van a llegar, o buscar estar vinculado a personas que no quieren estar vinculados con nosotros. Hay que cerrar círculos, dejar ir, respirar, y dejar pasar.

No olvidemos también romper las reglas de vez en cuando. Qué aburrida la vida cuando todo se programa, cuando se hace lo mismo de 8 a 5, o cuando siempre se pide el mismo combo en McDonalds. ¿Siempre me pregunté por qué todos los días se va de corbata al trabajo? ¿Qué se nos pide, corbatas multicolores o ideas multifuncionales? . Luis Obregón, no me regañe muchacho.

Todo lo que uno quiere hacer en la vida, lo puede hacer. No hay barreras físicas, sólo mentales. El poder de la mente es impresionante.

Nunca digan NO PUEDO, ES IMPOSIBLE, NO CREO QUE LO LOGRE, pues el cerebro se cree eso y de ahí no los saca nadie. A pesar de las posibles dificultades que nos presenta la vida, hay que ser positivo; así un día se levanten y les hayan robado las bicicletas.

Pensar siempre en grande, y no ser amarrado con el dinero. En la medida en que hagamos circular el dinero, así mismo éste regresa.

Si uno busca siempre lo más barato, el 2 por 1, ir a comprar al totazo o al hiperzapatazo, así vivirá toda la vida pues el dinero sólo le fluirá para eso. Si quieren comprar algo que vale más de lo que ganan, nunca digan: NO ME ALCANZA. Simplemente pregúntense qué deben hacer para conseguirlo; el cerebro comenzará a producir ideas.

Póngase metas para el otro año, pueden ser poquitas, unas 32 para comenzar. Escríbanlas donde siempre las vean y se las estén recordando. Comenzando desde las pequeñas, las que se pueden lograr en unos días, o en unas horas. Pedir siempre el favor, y dar las gracias. Sonreír.

Hacer algo por los demás – ojo, que no sea mantener- No me odien, pero cuando se ayuda a alguien siempre, eso genera dependencia. Siempre buscarán ayuda en ustedes, y eso ata a las personas, mata cerebros y cuando usted diga NO, se gana enemigos.

Aprender algo todos los días. Yo ya sé decir hola y adiós en chino. Se lee “nijao” y “saiyien”

Bueno, perdón el desorden de ideas, pero quería expresarme…

Feliz navidad y feliz año para todos.

martes, 18 de noviembre de 2008

Yo también hablo inglés… pero despacio


El título de esta entrada lo hago en memoria de la señorita Guainía del año 1999 quien para ese momento nos deleitó con su perfecto inglés. http://www.youtube.com/watch?v=n2pbLmeQvfA

Por esta razón considero que uno se de cuenta realmente de cómo es su nivel de inglés cuando se enfrenta a una persona nativa del idioma, tanto australiana, inglesa o estadounidense. Aún recuerdo mis monitorías de nuevos medios en las cuales trataba de soltar la lengua, pero más de uno pensaría que mi nivel era terrible;  y por supuesto uno pensando que si decía “hi every body, welcome to the new media class” ya dominaba esta lengua anglosajona.

Por esta razón – aparte de otras igual de importantes- decidí venir a estudiar inglés aquí. El primer día como siempre los nuevones nos miramos unos a otros tratando de adivinar nacionalidades, culturas y buscando gente de las mismas regiones; obviamente es más sencillo distinguir algunos ciudadanos como los indios o un grupo de asiáticos; pero siempre que los veo me pregunto y este, ¿de dónde será? ¿Asiático; pero chino, nepalés o coreano?. Así pasa con todos.  Nos sentamos en las sillas de la recepción de la escuela esperando por quien nos reciba o nos indique qué hacer; y claramente todos callados, pues aunque hay una recepcionista, nadie le pregunta nada pues obviamente hay que preguntar en inglés y a uno lo invade la duda ¿será que me entenderá?; ¿y si me responde algo y no entiendo? O de pronto me dirá que soy un tonto y yo ¡Yes, yes!; en fin, mejor calladito y a esperar.

Pocos minutos después aparece Andy, quien es uno de los organizadores en la escuela y tiene un cargo con los estudiantes. Nos saluda con un inglés bastante americano pues el australiano raso es más enredado aún; nos lleva a un saloncito y comienza el día de inducción. El grupo es un salpicón de nacionalidades pues hay coreanos, chinos, italianos, alemanes, colombianos, brasileros, entre otros. Andy hace un par de chistes en inglés que muchos no entendemos, pero como para no quedar mal nos reímos para hacer ver que entendemos. ¡Uff! Qué oso que sepan que no sé inglés aquí. ¡Oh my god!

En la conferencia de inducción Andy nos dice que aquí aprenderemos más el inglés australiano, pues los países que tienen este idioma se burlan entre ellos mismos; Andy , como australiano, dice que ellos son los más neutros pues los británicos son muy “de clase” y los estadounidenses son más gomelos en el hablar; y claro nos la montó de gomelos pues muchos venimos formados con el inglés americano de tanto llorar con Leonardo Dicaprio en Titanic; tararear las canciones de Britney Spears e incluso saber de memoria la frase “I`ll be back” del famoso Arnold.

Luego nos hace un tour por las instalaciones de la escuela, y todos con carpetica en mano atentos a las explicaciones. Por cada estación que pasa hace una breve introducción con la que cada uno de nosotros ni se inmuta, pues el hombre habla, y habla, y habla… Pasados unos 15 minutos regresamos al salón, nos entrega los horarios y hasta luego; Nos vemos mañana.

Al otro día, reviso mi horario de clase publicado en una cartelera. Allí hay bastantes horarios y encontrar mi nombre fue difícil, pues hay gran variedad de nombres y apellidos, muchos de ellos imposibles de pronunciar con fluidez.  Me han asignado el salón 13 con la profesora de nombre Linda.  Ojalá me hubiera tocado una profesora acorde con su nombre, pero cuando llego al salón noto que es una viejita de unos 60 años, muy buena gente eso sí, y con una decencia al estilo británico. Ella me asigna un puesto, me entrega un libro, y de todo lo que me habla entiendo un 38.69%; sin embargo, sonrió diplomáticamente y me ubico en mi silla. Luego frente al curso hace las preguntas de rigor

-Luis, where are you from? - ,
- Colombia-
ohhhh There are too many Colombian people here.
¿Really,  where are they?

A mi llegada la escuela había visto uno o dos, pero al parecer somos bastantes; aunque hasta el momento no me ha parecido así; he visto más chinos, pues estos ciudadanos abundan; no en vano de cada cinco personas en el mundo, uno es chino.

Es más, un día en una clase, una coreana hizo un chiste en frente de algunos chinos, que hasta me dio pena ajena. Ella dijo que si a todos los chinos le diera por orinar al mismo tiempo, Corea sufriría unas inundaciones terribles y se ahogarían en ese tsunami ultra salino todos ellos. A los chinos como que no les gustó mucho el chiste, yo sí me reí mentalmente.  Entender el humor de cada país es muy complicado. ¡Cómo extraño el cuenta huesos, hagan todos asíiiiiiiiiiiiii”.

Hablando de esto, recuerdo una clase de conversación en la que debíamos escribir unas preguntas para hacerlas entre mis compañeros. El profesor nos sugirió hacer preguntas difíciles para obligarnos a reforzar el vocabulario y la gramática a la hora de preguntar. El hombre nos dio carta blanca para hacer las preguntas que quisiéramos. Yo dije, bueno vamos a mamar gallo un rato. 

Quería escribir la pregunta de ¿Por qué las gallinas no tienen tetas?; y claro no tenía ni idea de cómo se decía gallina en inglés. Sabía decir “Chicken” pero ni idea de gallina, entonces le pregunté al profesor. Él me dijo, “hen”, y listo, la pregunta había sido formulada: Why hens don’t have boobs?. Unos segundos antes de comenzar la prueba me entró cierta tensión por el chiste que iba a hacer, especialmente porque había personas de diferentes culturas y tal vez heriría susceptibilidades. Decidí cambiar la pregunta por una más suave: ¿Por qué los animales comen con la cola? Why animals eat with the tail? Comenzó la ronda de preguntas, y la gran mayoría eran preguntas comunes. ¿Cuál es tu lugar favorito? ¿Cuál es tu libro, película o actor favorito?.  Las personas respondían de acuerdo con sus gustos. Hasta ahí… normal. Luego llegó mi turno.  Ok, so….  Why  animals eat with the tail? Silencio absoluto en el salón; unos porque se les hacía extraña la pregunta  y otros porque tal vez no la entendieron.  Incluso el profesor no entendía la pregunta a pesar de haber practicado la correcta pronunciación y coherencia, para que todos la entendieran; y ni así. Una vez más: Why animals eat with the tail? ¿Nadie sabe? Todos callados. Pues aquí va la explicación:  Animals eat with the tail because they don’t take off it to eat. – Los animales comen con la cola porque ni modo que se la quiten para comer. Cuando respondí la pregunta el único que se río del chiste fui yo. De resto, todos mudos, atónitos. Tuve que hacer una mímica del chiste y ni así; el único que lo entendió después de varias explicaciones fue el profesor. Al final desistí y les dije; ok, no worries, forget it.

Definitivamente un chiste colombiano, no rima ni con los chinos, indios o australianos.

Las clases de inglés son como la mayoría de clases de inglés en el mundo; la ventaja con las clases en Colombia es que aquí no está uno tres horas estudiando inglés para salir a hablar español con el vecino de la tienda; aquí en lo posible se habla inglés todo el tiempo en la escuela. Debo confesar que vivo con mi amigo Juan Camilo y el inglés no es que fluya en nuestras conversaciones cotidianas, pues aunque él lo habla mucho mejor, rara vez tenemos conversaciones en inglés, lo que considero un grave error, pero poco a poco me voy esforzando en dominar la lengua; por ejemplo, ya puedo ir al baño sin intérprete.

Los grupos de las clases son pequeños y cada lunes se van unos estudiantes y llegan otros. Yo definiría este sistema como un carrusel de caballitos de aquellos circos de pueblo, los cuales siempre están girando y girando, y unos suben y otros se bajan. Por esta razón es imposible tener un grupo de estudio o compañero de conversación permanente, debido a que va uno entrando en confianza, y a la semana desaparecen las personas y llegan nuevos estudiantes.

El sistema tiene coincidencias con las clases que tomé en Colombia. Llega un profesor saca un librito y nos pone a desarrollar una actividad; a veces solos o en grupo, dependiendo de la complejidad del ejercicio. Luego nos pone a comparar con nuestros compañeros, y por último corregimos en grupos felices y contentos. De haber sabido que era así me hubiera traído el famoso libro“El mío CID” que nos puso a leer Luz Carmen en la clase de lecturas selectas; le saco un par de fotocopias  a algunos fragmentos, pongo a leer en español a algunos australianos y les cobro por eso.

En realidad al final del día las clases se tornan algo cansonas pues varias horas de ejercicios disminuyen el ánimo de estudiar, pero en fin, el inglés con sangre entra.

Un día, Andy, quien parece ser el coordinador de estudiantes de la escuela me propuso que si me gustaría meterme en un curso de preparación para el examen del IELTS; yo acepté, y él me dijo que me esperaba un martes a las 2:00 p.m. para realizar la prueba de ingreso. Como mis habilidades para el listening aún no son las mejores, le entendí que era el jueves que había que presentarse, y muy songo sorongo ese martes estaba en la cafetería de la escuela con Juan Camilo y llegó el hombre medio estresado y me dijo que el examen había comenzado hace 10 minutos , que si me iba a quedar aquí sentado. Yo le dije “Yes”, pues entendí el 37,62% de lo que me dijo, pero como relacioné algunas palabras entendí que si iba a presentar el test para el curso del IELTS. El hombre salió algo molesto y cuando Juanito me tradujo la parte que no entendí, sólo atiné a decir OMH – Oh my God.

Salí a disculparme y le dije al hombre que no había entendido mucho; En realidad aquí si uno no entiende algo, no sé si por pena, nos cuesta pedir que nos repitan lo que dijeron; simplemente sonreímos, simulando que entendimos y adivinando la verdadera información con las pocas pistas que retuvimos.

Presenté ese examen para el curso del IELTS y pareciera que hubiera tomado el equivocado, pues sentí que todo estaba en mandarín o en árabe; qué examen tan complicado.  Incluso la profesora nos dijo que hubo partes que ni ella alcanzó a captar en el listening ¡Y eso que ella es nativa!

En fin, por lo menos obtuve el puntaje mínimo para entrar al curso de preparación para el IETLS y al siguiente lunes ya estaba sentadito con mi grupo de estudiantes. Lo único cansón es el horario pues entro a las 10:45 a.m. y salgo a las 4:30 p.m., así me parten el día y es complicado  conseguir un trabajito bueno con un horario así. En algunos sitios piden tiempo completo o a partir de medio día; es decir, me mordió el marrano.

Lo bueno de las clases es que somos un grupo pequeño;  unas doce personas. Conmigo hay varios chinos, un brasileño, dos coreanos, una terca – perdón- una turca, un tailandés y otro colombiano.  En este curso tenemos varios profesores y, como todo en la vida, hay buenos y malos. Nuestra tutora general es Mary, una señora grande y muy buena gente;  el profesor de Speaking es Mase un americano grande también, quien hace una clase muy buena; rompe los protocolos de clase, rompe algunas reglas y nos pone en situación. Además parece que estudió actuación pues crea algunas escenas e imita personajes. Muy buen profesor y se le aprende bastante. Los otros, aunque no son malos, algunos son ya veteranos y se apegan a lo que dice el libro… mmm  ¿a quiénes me recordarán?

En ocasiones estos profesores nos ponen a corregirnos entre nosotros, entonces por ejemplo me ubican en frente de Grace, una china, Grace es el nombre occidental pues el chino es una tortura china pronunciarlo; ella me habla y yo debo decirle qué errores tiene. What??? . Aparte de que los acentos orientales y los occidentales son muy diferentes, vaya uno a saber qué dijo mal. Cuando ella habla yo simplemente asiento con la cabeza. Yes, yes, ok, good, thanks..etc…. al final le digo algo como “Lo hiciste bien” así haya tenido muchos errores que ni idea cuáles fueron. Asumo que así nos pasara a todos, pues en general estamos como en mismo nivel de inglés en el curso.

En ocasiones los días viernes la escuela organiza algunas excursiones a sitios turísticos o de entretenimiento en la ciudad;  El objetivo de esto es integrarnos y hablar inglés en diferentes situaciones de la vida diaria. Lo curioso es que cuando salimos de la escuela se arman los grupos por nacionalidades y se habla de todo menos inglés; Ja! Turcos con turcos; españoles con españoles; chinos con chinos, y así. Son varias rutas a la vez y nos vamos para el paradero del bus a esperar nuestro transporte. A veces hay hasta 50 personas esperando el mismo bus. Lo único es que aquí  el conductor no grita “Los de la mitad, córranse patrasito que allá hay espacio, colabórenme ahí”, no. Aquí estos buses, algunos de igual forma que los de Transmilenio en Bogotá, tienen un límite de pasajeros que pueden ir de pie, y cuando se cumple éste el conductor cierra la puerta, y se debe esperar el siguiente bus.

Entonces nos fuimos de paseo…

Pdta: El chiste de las gallinas termina en “porque los gallos no tienen manos”

lunes, 27 de octubre de 2008

Superando mi primera gripa internacional..


Antes de comenzar quiero disculparme por mi tardanza en continuar con estas crónicas de la vida en Australia.

Aduzco varias razones:La más importante es que esto está muy duro, muy complicado, mejor dicho ya estoy que me devuelvo para mi tierra del alma… uyyyyyyyyyy, qué? Se la creyeron pues? Ja!.

No. En realidad, fui asaltado en mi humilde persona por un atracador disfrazado de viento helado que con dos ráfagas de aire casi congelado penetró mis pulmones y me mandó a la cama. –Léase: “me dio una gripa que me volvió m….”.

Aquí nada que logramos entender el clima, pues aunque los pronósticos del Max Henríquez australiano son acertados muchas veces, se puede pasar del calor más absurdo al viento helado más intenso. Así fue que esta gripilla internacional me tomó por sorpresa; pintaba un día soleado, calorcito rico etc., pero de repente pasamos del sol a una lluvia cansona, con ventarrones helados y pues uno que andaba humildemente en camisetica playera…Con el ánimo de ahorrar algunos dólares en transporte decidimos comprar unas bicicletas; además para mantenernos en forma pues llega el verano en diciembre y no aguanta mucho ir a asolear la panza de cervecero al lado de los surfistas australianos.

La escuela queda cerca a donde vivimos y como apenas reconocemos una pequeña parte de Sydney, las compramos. Estuvimos buscando por varios sitios, desde aquellos especializados, donde una buena bicicletica puede costar 4000 AUD – con eso me compro tres motos AKT y me cambia la vida, incluso me sobra para el chaleco y el casco -, hasta compraventas donde se ven unas viejeras de bicicletas hasta en 20 AUD.

Encontramos una buena oferta en un almacén llamado K-mart; allí costaban 300 AUD normalmente, pero en promoción las dejaban en 200 cada una. Listo, compramos casco pues aquí es obligatorio usarlo, aunque muchos le maman gallo a la medida; cadena para el seguro porque una ventaja es que aquí se puede dejar la bicicleta parqueada en cualquier parte; la policía no molesta para nada con eso. Se pueden dejar bicicletas en postes, señales de tránsito, entre otras. Solo le pone la cadena y listo. He oído de algunos casos donde se las roban, pero afortunadamente no nos han inaugurado aún.

Lo curioso es que cuando quisimos tomar las bicicletas, nos dijeron que las que queríamos sólo estaban para exhibición; que si queríamos podíamos comprarlas desarmadas en sus respectivas cajas. Solicitamos que por favor nos las armaran, pues queríamos irnos de una vez “montados” y nos informaron que con mucho gusto nos podían armar las bicicletas por la módica suma de 16 AUD por cada una; pero lo peor de todo es que no las entregaban en ocho días!!!! ¿Cómo? ¿Ocho días para armar una bicicleta? Sí señores.

La urgencia ameritaba tener esas bicicletas armadas y funcionando. No quedó otra que sumar un juego de herramientas a la compra. Una vez con las cajas – por cierto algo grandes – caminamos por el centro comercial donde estaba ubicado el almacén, hacia el frente de una de las salidas, desempacamos las bicicletas, dimos una leidita rápida al manual de ensamble y a armar se dijo. Parecíamos un puestico de la ciclovía donde los domingos se arreglan bicicletas.
Algunas personas nos miraban con asombro pues para muchos aquí es extraño –incluso creo que nos consideraron héroes nacionales- armar una bicicleta por nuestros propios medios. Tardamos unos 20 minutos armando la primera, le dimos la respectiva vuelta de prueba, revisada de frenos, pito y listo; ensamblada.

Cuando sacamos la segunda para armarla, nos percatamos de que era diferente de la primera y que era MUCHO MEJOR!, pues la armamos igual y luego fuimos a cambiar la otra. En el almacén nos la recibieron sin problema, a lo mejor por entregarla armada. Nos dieron la que queríamos y a armar nuevamente otra bicicleta. Una hora más tarde teníamos nuestros automóviles de motor humano rodando por la calles de Sydney.

Al comienzo muy despacito mirando para todo lado, y tratando de adivinar cuál es el camino por tomar, pues aquí todo es regulado y muchas veces hay caminos demarcados, aunque finalmente descubrimos que con bicicleta se puede ir casi por todas partes, incluso sobre andenes en medio de una multitud de transeúntes o por las carreteras, pues los conductores respetan mucho a los ciclistas; claro, se cuidan; vaya mándele el carro a un ciclista y verá la demanda que se gana.

Los primeros días, el estado físico para montar bicicleta es nulo, tiene más fuerza un zancudo con diarrea; sumado a que lo que conocemos de Sydney son calles de sube y baja; pero un par de días después el ritmo mejora y la resistencia crece.

Con bicicleta nueva llegamos a la casita. Se me olvidaba contarles que ya tenemos techito luego de varios infortunios en la búsqueda de la misma. Para evitar conocer a otra “AMANDA” buscamos por internet y llegamos a una agencia que renta cuartos en residencias; allí fuimos y una escocesa de nombre Jennifer y de hermosura perfecta nos llevó a ver la habitación. Es un cuarto pequeño, pero muy cómodo y amoblado. Tiene dos camas, televisor, VHS, DVD, un sofá grande, lavaplatos, mueble para la ropa, armario y una nevera. La casa tiene una cocina grande, baños, una sala de televisión, comedor, patio, zona de lavado. Todo por la módica suma de 175 AUD la semana, aunque para rentarla tuvimos que dejar un depósito de 1000 AUD.

El día de la firma del contrato pasé la tarjeta de crédito cruzando los dedos para que pasará y ¡upss! me rechazó la transacción – aclaro que tenía fondos –. Intenté un par de veces y nada. ¿Y ahora qué hacemos? Debíamos 1000 AUD de depósito, teníamos maletas listas, estábamos en la agencia y la tarjeta no pasaba!!! Dios!!! Pues ni modo, a dormir debajo del famoso puente Harbour Bridge. Como último recurso la señora que nos atendió nos dijo que podíamos dejar los pasaportes como garantía –llámese la prenda de donde mi amigo Peña- y pagar sólo 500 AUD de depósito; aceptamos.

En estos países es ilegal que a las personas les retengan el pasaporte, pero en este caso fue una ayuda voluntaria. Sacamos lo que teníamos a la mano y nos sumaba como 497 AUD; no había forma de pedir rebaja y aquí hemos comprobado que uno pide rebaja y muchos se empu!!!. Faltaban 3 dolaretes. Juanito recordó que tenía algo en la cuenta y afortunadamente pudimos cubrir la cuota. Uffff!!

El costo de la habitación incluye servicios, e internet inalámbrico. Como valor agregado tienen una videoteca, lo malo es que la película más reciente es la primera versión de Terminator. La casa anteriormente era un hotel y lo acomodaron para rentar habitaciones a viajeros temporales y demás; somos los únicos hispanohablantes pues en su mayoría son británicos. Esta es una buena oportunidad para improvisar y mejorar el inglés. You know!!!!!

Para llegar a la casa tocó tomar taxi. No había otra opción pues íbamos bastante cargados. Paramos uno y el conductor muy campante nos ve con tremendas maletas y se queda tranquilito en su asiento, fumando un cigarrillo esperando a que subamos. ¡Cuidado ayuda mijo! Como pudimos trepamos esas maletas y nos embarcamos. Llegamos en 15 minutos y pagamos 20 dolaretes por la carrera. Y de malas con la propina pues ni ayudó a bajar las maletas.

Logramos instalarnos y descansar. Al rato nos tocan a la puerta; son dos irlandeses que nos invitan a jugar futbol. Vamos a un gran parque que tenemos frente a la casa. Aunque sólo éramos unos siete gatos jugamos algo parecido al famoso “metegol tapa”, pero no sé qué versión era si la asiática o la europea porque nunca la entendí, aquí el que metía el gol no ganaba, perdía; y había que meter varios goles para poder tapar, en fin, bastante extraño.

Luego del encuentro, tomamos una ducha, conocimos el resto de la casa y a descansar. Revisamos en internet a cuánto nos quedaba la escuela, escogimos la ruta para tomar al otro día y a dormir.

En la mañana de ese lunes estaba listo. Bañadito, algo de perfume, mi maletica, mi tarrito con agua; casco bien sujetado; revisada de frenos; y ahora sí: A ESTUDIAR…

martes, 14 de octubre de 2008

¿ Y es que mi plata no vale, o qué?


Bueno hablemos de plata, así a ‘calzón quitao’ como decimos; uno sobre otro, moneda sobre moneda y contaditos los billetes.

Armar un viaje así vale su platica. Obviamente cuando se tiene un buen respaldo, como un crédito del banco “El hogar de papitos felices” pues el asunto es más sencillo. Cuando no, a trabajar como burritos para conseguir el nivel mínimo que se exige; tanto la Embajada Australiana como uno mismo al saber que viene para una economía fuerte, necesita un respaldo los primeros días.

Dependiendo de lo que uno venga a hacer por estas tierras Australianas, los costos varían. Hago la aclaración que no en todos los casos es lo mismo. Algunas tarifas son SM – Según el marrano – otras son en promoción, etc. Lo que escribo aquí no es lo único que se pueden conseguir. En mi caso, vine con un curso de inglés pago, una estadía de seis meses y unos bonos para descuentos en McDonald’s.
Asesorado por la agencia Student Visa http://www.stvisa.com/, cuyos representantes Juan Carlos Santos, Ana María Lagos y Gustavo Tijaro nos trataron my bien y nos brindaron la asesoría necesaria para el viaje. Debo agradecerles su gestión y la paciencia que me tuvieron mientras reunía la platica. Ellos se encargaron de la mayor parte de los trámites para venir aquí. Los gastos fueron en promedio así:

El paquete del curso de inglés: AUD $6327 (Un dólar australiano, a la fecha de hoy, está en promedio en 0,85 dólares americanos. El valor de este curso incluyó la inscripción a la escuela, el seguro para estudiantes y el curso como tal.

Trámites de visa: AUD$ 600 aprox. Esto incluye los derechos de visa y el envío de los documentos a la Embajada de Australia en Santiago de Chile. En Bogotá no hay embajada, así que si le sale algún avivato con eso, no se quede callado, DENUNCIE.

Exámenes médicos: AUD $130 para personas que tienen un estado de vida normal; es decir aquellas que no han hecho cositas varias con su cuerpecito, y que no van a estar más de seis meses en Australia. Para aquellas personas que les gusta la vida alegre, picar por aquí y por allá, y en especial aquellas que se tatúan los números del Baloto en el pecho para ver si se lo ganan, las seguidoras de Marbelle que tienen una rosita en el escote; o uno que otro emo que le dio por perforarse los cueritos porque sentía que el mundo lo ignoraba, para ellos hay más exámenes que incluyen la prueba del VIH, y pues eso vale más platica.

Tiquete en avión: AUD $3000. En realidad es barato. Un tiquete desde Bogotá normalmente oscila entre AUD 4000 y 10.000. Me han dicho que la mejor opción es irse por Estados Unidos, pues hay más compañías y vuelos; sin embargo, quienes no tenemos permiso del Tío Sam para ir a visitarlo, viajamos por Chile o Argentina. No hay vuelos directos. Esperemos que un futuro hasta Satena o Aires vuelen por allá, pero hay que esperar. El precio de este tiquete fue en Aerolíneas Argentinas, que creo es de lo más económico para viajar, aunque eso no significa que sea malo. Sé que esta Aerolínea tiene mala fama por un paro de pilotos que hubo, pero a mí me pareció buen servicio.

Bueno, mal contados aquí solo se han ido AUD 10.000. Sin embargo, la embajada Australiana exige algunos requisitos económicos para otorgar la visa. Básicamente, lo que ellos buscan es que uno tenga como sostenerse o un padrino que lo respalde en caso de que se le acaben las monedas y no le quede ni para un bon-ice aquí.

Ellos piden un promedio de AUD 1000 por cada mes que los viajeros estén en Australia; es decir, si se va quedar seis meses, debe presentar usted o su sponsor AUD 6000 disponibles. La embajada exige documentos que muestren que sus soportes tienen ese dinero disponible. Si uno no tiene crédito en los bancos “El hogar de papitos felices”, “Papi consígname la mesada” o “Mijita ¿cuánto necesita?” puede recurrir a una persona, no necesariamente un familiar que lo respalde. – Gracias Sergio nuevamente; ¿si ve que no lo han llamado de la embajada a darle quejas mías o porque renté un carro y lo mandé a un abismo? – Si esta persona demuestra esos ingresos, es muy factible que le den la visa. Sirven también soportes como escrituras de bienes, de autos, y si tiene una platica en DMG mmm… ahhh no, verdad que allá no dan recibos.
Mal contados en total, y aún si salir de la tierrita de mi Colombia, hay que tener disponibles unos 30 millones. Esto para un viaje de seis meses. Sé que hay personas a las que les piden más o a las que les piden menos.

Por otro lado, si puede tráigase una platica para acá; por lo menos para un mes. A menos de que se baje del avión y lo reciban listo para firmar contrato con una empresa. Como muchos de los que viajamos no tenemos cuenta de ahorros en los bancos anteriormente mencionados, es bueno darle un martillazo al marranito de la alcancía, contar todas esas moneditas y billetes, cambiarlos a dólares y traerlos. Eso sirve, pesito es pesito. Bueno 1770 pesitos – a la fecha- son un dólar australiano, y por aquí también consigue almacenes de “One dollar”; yo me compré un cortaúñas, y en una oferta en un supermercado conseguí cuatro alitas de pollo precocidas también en ‘One dollar’

Como el viaje desde Suramérica es bien largo – aproximadamente 25 horas en aviones- vaya haciéndose la idea de pensar en dólares. Imagine comprando en dólares los huevos para el desayuno, el periódico, el vibromax power para eliminar la barriga, la tarjeta prepago para el teléfono o la cerveza. Un ejercicio interesante es soñar que va por chapinero, mira las vitrinas del almacén ONLY, las gatas, la feria del brassier y sólo cucos, o incluso por la pajarera en San Victorio, y ve que todos los precios están en dólares. ¿Fácil, verdad? Bueno, no. Pero hay que intentarlo porque el porrazo es duro cuando pise tierras australianas.

Tenga en cuenta que venimos de una economía donde el ingreso percápita promedio es de US$ 7.600 a una donde éste es de US$ 35.000, según datos de wikipedia. Sólo tome un taxi en el aeropuerto para ir a donde quiera y el banderazo no le bajará de $15 AUD; o si quiere tomar el metro, desde el aeropuerto la tarifa es de $14 AUD.

Como dice el comercial de Movistar: Compareeeeeeeeeeeemos.

Botella de agua 3 dólares.
Cocacola mediana 3 dólares
Tiquete en metro: Depende a donde vaya, comienzan los precios en 2.60 dólares sólo ida.
Corrientazo: Bueno aquí no se ven mucho. Desde 9 dólares. Claro que si anda pobre vaya a McDonalds, allá es barato.
Tiquete en bus: sólo he tomado uno, y por ida y regreso apenas me costó casi $8 AUD.
Aunque tengo entendido que venden un tiquete semanal, que le permite tomar los metros, buses y ferris que quiera. Este cuesta $38 AUD por semana.
Heladitos: Desde $3 AUD bueno hay una versión parecida al Bonice desde $1 AUD., y pásalo de locura.
Nescafé de 250 gramos: $18 AUD
Cuatro bananitos: $ 3,75 AUD.
Control para tratamiento de ortodoncia: $200 AUD por mes; en Bogotá pagaba apenas $30.000 pesitos
Audi R8: De $378.000 AUD para arriba.
Lamborghini Murciélago : De $600.000 AUD para arriba.

En fin, podría sacar más precios pero es lo que se me viene a la mente por el momento. Ya con calma he comenzado a identificar sitios donde se consiguen cosas a buenos precios, incluido el barrio chino. Obviamente debo aclarar que siempre el cerebro nos juega malas pasadas y todo lo convertimos a pesos; sin embargo, este efecto suele pasar cuando se consigue trabajo y uno recibe su primer pago.

Aquí creo que la tarifa como estudiante para trabajo comienza en $15,75 AUD por hora de trabajo. Haciendo cuentas si se trabajan las 20 horas por semana que permite el Gobierno Australiano, éstas suman unos $320 AUD a la semana, lo que permite nivelar economías. Y de ahí para arriba lo que venga, pues hay trabajos bien pagos, y en fines de semana puede uno ganar hasta $100 AUD por hora.

Por aquí también se han sentido los coletazos del colapso financiero mundial que ha habido. El dólar australiano ha cedido algo de terreno frente al americano y bueno eso desinfla algunas expectativas.

Por ahora, a rebuscarse los dolaritos. Hemos tocado algunas puertas: Any toilet to clean?
Continuará…

domingo, 12 de octubre de 2008

Yo tengo ya la casita que tanto te prometí…

Tratando de nivelar el impacto de las economías australiana y colombiana, nuestro siguiente objetivo era buscar un lugar cómodo, cerca al colegio, a las estaciones del metro y, lo más importante, que mantuviera la premisa de los tres elefantes: Bueno, bonito y barato. 

Como en todo territorio, aquí existen lugares donde se pueden pagar por el alquiler unos 3000 AUD (AUD = Dólares australianos) por semana, así como cuarticos minimalistas –léase garaje, cochera, lote- por unos 50 AUD a la semana.

Como los primeros días hay que cuidar el presupuesto y aún no se nos borraba la mañita de convertir todo a pesos,  le apuntamos a lo económico, cual vivienda de interés social. Mirábamos opciones de hasta 100 AUD la semana en varios lugares y en sitios en internet donde personas buscan “Roommates” , compañeros de cuarto o “Flatmates” compañeros de apartamento. 

Durante esta travesía por estas tierras lejanas, Juan Camilo conoció a otra colombiana, Eileen, y ella se unió a nosotros en esta aventura, porque como decimos en la tierrita: Donde comen dos, comen tres.

Buscando varias ofertas por internet nos encontramos con una ganga realmente imposible de rechazar;  rentaban una casa con cuatro cuartos, baños y demás en 650 AUD. La oportunidad era perfecta; barata, grande y si buscábam

os uno más, pues podríamos pagar un precio asequible, y estaríamos todos en un solo sitio por fin.  Un llamadita y acordamos la cita con la arrendataria; su nombre AMANDA. Nombre común para nosotros por lo que suponíamos era latina o de tierras amigas.

El encuentro se programó para las cuatro de la tarde. Como estábamos lejos del punto de llegada, salimos apurados y tomamos un tren para llegar. Había llovido e

se día y el frío era algo intenso. Al destino arribamos con tiempo, pero como Adán el día de la madre: Perdidos. El instinto latino nos insistía que estábamos cerca; sin embargo, Juanito le preguntó a una veterana para que nos diera una idea de dónde estábamos. Por la cara que hizo esta señora entendimos completamente su mensaje: Estábamos dos cuadras abajito de la p… m… La hora de la cita se acercaba y esta señora - por cierto de ojos azules y muy linda – se ofreció a llevarnos hasta donde necesitábamos ir. ¿Cómo?, pues sí. Salimos de la estación del metro, caminamos media cuadra y nos subimos a su carro. Allí nos contó que era inglesa y nos había ayudado al ver nuestras caras de perrito con hambre y regañado, y le parecimos muy buenas personas.

Efectivamente unos cinco minutos de viaje después llegamos al sitio indicado. Buscábamos el número 132 y la casa 7. Ya era de noche y aún había una leve llovizna.  Encontramos la casa metida en un callejón.  Parecía un vecindario tranquilo y popular porque en algunas casas las personas tenían colgada la ropa afuera para que se secara. Timbramos y salió un señor irlandés a atendernos, le preguntamos por Amanda. Ella no estaba. Mientras llegaba, una niña africana nos comenzó a mostrar la casa; era grande, amplios cuartos, aunque bastante desordenada, tal vez por los mismos inq

uilinos que así la mantenían. Al momento llega Amanda, una señora asiática, china,  vietnamita o de algún país de aquellos. Con un inglés algo enredado nos termina de mostrar la casa. En esos momentos aparecen los demás inquilinos: Dos irlandeses, un indio, la niña de África, Amanda, Juanito, Eileen y yo. Aquí comenzaron las sorpresas; no sé en qué parte de la película Amanda asumió que íbamos ya a arrendar la casa y comenzó a imponer sus condiciones: Sólo podíamos trastearnos a la casa tres semanas después porque había que esperar a que los anteriores inquilinos la desocuparan. Aquí comencé a inquietarme. ¿Perdón, aquí quiénes son los clientes?, ¿Cómo es eso de que uno paga antes y luego se pasa a vivir? Noooo, a mí me criaron con el dicho de plata en mano y c… en tierra. Pero no, según Juanito aquí se negociaba así y había que pagar tres semanas por anticipado, más un deposito y aparte de todo, debíamos esperar a que nos desocuparan la casa en dos semanas. Pues no!!!! Comencé a desconfiar de aquella señora, además porque gritaba por todo; no sé si es que así hablaban en su país pero era medio mandona y se suponía que los clientes éramos nosotros. Para completar este circo internacional, los actuales inquilinos –les daré un nombre para identificarlos, mmm… Sapos, sí, sapos está bien– comenzaron a meterse en el negocio.  A decirnos “Ey, aprovechen que la oferta es buena, que no van a conseguir algo así jamás, etc.. etc…” , y claro era una jerga de palabras irlandetailandeindiavietnacolombianas que no se entendía de a mucho. Los minutos corrían y el ambiente se ponía tenso pues había un choque de culturas.

La cultura de Amanda era “ud vinieron, la vieron, me pagan por adelantado y esperan tres semanas”, y la mía era “Lo siento, si pago la quiero de una, pero para ser sincero no me gusta y como dicen: De esto tan bueno no dan tanto”. Me metí en la cabeza la idea de deshacer el negocio, pues no me gustaba la gritería ni el acoso desesperado de esta señora Amanda; chillaba más que una cajada de pollos y a cada rato nos decía “CASSSSHHHHHHHHHH, CAAAASSSHHHHHHHHHHHH, MONEEEEEYYYY  MONEEEEEEY”. Estaba por pensar que se había vuelto loca, pues comenzó a ser súper insistente con el tema, sin siquiera preguntarnos si queríamos tomar la casa o no, pues ella asumía que el negocio estaba hecho. Aquí nuestro traductor de cabecera Juanito decía que esa era la cultura y como se hacían los negocios aquí, que si no rentábamos ahí mismo, la señora se sentiría ofendídisima pues faltaríamos a nuestra palabra. Pues como dijo el bigotudo Serpa: “ ¡Mamola! No hay negocio, y nos vamos ya”. Juanito preguntó por última vez cuánto debíamos dar para tomar la casa; Amanda hizo las cuentas y no debíamos sino tener disponibles  4.000 AUD para hacer el negocio. ¿What?  Le dijimos que aún así no teníamos esa cantidad de dinero disponible. Y ella seguía insistiendo en su inglés masticado “How much you have?, go to the cash machine, MONEEYYYYYYYYYYY, CASSSHHHHHHHHHH, CAAAAAAAAAASHHHHHHHHHHHHHHHHH. Estaba desesperada, brava, gritona, cansona, de todo. Parecía uno de aquellos vendedores de San Andresito de la 38 que dicen “Cuánto tiene, espere no se vaya, cuánto ofrece, deme tanto y lléveselo…” Es decir, doña cajada de pollos gritona mostró el hambre: grave error, pues el que muestra el hambre, NO come. Aquí la situación ya era preocupante pues faltaba que nos pegara o sacara un cuchillo para hacerse el harakiri, no sin antes agarrarnos a puñaladas. Para calmar a esta esposa del mico, simulamos aceptar la oferta y que al otro día le traeríamos 200 AUD para “pisar” el negocio. Ufff eso fue como si le hubieran otorgado la nacionalidad estadounidense. Se calmó, no sin antes preguntarnos unas trescientas cuarenta y dos veces cuánto dinero le íbamos a traer mañana. Sonrisita hipócrita y a volar. ¡Dios! Casi no regresamos vivos de esa casa. Salimos bien tarde, con frío y aún sin casita, pues me prometí no volver a ver a Amanda en mi vida. Aún tenía el zumbidito en el oído cada vez que gritaba “CASSSHHHHHHHHHHHH, CASSSSHHHHHHHHH, MONEEEEYYYYYYYY”…

No pude salir cantando “Yo tengo ya la casita, que tanto te prometí…”

Continuará

 

Nota: Hablando un poco de CASSSSSHHHHHH CASSSSHHHHHH como decía mi amiga Amanda, debo aclarar que no todo en la vida es dinero; también están las tarjetas de crédito, los cheques, los bonos del tesoro, entre otras.

Retomo esto porque alguno de mis lectores de estas croniquillas me preguntó acerca del presupuesto para armar un viaje así. Bueno, en dólares americanos diría que son unos US 12.000 al cambio de hoy. En otro escrito desglosaré este presupuesto.

lunes, 6 de octubre de 2008

Regla No. 1: No pensar en pesos.

Una vez dejamos el aeropuerto en Sydney nos dirigimos a la estación del metro. Allí compramos los tiquetes para ir a nuestro destino final. El tiquete me pareció costoso - 14 AUD-; comenzaba a descubrir la fuerte economía australiana.


















El metro al que subimos era asombroso, al menos para mí, que venía de conocer lo más desarrollado hasta el momento en términos de transporte: Transmilenio. De camino al sitio de alojamiento, el metro parecía que volara, muy suave. Me rememoró una película con el súper anabolizado Arnold, aquélla donde iba a Marte a darse bala con marcianos. La entrada a los túneles, iluminados con luces blancas fluorescentes ,y la rapidez y limpieza del metro, me recordaron esa historia.

Por el camino comienzo a percibir las primeras impresiones de esta gran metrópoli: Personas de todas las nacionalidades, razas y religiones; autos lujosos, grandes edificios, mar, grandes botes, ferris, entre otros, y para rematar el imponente puente Darling Harbour que junto al Opera House son dos de los íconos más representativos de Sydney. Pasar por estos monumentos de primerazo emociona, alegra y una vez más se toma como una bienvenida.

La estación de destino es Milsons Point, justo a pocos metros de este puente. Allí descendemos y con mapa en mano buscamos la dirección de alojamiento. Obviamente aquí no se puede preguntar “¿Disculpe, usted sabe cómo llego al 20 de julio?”. Las direcciones son algo complejas, muy diferentes a la nomenclatura colombiana. Aquí cada calle tiene un nombre, y luego sigue un número. El resultado final: perdidos. Juan Camilo, con su inglés más avanzado, le pregunta a un ciclista, pero el hombre estaba más perdido que nosotros, y para rematar, de Medellín, recién llegado también. La solución más cercana fue llamar a mi compañero de apartamento –flatmate, aquí comenzamos a practicar el inglés- y él fue a recogernos. Estábamos a una cuadra.

Nos recibió José, un venezolano de padres barranquilleros. El hombre muy amable nos ayuda con las maletas y llegamos al apartamento en cuestión de segundos. Lo primero, una ducha, pues luego de 20 horas entre aeropuertos, aviones y metros el cuerpo huele bonito, y pide agua a chorros. Luego del bañito y oliendo a jabón rexona colombiano y champú Ego anticaspa - para nosotros los hombres – estoy nuevo. En realidad no he sentido para nada el cambio de horario o famoso jetlag.


















Pasado un tiempo llega Carolina, mi amiga colombiana que ya lleva un par de meses aquí. Saludo con abrazo de oso, entrega de paquetes enviados desde la tierrita y a conocer Sydney. Ella llega con su novio de nacionalidad iraní, nos invitan a conocer una playita y a comer algo. De camino a la playa el novio de Caro es bastante atacado al conducir. Arrancaba como en sus mejores épocas lo hacía Montoyita. En un dos por tres llegamos al destino: Una playita, ni idea dónde, pero era playita. Allí fue mi primera compra y enfrentada a un cajero. “One of those, please” dije, señalando lo más conocido para mí: Hamburguesa y papas; añadí una coca cola y listo. Juan Camilo pidió “Fish and chips” y una coca cola. Yo pedí la cuenta: Apenas 30 dólares. What? Who order chicken????? Como quien dice ¿Quién pidió pollo?. Con eso como en Colombia una semana en El Sury, me alcanza para el helado con pasas de Mimos, y me sobra. En fin, a pagar y a tratar de no pensar en pesos, porque duele. Luego, a la playita a comer. Ya eran casi las seis de la tarde y el frío era bastante penetrante. Estuvimos un rato ahí, conversando en un inglés algo trabado para mí, pero la idea es comenzar a soltar la lengua. De regreso en la casa, acomodé mi sofá cama y a dormir.

Al otro día, en la mañana destiné un par de horas a trabajos aún pendientes con Colombia y en la tarde a encontrarme con Juan Camilo. La estación elegida fue Town Hall, cercana al colegio donde estudiamos y a los lugares donde residimos. Allí, con mapita en mano comenzamos a caminar y a reconocer el terreno, aprendiendo las normas de la ciudad. Aquí los del polo democrático serían felices pues todo es por la izquierda; por donde caminan los peatones, por donde van los carros, entre otras.

Los semáforos son inteligentes y se respeta mucho al peatón, quien tiene prioridad sobre los carros. Rara vez se ve que un conductor pite o que no cedan la vía, cuando otro automóvil desea pasar, aunque no falta el atravesado. Para pasar la calle, uno presiona un botón debajo de los semáforos. Si nadie presiona el botón, el semáforo nunca cambia a rojo. ¿Interesante, verdad?. Además, para personas discapacitadas, el semáforo emite un sonido – tic, tic, tic- cada segundo cuando está en rojo para peatones; cuando cambia, el sonido se hace más rápido y se asemeja a cuando uno corretea un pavo para invitarlo a la cena de navidad: -tacatacatacataca-.

Las primeras diligencias importantes son abrir una cuenta bancaria y tener un teléfono celular. Para la primera, abrí la cuenta en el Commonwealth Bank. Es un banco popular por estas tierras y la cuenta se abre sólo con el pasaporte –igualito que los bancos colombianos-; y más sorpresas me esperaban; por ser estudiante no cobran cuota de manejo, ni por la tarjeta, ni por retiro, etc; Además, para sacar dinero solo hay que ir y presentar el pasaporte. Ni la tarjeta es necesaria, salvo en los cajeros automáticos o cuando el banco no abre. Quien nos abre la cuenta es un italiano y le enseñamos a decir “firma”, pues quiere aprender algunas palabras del español.

En segunda medida está el celular. Apenas conozco dos operadores: Optus y Vodafone. El primero exige una visa de dos años para tener el Iphone, entonces me ha mordido el marrano; y en prepago cuesta casi 900 dólares. Vamos a Vodaphone y allí no venden el iphone en prepago, pero vi un smartphone de nokia super bonito. Pagué, cargué una tarjeta y listo. Aunque el vendedor dijo que no tenía disponible el servicio de internet por ser prepago, intenté conectarme de regreso a casa desde el metro y ohhhhhhh mamma mía!!!!!! conectado al Messenger y al correo electrónico desde el celular, impresionante. Luego vine a saber que me descontaban de la tarjeta el uso de internet, pero no importaba ya; en realidad el servicio de google maps y gps a través de la red es descrestante.



















Aquí la gran mayoría de redes inalámbricas Wi Fi - por no decir todas- están protegidas. Todas piden clave, pero hay miles disponibles en cualquier punto: Bares, supermercados, restaurantes, incluso hay unos cafés para backpackers –aquellos mochileros que van viajando por días de país en país - en los que el internet es gratis.

Listo la cuenta y el teléfono. Siguiente paso: Buscar un sitio fijo para vivir…

Continuará…

viernes, 3 de octubre de 2008

Llegando al talón del mundo...




















Bueno, bueno. Continuamos. En estos países el mundo gira súper rápido y no quisiera atrasarme, pues hay tanto para contar y tan poco espacio.

La salida de Buenos Aires fue tranquila. Aunque estaba bien cansado por el día tan movido, en el avión me tomó el sueño por sorpresa y caí redondito. La silla del avión estaba muy cómoda y con la almohadita que me regalaron para el cuello descansé muy bien. Eso sí, antes de dormir pasaron repartiendo una cena y a comer se dijo, porque en algo hay que recuperar lo invertido en el tiquete, ja!; así sea con la comida. No acababa uno de comer cuando entraba la mañana y lo despertaban con el desayuno del avión.

En este momento aprovechaban el tiempo las personas para estirarse, salir a caminar y desperezarse. El plan era ir de lado a lado al avión, hasta antes de la primera clase. Allá no dejaban entrar ni pagando. Aunque tras las cortinitas se veía que es lo mismo, salvo que las sillas son más grandecitas, y el precio también es un poco más “grandecito”.

Continuando la mañana, comenzaron a exhibir unas películas en las pantallas de avión; este dispone de dos pantallas grandes y dos pequeñas. Eso sí, las cintas algo viejitas me recordaron los viajes en Libertadores directo Bogotá, cuando nos presentaban los enlatados de Vicente Fernández como “El mero macho en la ley del monte” y demás.

Desde este punto se podía observar por la ventanilla del avión hacía abajo solo hielo y hielo, al parecer atravesábamos el polo sur, pues el avión viaja por debajo, y con el cielo despejado se alcanza a notar este paisaje. Luego mar y mar; y varias horas después, mar. Como dijo el piloto, luego de 13:45 minutos de vuelo nos aproximábamos a aterrizar en Auckland, una de las ciudades más pobladas de Nueva Zelanda. Antes de aterrizar y cuando el avión ingresa sobre la superficie terrestre todo se ve igual; es decir se ve como si uno sobrevolara la sabana de Bogotá o la ciudad de Quito. Aquí es cuando me cuestiono: en realidad desde arriba todos somos iguales. Se alcanza a divisar una finquita con su campesino arreando las vacas, como sucede en Chía, Lima o en Buenos Aires. Qué bacano que todo fuera así, todos iguales sin estar matándonos por diferencias políticas, sociales, económicas, de religión y demás.

El piloto anuncia en los dos idiomas la llegada a Auckland. Aterriza el avión y el piloto solicita que ningún pasajero se levante hasta que el avión no se detenga completamente y esté sobre la plataforma. Obviando estas recomendaciones varios pasajeros se levantan y comienzan a descargar su equipaje de mano, cuando se escucha nuevamente la voz del piloto, algo rabón: “Se les recuerda a los pasajeros que NO deben levantarse de sus asientos, no solo por seguridad, sino por RESPETO a los demás pasajeros.” Todos se sentaron, juiciositos y calladitos. Estaba medio molesto el hombre, como para decirle “Ey, si le da rabia, pa qué se emput..%&$(“

Qué aeropuerto el de Nueva Zelanda. En realidad uno queda atónito, no sé si porque solo vemos el Dorado o uno que otro cerquita – hablo en mi caso personal – pero es que parecía un centro comercial, con alfombra incluida. Varios pasajeros debían tomar conexiones y por la demora en Argentina estaban apurados. A ellos los esperaban con carritos de golf para llevarlos a su conexión a toda máquina. Y cual ambulancia del seguro social salen pitando por todo el ingreso al aeropuerto para hacer las conexiones respectivas.

En Auckland hicimos escala de una hora. Para matar el tiempo prendí la laptop para conectarme a internet. Había gran cantidad de redes inalámbricas. Todas con conexión segura. Busqué la del aeropuerto y logré conectarme; pero oh sorpresa!: aquí todo es pagando. Ingrese su número de tarjeta de crédito y a navegar. Entonces… mmmm.. qué hacer. Ni modo, a morderme el codo. Porque de navegar gratis en el Dorado a venir aquí a pagar, nanay nanay!!!! Bueno, pero comenzaría a acostumbrarme.




















Una vez ubicados en la sala de espera, observa uno personas de todo el mundo. La que más me llamo la atención fue una señora de unos 50 años, creo que era musulmana, de alguno de esos países donde la cultura permite la represión contra las mujeres. Esta señora, vestida toda de negro, tan solo dejaba entre ver sus ojos. Aquí entiendo el dicho de “cría fama y échate a dormir”. Al verla, no pude evitar pensar “Uy Dios, ahora en pleno vuelo sale esta señora, se quita la ropa, está en vuelta en dinamita y comienza a gritar: JALA MAJALA HALA MAJALA MEKE JILA BUM…. VIVA ALA” y PUM!!!! Detona esos tacos de dinamita y adiós vuelo de Aerolíneas Argentinas. Gracias por volar con nosotros. Qué susto. En realidad me compadecí de ella porque está tapada hasta el alma y con este calor que hace aquí.

Salimos de Auckland con destino a Sydney. Aproximadamente fueron cuatro horas de vuelo. El tiempo que se le hace uno eterno es el final. La última horita es desesperante, pues uno ve en una pantalla como va el avión acercándose, pero parece como si estuviera quieto, sin avanzar.

Antes de llegar a Sydney, muestran un video –parece hecho por Óscar Rivera- donde nos dan la bienvenida a Australia. También advierten sobre las cosas que traen los pasajeros. Incluso si uno se puso unas botas y piso tierra en otro país, debe avisar a las autoridades. Lo mismo que drogas, comida, etc. Aquí lo mejor es declarar todo, hasta poemas. Yo anoté que traía drogas – no, de esas no - , unas medicinas personales y otras para una amiga, entonces pasé sin problemas. En inmigración sólo me pidieron el certificado de la vacuna de la fiebre amarilla. Aquí me propuse comenzar a soltar la lengua con el inglés: “ This one?”, “Yes” respondió el agente de inmigración. Estampó el sello, me miró y dijo: “Next please”. Señoressssssssssssssssssss estaba adentro!!!!!!!!!




















Ahora a recoger las maletas. Allí pasan varias guardias, con labradores oliendo todo. Luego, una señora me dice en inglés que si la droga que reporté era medicina personal; le dije que sí y me dejó pasar. El último escáner para las maletas y listo; oficialmente estaba en Sydney, Australia.

En la puerta de llegada de vuelos internacionales me encontré con Juan Camilo. Abrazo del oso y bienvenida. Luego, a buscar la dirección en donde me alojaría los primeros días. Le dije: “Cojamos un taxi y vámonos, estoy rendido”. Cuando me dijo el promedio del costo de un taxi dije: “mmmm ok, vámonos en metro”…


Continuará…

miércoles, 1 de octubre de 2008

Estancia en tierras gauchas.

Bueno retomando nuestras líneas. He llegado a Buenos Aires. Allí me alojé en un hostal cercano al centro de la ciudad. Es ideal para personas que hacen escalas o son todo terreno, pues es lleno de extranjeros, ambiente familiar y “atendido por su propietario”.

Claro, no todo fue de película. Llegué como a las 10:00 a.m. y el check-in comenzaba a las tres de la tarde. Con ganas de una ducha me dejaron, y por lo menos, me guardaron las maletotas, mientras me fui a dar una vuelta por los alrededores. En Buenos Aires cada calle, avenida o trocha tiene un nombre, por lo que, con mapita en mano,

es fácil ubicarse.

Entonces a visitar la casa rosada, el obelisco, la plaza 9 de mayo, y demás. Ésta es una impresión muy personal, pero aunque se ven cosas bonitas, en especial la arquitectura, vi lugares muy desordenados – vendedores, trancones, volantes,-. Hice las preguntas respectivas y me dicen algunos que doña Cristina está dejando caer Buenos Aires; lo lamento si así es.

De regreso al hotel me he encontrado con un colombiano. Saludo de mano, con abrazo de oso incluido. Aquí la gente se une con su gente; intuyo que así será en todos los países. Él, médico joven, estaba de vacas por tierras gauchas. Me presentó a dos brasileras, una de ellas muy “churrita ala”. Ellas practicando el español y yo el portugués, del cual solo sé decir jogo bonito, por aquello del comercial de nike. Al segundo

día nos fuimos en tren para un sitio denominado el Delta. Allí se unen varios ríos y dan paseos en ferry o lanchas rápidas. Es a una hora de camino desde la estación central de trenes. Y los trenecillos bonitos pero con una mano de pueblo que me hace pensar ¿por qué la gente critica tanto transmilenio?. Vengan y se dan una vueltica en este tren.

Luego del paseo en lancha, terminamos en un parque de diversiones. Había una montaña rusa bastante intimidante y allá nos metimos. Cómo sería esta montañita, que un par de turnos antes la cerraron por unos 15 minutos por una “emergencia estomacal” de uno de sus usuarios. El pobre no aguantó el ritmo y dejó su huella – guasqueada que llaman- en alguno de los asientos. Una vez montados, pues a volar!!!!! Y avemaría qué vértigo tan bravo! Apenas dura un minuto larguito, pero uno siente que son horas y horas de vueltas y empujones. Cuando nos b

ajamos, aquellas dos brasileras no nos querían ni ver. Una llorando y la otra en shock sólo atinaron a decir en un español entendible : NUNCA MÁS!!!!

A Alejandro, el otro colombiano compañero de aventuras, también lo golpeó la montaña y salió rebotado. En fin a todos nos pegó durito ese animalito.

De regreso al hotel, comenzaron las despedidas respectivas, y bueno según las brasileras los colombianos somos muy decentes, caballeros, amables y estaban felices con nosotros. Claro, también con los

argentinos, según ellas pues el casting estaba la locura; Así que colombianas, por aquí hay mercado de sobra y con ese acento pues… por el lado de las argentinas, no sé si se escondieron, porque vi una que otra, aunque el acento sí es influyente.

El abrazo de oso llegó a media noche al hotel, no sin antes dejarles un par de chocolates como recuerdo. Ellas se quedaban y yo arrancaba rumbo a Ezeiza. Nos despedimos con un gran abrazo, beso y tarareando: No llores por mí Argentina. Adiós Buenos Aires y adiós América.

El taxista que me llevó a Ezeiza, todo un bacán. No como el de la llegada, hablamos un rato de lo bueno y lo malo de Argentina. Quién mejor que un taxista para hablar de su ciudad. Me explicó cómo era la Buenos Aires de antes, y cómo estaba ahora. Hasta de doña Cristina me habló.

Siendo la 1 a.m. llegamos a Ezeiza, me registré y todo normal. Esperando el vuelo para dejar América. El cansancio mostraba sus dientes y no veía la hora de estar sentado en ese avión. Para destacar, a un pasajero le quitaron varios productos de mano líquidos de su equipaje de mano y comenzó a tirarlos contra el piso; ent

ró en cólera. Todos pensábamos: Leíste las instrucciones boludooooooooooo! Parece ser que no lo dejaron subir al avión porque no lo vi adentro, y qué peligro un man de estos. Mínimo se molesta porque no hay papel en el baño del avión y va a coger a patadas al piloto.

El avioncito, un Airbus A-340, estaba como nuevo, bañadito, oliendo a bonito y bien arregladito. Allí esperaba comenzar a practicar otro idioma con mi pasajero de al lado, pero ¡Oh sorpresa!, era colombiano, de Bucaramanga; bueno, aprendí a decir ole, toche y pingo.

En pleno carreteo y con ganas de dormir el avión fue devuelto por una “falla técnica”. Ahí nos tuvieron como dos horas. Después de la larga espera: A volar!!!!!!!

Continuará…

domingo, 28 de septiembre de 2008

De Bogotá salí un día…






Aquí estoy, no tengo ni la menor idea de dónde voy. Estoy montando en un avión de Aerolíneas Argentinas rumbo a Sydney. A un nuevo mundo, a una nueva vida y a un nuevo futuro.

En este momento son las 10:20 de la mañana del día 27 de septiembre, en Colombia; 12:20 p.m. hora Argentina; y 1:20 a.m, del 28 en la hora de Sydney. Aproximadamente, llevamos 8 horas de vuelo, y según cálculos del piloto, en 5 más estaremos en Auclkand, Nueva Zelanda para una escala.

Bueno, todo esto comenzó hace un año en un bar de la calle 82, con mi amigo Juan Camilo planeamos este viaje. Nos pusimos como meta un año para hacerlo y gracias al tigre que hay dentro de nosotros lo hicimos. Obviamente, de manera directa o indirecta muchas personas participaron en la realización de esto.

Es que ni aún lo creo, pero eso me demuestra tres cosas: La primera, nada en la vida es imposible; la segunda, todo en está en la mente, quién piense que todo es malo, así le irá, y quien le ordene a la mente conseguir algo, ésta trabajará por ello; y la tercera, que las personas que viajan en primera clase en un avión, les dan todo de primero. Incluso, son los primeros en darse contra el cerro, si el avión se cae. Por eso no es bueno a veces, ser el primero en todo. ¡Así es la vida¡

Bueno la salida de Colombia fue sencilla. Alguna nostalgia por dejar el país, y la familia. Pero siempre que sea para mejorar, pues ADELANTE. Esperaba montarme en el super avión, cuando veo esta navecita, - era más grande un cebollero de la antigua caracas - . El vuelo salió una hora tarde y nos transportaron hasta el avión en un alimentador. ¡De transmilenio!. No sabía que ya llegaba hasta El Dorado. El avión por dentro bien regularcito. Me recordó las épocas de las laticas de Aerorepública que parecían busetas con alas.

Salimos de Bogotá, una hora tarde, y con más de la mitad de las sillas sin ocupar, lo que me permitió armar una camita temporal, no sin antes tomar la respectiva clase de cómo usar el cinturón, cómo usar el flotador, cómo usar las salidas de emergencia, en sus respectivos idiomas. En español, bien; pero el inglés que manejan las azafatas es algo cómico.



No sé si cuando van a hablarlo se ponen una papa en la boca para sonar más play. Algo como “laidissss and yentlemassss, güelcomm tu de flaigt namber XX from Aerolineashhhh aryentinassshhhh pibe….” En realidad, aunque son normas internacionales de la aviación deberían resumir: “Señoras y señores en caso de emergencia, por favor conserve la calma. Cuando esté calmado, corra por su vida” , “Ladies and gentlemans, in case of emergency, please be quite, calm down, when you are, runnnnnnn parceritooooooooooooooooo” El avión hizo escala en Lima. Para cambio de tripulación, y subir más gente. Me pregunto cómo será el diálogo de los pilotos cuando se cambia la tripulación:

Piloto que entra: Ey pibe.. ¿cómo vas boludo?
Piloto que sale: che pibe. Ahí te dejo la nave tanqueadita y lavadita.
Piloto que entra: Como la sentiste
Piloto que sale: Bien, de pronto tenés que embragar bien para encenderlo. Ese clutch hay que cambiarlo pronto. Y no olvidés mirar los niveles de agua y aceite. Eso sí, ya te llené el jaboncito líquido para el limpia brisas.
Piloto que entra: Buena, pibe. Sos grande. Y el tràfico?
Piloto que sale: Bueno qué te puedo decir. Normal. Saliendo de Bogotá, algunos trancones. Vos sabes cómo es allá. Trancones hasta para ir al baño.
Piloto que entra: Grassshias. Sos un mounstruo. Pasame las llaves.
Piloto que sale: Tomá. Llévatelo rápido porque lo dejé parqueado en zona prohibida, y pasá la grúa y te joden estos pibes. Y con lo complicado que ese sacar un avión de los patios.
Piloto que entra: Bueno pie, gracias. Vuelo entonces.




Llegamos a Buenos Aires en la mañana del 25 como a eso de las 8:00 a.m. Dicen que un Aeropuerto refleja el orden de una ciudad, y el de Ezeiza lo vi como regularcito, aunque parece ser que lo están remodelando como El Dorado.

Allí, me esperaba un taxi de los llamados remises, que son quienes entran gente a la Capital Federal. Pero este conductor era más seco que un pan francés. El man me ve llegando con tres maletas y solo atina a decirme,” seguime”.

Caminamos como unas 3 cuadras y yo con las maletas y el man adelante, como si nada. Boludo!!!!!! Bueno subimos al taxi y rumbo al centro de la Ciudad, a unos 30 km. Muy buenas carreteras, pero también bastantes trancones. Llegamos al centro al Hostal el Firulete, cuya entrada parece todo menos hostal.

Timbro y me dicen:
¿Sí?.
Buenas, tengo una reserva.
¿Nombre?
Luis Eduardo Quintero

Subí Y me toca subir como 30 escaleras, con maletas y todo. No había nadie que me ayudara. ¿Dónde me he metido? Y comenzaron las sorpresas.

Continuará…