lunes, 28 de diciembre de 2009

El peligro de enamorarse en un tren...



Algunos lectores, en especial del genero masculino, me han preguntado cómo me ha ido con las mujeres; qué tal son las australianas en temas del amor y otros demonios. Aunque esta es una tela que tiene mucho de donde cortar, pues no solo encuentra uno australianas, sino también europeas, asiáticas y latinas, les contaré una historia que, creo, me dejó marcado.

La tarde caía en Sidney en un día de mediados de noviembre. Terminaba una llovizna cansona de aproximadamente tres minutos y me aprestaba a tomar el tren de la línea de Lidcombe que me dejaría en la estación de Museum, cerca de mi casa en la calle Flinders. Había estado caminando todo el día y mi único deseo era regresar a casa a ver una película que recientemente había comprado: Crepúsculo, la del vampiro pálido y enamorado. En realidad no soy fanático de la película, pero en la tienda en donde generalmente las compro, el DVD estaba en promoción: 12 dólares.

Abordé el tren en la estación de Wynyard y busqué una de las sillas para ubicarme. Iba medio distraído escuchando música desde mi Iphone cuando de repente sentí el que mundo se detenía, todo a mí alrededor se congelaba e incluso el tren no quería arrancar. Ahí estaba ella. Su nombre: Kate.

Por lo general, cuando se viaja en el sistema de transporte australiano, que incluye buses y trenes, se corre el peligro de enamorarse más de una vez. En cada parada del autobús, en cada estación de tren, abordan mujeres extremadamente hermosas, con rasgos físicos de muchas regiones del mundo, que resultan ser aún más atractivos para nosotros. Una de ellas se llamaba Kate.

Estaba sentada en la silla de la mitad, del segundo piso del tren. No pude evitar mirarla pues su rostro era tan perfecto que me impedía mover mis ojos hacia otras direcciones. Me tenía hipnotizado. Para fortuna mía la silla de al lado estaba vacía y decidí sentarme ahí.

Uno de los trucos para mejorar el inglés en Sídney es hablar con las personas en la calle. Preguntar cosas simples: ¿Me puede decir la hora?; perdón, ¿sabe dónde queda esta calle? – así uno sepa dónde queda-; ¿qué bus debo tomar para llegar al Ópera House?, ¿estudias o trabajas?, entre otras. Yo lo había intentado en un par de oportunidades, en muchos casos las personas responden con una amabilidad interesante.

Esta mujer era espectacular, con todas las palabras buenas que la palabra espectacular pueda significar. Debo aclarar que no era el prototipo de modelo de Victoria Secret, revista Soho o portada de los catorce cañonazos bailables. No. Era una mujer sencilla, pero con una belleza tan impactante que desde el momento en que la vi centró toda mi atención. Tenía cabello castaño largo y liso, piel blanca, y ojos color miel. Tenía unas gafas – al parecer recetadas – pero con un modelo que la hacía ver más interesante aún: intelectual, lectora, investigadora, ejecutiva, ufff.

Llevaba un sastre negro de dos piezas; falda un poco más debajo de las rodillas, ceñida al cuerpo, y tacones altos. Su camisa blanca contrastaba maravillosamente con su chaqueta. Como muchas personas que a diario transitan en los trenes de la ciudad, ella llevaba puestos sus audífonos para escuchar su música predilecta, mientras el tren anunciaba la llegada a su destino. Asimismo, no dejaba de mirar su Blackberry, en el cual, supongo, estaría al tanto de su correo electrónico o actualizando su perfil en Facebook.

¿Quién era esta mujer tan perfecta? ¿De dónde había salido? ¿Sería una señal? Había algo que me tenía inquieto.
Me decidí a hablarle. ¿Qué podría perder? Cualquier cruce de palabras o de mirada sería una ganancia para mí, y saldría con una sonrisa. Tenía un enemigo implacable: el tiempo. Además no sabía en qué estación se bajaría ella. Haciendo un cálculo rápido contaba con aproximadamente siete minutos para entablar un conversación; éste era el tiempo que el tren se demoraba en arribar a Museum, mi estación de llegada. ¡Dios, qué nervios.! Me sudaban las manos y los dedos de los pies.

Había detallado que portaba unos documentos, en los cuales se veía el logo del banco Commonwealth de Australia. ¿Trabajaría allí?, me pregunté. Y si me dice que no, ¿qué preguntó después?
El tiempo corría, los nervios aumentaban y yo no hacía nada. El tren había arribado a la estación de Circular Quay. Yo seguía mudo, atónito, impávido, congelado, en resumen, un idiota. -Apúrate Luchito, se te puede estar escapando la mujer de tu vida. -

-Disculpa, podrías indicarme cuál es la estación de Museum. Allí debo bajarme y aún no me ubico. - Ella, muy amablemente y con una leve sonrisa me explicó que debía esperar dos estaciones para llegar. Le di las gracias y volteé nuevamente la mirada. Había roto el hielo y había recibido una respuesta, que aunque ya la conocía, era satisfactoria para mí. Pero algo me preocupó: En los tres segundos que cruzamos las miradas, noté a través de sus lentes, que tenía un par de lágrimas frescas. ¿Qué tendría esta mujer? ¿Tristeza, soledad, trabajo, estrés, desamor?

Más causas cruzaron por mi cabeza, pero me detuve, pues debería centrarme en mi estrategia para lanzar la segunda pregunta.

-¿Trabajas en el Commonwealth? -
-Sí-, me respondió a secas.
-Es un buen banco para estudiantes, yo tengo mi cuenta ahí.-
-Qué bien.-

O no le interesaba, estaba aburrida o no quería hablar con nadie, pues sus respuestas me indicaban eso. Mis ánimos se agotaban y empezaba a hacerme la idea de que ella no era. Así de sencillo. Aunque no podía dejar de pensar en el motivo de su tristeza; sin embargo, si apenas contestaba a secas mis respuestas no me atrevería a preguntar sobre asuntos personales so pena de ser tildado de sapo metiche.

Habían pasado más de cinco minutos y, en unos segundos más, el tren arribaría a mi estación. Lancé mi última pregunta.

-Siempre he querido tener una tarjeta de crédito de ese banco. ¿Es muy difícil obtener una?. -
-No. Llenas una solicitud y te presentas en cualquier oficina.-
-Tienes una tarjeta, por si tengo alguna inquietud-
-Mmmm.. déjame ver…. . … Es tu día de suerte. Es la última que me queda-
-Gracias por todo, aquí me bajo.-

Salí de la estación de Museum, y me dirigí a mi casa, ubicada a unas 12 cuadras de ahí. Mientras caminaba, miraba la tarjeta de esta mujer. Ejecutiva de cuenta del Commonwealth Bank. Mi impresión me decía que tendría unos 26 años. ¿La llamo o le mando un mensaje de texto?. ¿Pero qué le digo?. Sus actos durante nuestra pequeña reunión en el tren mostraron que no existían los más mínimos indicadores de interés hacía mí. Entonces la solución era olvidar el asunto. Pero mi lado idealista del amor salió a flote y decidí mandarle un mensaje de texto.

-Kate, no sé el motivo de tus lágrimas, pero lo que pueda ser, lo superarás. Ánimo. Luis, el que estaba en la silla del lado del tren ;). -

“Send” Presioné el botóncito de mi celular y el mensaje salió sin demora. Ya había caminado unas dos cuadras y no dejaba de mirar la pantalla del celular. Ansioso, esperando. Al no tener respuesta, lo guardé en mi bolsillo derecho del pantalón. Pasaron unos 23 segundos cuando sentí la vibración que significaba un mensaje entrante. La ansiedad superó los niveles permitidos. Poco a poco saqué mi teléfono y con el mayor sigilo dirigí mi mirada hacia la pantalla. -¿Dónde estás?. - Era un mensaje diferente. De mi amiga Pilar.

Continuaba caminando, y a medida en que el minutero de mi reloj avanzaba, se desvanecían las esperanzas de obtener alguna respuesta de aquella mujer que había impactado mi universo.

Serían más o menos las 6 y 23 minutos de la tarde y aunque mi lado idealista me impulsaba a conservar una esperanza, mi lado realista me indicaba que no había nada que hacer. Me sentía como el hincha de su equipo de futbol que espera empatar un partido en una final, para prorrogar su esperanza de ganar el título. Que corre el minuto 91 ó 92 y su corazón palpita, se muerde las uñas, arruga su camiseta, llora, se desespera y, tristemente, el árbitro anuncia el final del juego. Su ilusión había terminado. Yo sentía que mi partido había terminado desde que las puertas del tren se abrieron para bajarme en mi estación.

Para pasar el rato hice un pequeño mercado y llegué a mi casa. Esa noche miré la película “Crepúsculo”. Precisamente para rematar mi noche, la película era bastante romántica y sufrida para sus protagonistas; incluyendo diálogos como “Nunca pensé mucho sobre cómo iba a morir, pero morir en lugar de alguien a quien amo parece ser una buena manera; No puedo perder el control mientras estoy a tu lado”, entre otras. Y con ese par de frases, más otras igual de profundas, el vampiro se levantó a la protagonista.

Aquí recordé mi frase de amor que le dije a la mujer del tren: - ¿Es muy difícil obtener una tarjeta de crédito? - Qué romanticismo.

Se acercaba la media noche y al finalizar la película me acosté a dormir. Estaba muy cansado y fue relativamente fácil caer en un profundo sueño. Pasadas un par de horas, me levanté a mi rutina de siempre con los periódicos. Aún medio dormido revisé mi celular y la pantalla me indicaba un mensaje recibido.
Mi estado aún de somnolencia no me permitía recordar la situación vivida la tarde anterior, así que guardé mi celular y me dirigí al trabajo. Ya más despierto y en camino hacía mi “oficina” lo revisé nuevamente y abrí el mensaje que había recibido.

-Hola Luis, gracias por tu mensaje. Me sacaste una sonrisa. Si aún estás interesado en la tarjeta de crédito, puedes venir a mi oficina. 647 George Street. Saludos. Kate -

Había revivido mi esperanza. Tenía más tiempo de juego en el partido para demostrar que podía ganar. Pensé en responder el mensaje inmediatamente, pero mi lado realista me recordó: -Calma Luchito, si ella te respondió varias horas después, no muestres demasiado interés tampoco-.

Terminé mi rutina laboral y me dirigí a mi casa nuevamente. Me preparé el desayuno y leí los periódicos del día. Aún haciendo estas labores diarias, una ansiedad pequeña se me iba metiendo por el cuerpo pensando en el mensaje que había recibido.

Mi siguiente estrategia se centraría en preparar la visita al banco. Obviamente tenía otro chance de conocerla mejor y ésa era la oportunidad. Dos días después llegué a la oficina del banco. Rápidamente una de las asistentes se acercó a preguntarme el motivo de mi visita.

-¿En qué puedo ayudarle?-
-Me gustaría saber cómo obtener una tarjeta de crédito.-
-Claro que sí, por favor aguarde aquí y en un momento una de nuestras asesoras lo atenderá.-
-Mmmm, en realidad estoy buscando a una de ellas, que me habló de una de las tarjetas, Kate.-
- Ohh, sí. Ella en este momento está con otro cliente, pero le avisaré que usted está aquí.-

Me senté durante varios minutos que me parecieron eternos. Nuevamente me sentía como esa primera vez que la veía en el tren. Imaginaba como sería el encuentro; Kate se lanzaría a mí y me abrazaría tan fuerte que me dejaría sin aire; me daría un gran beso y luego al oído me susurraría: me hace feliz que estés aquí. Ayyyyy el amor…
-¿Luis?.- Escuché mi nombre. Me volteé y la vi. Hermosa como siempre.

-Mucho gusto, soy Kate. ¿Requieres información sobre una tarjeta de crédito?, vamos a mi oficina y te explico. - Claramente no me había reconocido. Mucho gusto, un gato más.

Ingresamos a la oficina y me explicó brevemente el procedimiento para adquirir una tarjeta de crédito para estudiantes. Me pidió unos datos sobre mi cuenta de ahorros y descubrió un secreto que le había escondido desde nuestro encuentro en el tren. Yo ya contaba con una tarjeta de crédito de ese banco.

-El sistema me dice que ya tienes una tarjeta. ¿Deseas otra, aumentar tu cupo tal vez?-
-No, mira, bueno, la verdad es que….. no sé si me recuerdes soy a quien conociste en el tren.-
-No, sinceramente no te recuerdo. Qué día fue.-

-Hace dos días, en la tarde, ibas en el tren, no sé a dónde e ibas triste. Parecía que lloraras.-
-Ahh sí, te recuerdo, eres el chico del mensaje de texto. Fue un lindo gesto de tu parte.-
Estaba atrapado, ya no podía inventar más excusas sobre tarjetas de crédito, bonos del tesoro, etc. Tenía que lanzarme. Como pude me armé de valor y solté la siguiente frase que cambiaría para siempre mi vida.

-¿Y qué más?-

Ella me miraba algo extrañada, aunque sonreía un poco, lo que consideraba algunos puntos ganados en mi estrategia.

-Kate, la verdad es que simplemente busqué una excusa para hablarte ese día en el tren. Así como para venir a saludarte hoy. Yo no necesito ni tarjetas de crédito, ni abrir otra cuenta para ganar más intereses. Simplemente vine a verte y a decirte que me pareciste una mujer muy hermosa, y que lamento que estuvieras triste ese día. Me gusta comer donas y quisiera invitarte una.-

Aclaro que todo esto se lo dije en inglés, que sumado a mis nervios, ansiedad y demás demonios que me golpeaban por dentro, salió muy enredado. Aunque por su gesto entendí que lo había captado.
Con una sonrisa aún en su rostro me mostró su mano. En uno de sus dedos brillaba un anillo. -Soy una mujer comprometida-, señaló.

Me quedé mudo.

-¿Sigues ahí? - , preguntó irónicamente.
-No hay problema Kate, tu prometido no se enterará de lo nuestro. -, respondí jocosamente.
Kate soltó la risa.
-Eres un hombre muy divertido. -
-Tenía que intentarlo. Igual fue chévere conocerte. -
Me levanté de la silla y me dirigí a la puerta.
-¿Y mi dona? -, preguntó Kate. -El hecho de que esté comprometida no me impide salir a comer donas. Pero yo te invito el café, ¿te parece? -
-Sería un buen plan-, respondí.
-Yo salgo en dos horas, pasa por mí y vamos a Starbucks.-

En una hora y cincuenta minutos estaba sentado nuevamente esperando por ella en la recepción del banco. Segundos después salió ella. Nos dirigimos a un Starbucks cerca al banco. Allí hablamos por espacio de 43 minutos. La química entre los dos era evidente, aunque yo ya la había etiquetado como amiga, pues estaba comprometida. Ya más en confianza le pregunté el motivo de su tristeza.

-No soy feliz con mi vida.-- apuntó.
Explícame eso. Eres una mujer bonita, tienes trabajo, familia y te vas a casar. ¿Quieres más? -
-No sé, mi vida es cuadriculada. De la casa al trabajo, del trabajo a donde mi novio, luego a mi casa, y al otro día lo mismo -
-Y por qué no cambias? Rompe las reglas, vive la vida. -
-Suena tan fácil-
-En realidad lo es-
-Mañana saldré a tomar fotos en la noche, cerca al Opera House, quieres venir. Es un plan sencillo, sin reglas ni condiciones. Simplemente caminamos y vamos tomando fotos. Podemos rematar en McDonalds, comiendo papitas y helado. -
-No sé, no sé si pueda.-
-Sí puedes, inténtalo. Mañana a las 5 y 18 de la tarde te esperaré aquí en este café.-

Nos despedimos.

Al otro día, cinco minutos antes de la hora pactada ya estaba sentado esperándola. Pedí un café y luego miraba por la ventana en dirección del banco. No había rastro de ella. Siendo las 5:27, cuando ya daba la daba por perdida, llegó.

-Lo siento, mi jefe me demoró. Además quise cambiarme para caminar y tomar fotos. -

Efectivamente llegó vestida con jean y camiseta. Sin maquillaje. ¡Dios! Sí que se veía hermosa. Durante nuestra sesión de caminata y de fotos hablamos de nuestras vidas. Si no supiera que estaba comprometida, juraría que había una gran empatía entre nosotros, pues había miradas fijas de bastante duración, toques leves de mano, abrazo iba y venía. Aunque no me arriesgaba a hacer nada más, pues la palabra “comprometida” retumbaba en mi cabeza.

Yo le conté que iba para Colombia en algunas semanas, pero que me gustaría seguir en contacto con ella. Que aunque comprometida podíamos tener una linda amistad – esto sonó muy cursi, jajaja-.
-Yo también saldré de vacaciones. Voy para Europa la siguiente semana. Pero estaremos en contacto. Contigo se pasan momentos divertidos.-, apuntó.

¿Se va para Europa la siguiente semana? , ¿no es feliz con su vida?. ¿Regresará ya casada? Ay Dios.. ¿qué hago?. El tiempo de la cita se acababa y presentía que no la vería más hasta nuestros respectivos regresos de vacaciones.

¿Y si intento algo? Otra vez la ansiedad se apoderó de mí. Me sentía como un niño que debía decirle a su mamá que había perdido una materia en la escuela. Se acercaba la hora de la despedida.
-Luis, en realidad fue un placer conocerte. Te deseo un buen viaje y nos veremos el próximo año.-
Se acercó, me dio un beso en la mejilla seguido de un abrazo de siete segundos. Yo estaba mudo. Con la cabeza asentí la despedida y levanté mi mano para decir adiós.

Poco a poco se fue alejando, dio tres pasos hacia atrás y giró su cuerpo para caminar hacia su destino.

Comenzaba a alejarse…

-Kate, espera.-

Ella volteó.

-¿Sí?-

Me acerqué y le di un beso en la boca. No pasó de tres segundos, pero para mí fue un siglo.
Ella me miró. No estaba ni molesta, pero tampoco se veía feliz. No nos dijimos nada. Esperaba que ella pronunciara alguna palabra, o, en el peor de los casos, una cachetada australiana.
Nada, no decía nada.

Por los gestos de su boca, se disponía a expresar un par de palabras… Ya nada me importaba, la había besado y lo que me dijera, bueno o malo, no me importaría. Aunque esperaba que fuera algo bueno.

-Luis… -suspiró- quiero que sepas que…-

Mi celular sonó. Curiosamente no era el ringtone habitual, era la alarma que había programado la noche anterior para levantarme.

Ahí fue cuando me desperté….


FELIZ DÍA DE LOS INOCENTES… Jajaja!!

luiseduardo@lavidaenaustralia.com

Pdta: para quienes no conocen la tradición de las INOCENTADAS en Colombia, pues toda esta historia es inventada. Solo quise ver quién caía. No me odien.

Como compensación pronto publicaré una crónica real sobre las mujeres en Australia. Feliz año para todos.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

De regreso a la tierrita: Sidney - Los Ángeles - Houston - Bogotá



Luego de finalizar el colegio tuve dos meses de vacaciones. Las opciones eran varias pues en este país es fácil viajar a otros destinos tanto nacional como internacionalmente. Las opciones eran Tailandia, China, Japón, Nueva Zelanda, entre otras. Aquí pesó la tierrita y decidí viajar al país que me vio nacer: Colombia.

Había comprado los tiquetes con varios meses de anticipación y directamente en los sitios web de las aerolíneas –se ahorra bastante-. Cuando coticé el tiquete Sídney-Los Ángeles-Bogotá, una agencia de viajes en Sídney me lo ofrecía en AUD 2400. Visitando los sitios Web de las aerolíneas logré conseguirlo en AUD 1800. Simplemente acomodé las fechas entre vuelos. Obviamente para viajar a través de los Estados Unidos me exigían la visa.

Recuerdo cuando fui a solicitarla en el consultado de los Estados Unidos en Sídney. Siempre tenía en mente los cuentos que oía de aquellos que habían solicitado la visa. Comentarios como «uy, eso se la niegan; depende del cónsul; con los gringos no se sabe», etc pues me arriesgué a pedirla. Ese día fui, como siempre, con la tonelada de documentos entre certificaciones académicas, laborales, cartas de recomendación, extractos bancarios, foto impresa en frente del Ópera House, y demás papeles. Iba algo “tranquilo” pues ya tenía una visa de dos años en Australia, varias visitas a países en Suramérica y me había visto Armaggedon, Titanic y el día de la independencia. Me sentía preparado.

La taquicardia de entrar a una embajada o consulado americano es inminente. Imaginaba que la cola de aspirantes estaría más larga que 200 mil pesos de longaniza, pero curiosamente no había más de 20 personas durante ese momento. Eso sí, las medidas de protección me parecieron exageradas por ser Australia, pero ni modos de protestar so pena de que me negaran la entrada. Una vez adentro me atendió una mujer. Me solicitó los papeles, me ordenó sentarme y esperar. Allí, en una sala de espera, varios ciudadanos de diversas nacionalidades aguardaban su turno frente al cónsul. Había dos de ellos, hombre y mujer. La mujer estadounidense sonreía más y se le notaba más amable con los aspirantes. El otro sí tenía una cara de mal genio que se le notaba de lejos. Tengo la impresión de que todos querían entrevistarse con la mujer amable – me incluyo-. Las entrevistas con ella ser tornaban tranquilas; preguntas iban y venían. Los rostros de los entrevistados delataban todo. Miradas al frente y leve sonrisa era sinónimo de visa aprobada. Los demás rostros significaban: Hoy no fue.

Por dentro pedía que me atendiera la mujer. Comencé a ordenarle a mi mente: “que me atienda la señora, que me atienda la señora, que me atienda la señora, que me atienda la señora…” ¿Adivinen qué? Me atendió fue el hombre… « ¿Propósito de viaje a los Estados Unidos? », preguntó. «En realidad no voy para los Estados Unidos. Voy de paso para Colombia», respondí.«Ahhh, entonces usted no necesita una visa de turista, usted lo que necesita es una visa de tránsito. ¡Concedida! ». Cuando escuché esto se me pasaron unas trescientas veintidós frases para explicar por qué yo había dicho eso. Ya no podía hacer nada. Aquí no era como la tienda de barrio en que podía decir: «Vecina ¿me cambia la mogolla por un roscón? ». Sólo atiné a contra preguntar « ¿Disculpe, una visa de tránsito cómo funciona? ». «Es una visa de cinco años que le permite estar de tránsito hacía otro país las veces que quiera con una estancia de hasta ocho horas en el aeropuerto. Next!!! »

Sentí que ni perdí ni gané. Simplemente había empatado. Apenas llegué a la casa averigüé todo sobre la visa de tránsito y realmente es casi una “visa de turista” pues me permitía ingresar a Estados Unidos y estar hasta 28 días allí, siempre y cuando tuviera tiquete con destino a otro país, y, efectivamente, yo lo tenía.

Pasaron un par de meses y el día del regreso había llegado. El cuatro de diciembre arribaba a la hora prevista al aeropuerto de Sídney, cargado con una maleta grande, mi morral de montaña y otro pequeño morral de asalto que usaba como equipaje de mano. Haciendo el check in me llevé mi primera sorpresa: Tenía exceso de equipaje.

La tropa de amigos y contactos me habían encargado llevar los respectivos suvenires australianos, muchos de ellos “made in China” para sus respectivos familiares, amigos, y uno que otro tinieblo. En total, la aerolínea permitía 30 kilos de equipaje, sin importar el número de maletas, y yo llevaba 35. « ¿Puedo dejar cosas? », pregunté a la asistente. «Por supuesto», respondió ella sin titubear. Me salí de la línea de pasajeros con mis maletas y caminé hasta encontrar una silla. « ¿Y ahora qué dejo? ». Apenas abrí la maleta más grande me entró la pereza de comenzar a buscar y decidir qué dejar, además ¿dónde lo iba a dejar? ¿Con una de las azafatas, detrás de inodoro en uno de los baños y luego lo recogería?. ¡Patrañas!. Desistí. A pagar la multa. 130 dólares australianos del alma.

La salida por inmigración fue larga pero aburrida. Finalmente estaba a unos minutos de abordar el vuelo que me llevaría por primera vez a los Estados Unidos. Una vez la azafata anunció el grupo de filas donde se incluía mi silla ingresé al avión. Debo aceptar que este avión me descrestó. Pertenecía a una aerolínea relativamente nueva llamada V-Australia.

Para quienes saben de aviación, éste era un “Boeing 777-300ER es la versión con alcance extendido (ER, la designación para “Extended Range”), y contiene muchas modificaciones incluyendo los reactores GE90-115B que son los de la mayor potencia del mundo con un empuje de 115.300 lbf (513 kN)”, -tomado de Wikipedia-; para los que no tenemos idea de aviación este era tremendo animal. Y eso sentí apenas abordé. –Sí, era mi primer vuelo en un avión así-. Obviamente uno medio ignorante en semejante nave, no está exento de cometer alguna burrada. Había sido ubicado cerca de las salidas de emergencia hacia la mitad del avión. Mi silla era la de la mitad, de un grupo de tres, ubicado en la hilera central.

En esta posición tenía más espacio al frente para descansar, pero así mismo no tenía nada adelante, ni una pantalla de tv personalizada, o un tv grande para varios o por lo menos un libro de Sudokus. Nada. Frente a mí había una pared blanca, larga, cansona, y poco entretenida. « ¿Y ahora?», me preguntaba, afirmando una vez más que me había mordido el marrano. Ni corto ni perezoso me dirigí a una de las azafatas. «Disculpe, yo había solicitado que me ubicaran cerca a una de las salidas de emergencia y aunque mi petición fue aceptada, eso no significaba que renunciaba al sistema de entretenimiento durante el vuelo». « ¿Señor, dónde está ubicado? ». «Sígame y la llevo a mi silla». Luego de recorrer el pasillo derecho desde la cola del avión llegamos a mi silla. « ¿Ves? ». Tengo la impresión de que la azafata evitó reírse por decencia. «Señor en las salidas de emergencia los sistemas de entretenimiento están ubicados debajo de las sillas. Si usted se sienta y aprieta este botón tendrá su sistema de entrenamiento activado». Efectivamente la azafata activó el sistema y se desplegó una pantalla de video pequeña debajo de la silla y quedó en frente mío, parecido a aquellos pupitres de la universidad. « ¡Ups, qué oso!»

Pasada la pena, me encontraba sentado en medio de dos extranjeros. Uno de ellos me saludó y comenzamos una amena conversación que se alargó por espacio de una hora mientras el avión despegaba, ganaba altura y nos servían la comida. El hombre era un australiano que viajaba a Estados Unidos a pedir la mano de su novia norteamericana. Su vida se enfoca en dar esperanza a jóvenes caídos en desgracia, infelices o con problemas, según me contó. Una de sus hazañas fue haber atravesado caminando casi toda Latinoamérica. La única parte que no pudo atravesar caminando fue el famoso Tapón del Darien, una zona selvática inhóspita, casi inexplorada ubicada en medio de la frontera entre Colombia y Panamá.

Luego pasamos a la cena y nos dedicamos a disfrutar del entrenamiento. Este era un sistema interesante con varias alternativas para que los pasajeros no se aburrieran. Incluso había una opción de entrar a una sala de chat para interactuar con otros pasajeros dentro del avión. Por curiosidad ingresé, pero era evidente que nadie aparecería pues rondaba casi la media noche, muchos pasajeros ya dormían y no veían como opción conocer a alguien en un chat de un avión. Aunque sí conservé la esperanza de conocer a una australiana aburrida en el vuelo y que luego de varios minutos de charla me dijera: «Qué te parece si nos vemos detrás de la cabina de los pilotos. Te espero en cinco minutos, estoy con una camisa blanca y bufanda».
Escogí una de las películas que ofrecían, pasando por algunos videos musicales y juegos de video, para finalmente quedarme dormido. Faltando unas dos horas para el aterrizaje conversé nuevamente con Samuel, el australiano, aunque su nombre de pila era Sam. Le pregunté el porqué de su nombre y me dijo que había sido en honor al arcángel Samuel.

No hice más preguntas. Curiosamente llevaba una especie de férula en ambos brazos debido a un accidente ocurrido en sus travesías. Un día iba caminando, las estrellas brillaban, miraba los pajaritos, el cielo azul…. Y ¡ZAS! Se fue de jeta contra el planeta. Afortunadamente no pasó a mayores. Sam se veía enamorado. Incluso me mostró el anillo de compromiso e hicimos un saludito, en video y en español, para su prometida, deseándole feliz navidad. Quedamos en encontrarnos en Sídney a nuestros respectivos regresos pues quiere aprender más español y yo quiero tener más amigos que me hablen sólo en inglés.

Una vez aterricé en el aeropuerto de Los Ángeles en Estados Unidos sentí una ansiedad por estar ahí. Como si mi inconsciente se untara de esa imagen que tenemos – que a veces creo que es entre nosotros mismos los que nos tratamos tan mal, nos discriminamos y nos damos tan duro- . Varios minutos después ya estaba haciendo la cola de inmigración. Personas de todas las nacionalidades esperaban ansiosamente su turno frente al oficial sentado en los puestos de inmigración. Algunas personas pertenecientes a los equipos de seguridad del aeropuerto anunciaban en inglés y español las indicaciones que deberíamos seguir antes de presentarnos. Algo que me pareció curioso es que muchos de los oficiales a cargo de inmigración tenían rasgos de otras regiones. El que me atendió parecía tener ascendencia mexicana, y su lado en otras cabinas vi otro par de ascendencia asiática.

A medida que la fila avanzaba muchos de quienes esperábamos ingresaban sin inconvenientes, algunos otros eran demorados más de lo normal y a un par, mientras esperaba mi turno, vi cómo se les solicitaba esperar mientras llegaba otro oficial para llevarlos a una entrevista personalizada.

Mi turno llegó. Estaba inquieto pero tranquilo, o más tranquilo que inquieto. En fin; presenté mis papeles. « ¿Motivo de viaje? » «Estoy de tránsito para Colombia». « ¿Qué hace en Australia? » «Estudio».

Sin más preguntas me tomó unas huellas, una foto y me puso el sello de ingreso. «Bienvenido». Me pareció una entrada normal. Cuando salía del aeropuerto, el señor encargado de revisar que efectivamente llevábamos nuestros equipajes me preguntó con acento mexicano si venía por negocios. «De vacaciones», respondí. Fue mi último encuentro con la autoridad antes de ingresar definitivamente a Los Ángeles.

Al salir del aeropuerto había un grupo de voluntarios ayudándole a las personas desubicadas. Una señora se me acercó ofreciéndome “voluntariamente” su ayuda. Le di la dirección de mi hotel y me indicó que a dos cuadras una camioneta me recogería. Le dije gracias por su ayuda y me hizo cara de que gratis no había nada. Saqué algunas monedas para entregarle pero me dijo que no recibían monedas. En total había unos ocho dólares australianos en monedas pero ,aún así, según sus políticas, no estaba permitido recibir monedas. Le di las gracias y le dije que lo sentía mucho, que entonces me iría a buscar a una persona que me recibiera las monedas, pues para mí eran dinero. La señora insistía en que debía hacer mi aporte voluntario y terminé dándole un billete de cinco dólares australianos. Luego un señor filipino me indicó que debía esperar a que llegara mi taxi. El hombre llevaba 36 años en Estados Unidos, con un español a medias y aburrido con su trabajo. Le pregunté que cuál era su objetivo en este país: «Lograr mi pensión y regresarme, aunque sólo con mi esposa pues mis dos hijos nacieron aquí y aman este país. Una vez los llevé a Filipinas de vacaciones y no les gustó». A veces creo que los países son como los papás; papás no son quienes nos engendran, sino quienes nos crían.

Una vez instalado en el hotel me sorprendió un poco que la gran mayoría de personas hablaran español. Al otro día salí a conocer el downtown en Los Ángeles y noté que la influencia hispana en esta zona es altísima, casi me sentía en una ciudad latina pues muchos hablaban español, veía avisos de tiendas, almacenes y restaurantes en español. Incluso los mensajes de audio del metro se anunciaban en los dos idiomas. Creo se debe a su cercanía con la frontera mexicana. Realmente no podría dar una idea exacta de lo que es Estados Unidos pues apenas estuve tres días; aunque sí quiero resaltar un par de cosas me sucedieron.

En el downtown iba caminando songo sorongo, tomando fotos cuando vi un carrito de McDonald’s -como el de la foto- súper bonito, esperando a que cambiara el semáforo. Corrí a tomarle una foto cuando escuché un grito: «Corttteeeeeeeennnn». El carrito hacía parte de un comercial de McDonald’s que filmaban en ese momento y yo, cual gato metiche, me les había tirado la toma. Uno de los coordinadores me gritó que me quitara. «No necesita gritarme para que le entienda», le respondí. Al rato llegó una de las coordinadoras y ella sí me solicitó amablemente que me retirara. Le ofrecí disculpas por la interrupción. Ella me indicó donde ubicarme para no interrumpir la toma y ahí estuve un buen rato observando cómo se desarrollaba el comercial. Aunque parecía un día normal, desde los policías, hasta los taxistas y transeúntes, todos eran actores contratados por la producción.

En Los Ángeles se puede pasar de la opulencia de Hollywood, Beverly Hills, Rodeo Drive entre otros, a la pobreza en otros suburbios. Hay una línea de metro, que me pareció súper efectivo, pero me contaban que sólo lo usan los inmigrantes recién llegados, los pobres y los indigentes. A mí me paseó sin problemas, aunque reconozco que la primera impresión de algunos de sus pasajeros era algo tenebrosa. Los Ángeles es una ciudad grandísima y es casi una obligación tener un auto. De la zona opulenta se caracterizaban las mansiones de varios millones de dólares, pasando por carros lujosos, tiendas de marca y calles casi perfectas. De la zona pobre curiosamente veía personas viviendo casas viejas, con daños, pero en su garaje un gran auto. Un inmigrante me dijo que en algunos casos estas personas llegaron a poblar estos suburbios porque debido a la crisis hipotecaria que hubo, perdieron sus casas y no tuvieron opción. «En otros casos, simplemente tú puedes llevar tu carro y mostrarlo en todas partes, tu casa no», puntualizó.

Cuando fui en el metro a Hollywood, para salir de la estación hay que tomar una escalera eléctrica larga, una vez la fui subiendo comencé a ver las luces y a sentir el ambiente de Hollywood, pues la estación queda casi al frente del paseo de la fama, donde están ubicadas en el piso más de 2.000 estrellas en honor a las celebridades. Aunque lo que verdaderamente me llamó la atención fueron los personajes que se disfrazan de las celebridades, pero con una calidad y actitud que cualquiera pensaría que efectivamente son ellos. A través de las calles pude ver a los Piratas del Caribe, Batman, el Guasón, Bumblebee – el Chevrolet camaro de Transformers-, Snoopy, Bob Esponja, entre otros.

Estos personajes viven de las propinas que las personas les dejan por tomarse fotos con ellos. Es más, sería una buena opción si uno se queda sin trabajo. Si usted se parece a una celebridad disfrácese y déjese tomar fotos con los turistas. O compre un disfraz de Pluto, Tribilín, Donald, Barney, y tendrá un dinerito extra.
Lo que me decepcionó fue saber que Batman y El Guasón eran muy buenos amigos, incluso algunas veces, en presencia de sus fans, se repartieron las propinas que les daban los turistas.

No hubiera conocido nada de esto de no ser por Facebook. Gracias a Facebook conocí a Susana, una colombiana radicada en Los Ángeles quien amablemente me paseó por casi toda la ciudad. Gracias a ella y a su esposo Michael por su hospitalidad durante mi estadía. ¿Ven? No todo en Facebook es malo. Ella me llevó a comer al restaurante colombiano La Fonda Antioqueña. El local estaba adornado con pequeños cuadros de Fernando Botero, fotos con artistas latinos famosos y los dueños, y la comida, como restaurante colombiano que se respete, en grandes cantidades. Solo pude comer medio plato de la carnita desmechada que había pedido.

Luego de más visitas, compra de regalos y un intento de gripa cansón, llegó la hora de volar a Bogotá. Saliendo del aeropuerto de los Ángeles me quitaron mi bebida multi vitamínica que Susana me había dado para el viaje. En comparación con el Aeropuerto de los Ángeles, el de Houston, donde hice escala, me pareció espectacular, aunque llegué casi a media noche y casi todo estaba cerrado. Me subí al avión con rumbo a Bogotá.

Luego de casi 20 horas en aviones y 72 horas en otros países finalmente aterrizaba de madrugada en Bogotá. Me esperaban mi hermana y mi amigo Juanito.

Algunos amigos de Australia y otros países me dejaron mensajes preguntándome cómo veía a Colombia, a Bogotá, a la gente.

Ya les contaré.

A la conquista!!!



Nota del autor: Quiero agradecer a las personas, especialmente colombianos en el exterior, que ven reflejadas algunas de sus experiencias en el extranjero, con las descritas aquí. A los que me felicitan por como escribo y que me animan a seguirlo haciendo, a ellos gracias. A quienes no están de acuerdo con muchas de las cosas que escribo, pero que con respeto hacen sus críticas, a ellos también gracias.

En cambio a los que critican por criticar, que nada les gusta, que viven amargados, les tengo un truco buenísimo para mejorar su calidad de vida. Este truco lo aprendí hace algunos años cuando comencé a aprender sobre computadores. Arriba de sus pantallas, en los navegadores de internet del sistema operativo Windows, en toda la esquina a mano derecha, hay una X. ¿La ven? A la cuenta de tres dan clic y se les soluciona el problema.

A ver, yo les ayudo: A la una….. a las dosssss yyyy a lasssssss tresss!. ¡¡¡ CLIC !!!

martes, 8 de diciembre de 2009

El hampón que no sabía hablar inglés



Hace algunas semanas una amiga fue víctima de un atraco en Sydney. ¿Cómo, en Australia? Se preguntarán muchos. Sí, en Australia. Aquí también matan, roban, estafan, entre otros problemas, aunque la tasa es bastante inferior frente a países donde estos acontecimientos son considerados deporte nacional.

Patico, apodo que le pongo para que no sepan que se llama Patricia, que le decimos Paty y que aparece en la foto, caminaba tranquila por una calle más de las miles que hay en Sydney, por el suburbio de Dulwich Hill. Ella regresaba luego de su jornada de trabajo en un colegio. Eran aproximadamente las nueve y diecisiete minutos de la noche y algún amago de lluvia asomaba. Estaba contenta pues se acababa de comprar una blusa y no veía la hora de llegar a casa para medírsela nuevamente.

A pocas cuadras del colegio, Paty seguía la misma ruta de todas las noches para llegar pronto a su apartamento. De repente, en frente de ella, a unos pocos metros, apareció un hombre que caminaba en su dirección. Patico realmente nunca imaginó lo que sucedería, pues estando en tierras australianas la sensación de inseguridad que traemos de nuestros países se va perdiendo poco a poco. Patico pensó que era un habitante más, otro inmigrante, mejor dicho, otro gato.

La situación parecía el cuento de Caperucita Roja. Ella caminaba con su canasta de pasteles – en este caso su bolso, con la blusa nueva y otras pertenencias-, por el camino en medio del bosque para llegar a casa de la abuela. De pronto apareció el lobo. –Hola caperucita, ¿a dónde te diriges- etc…

Lo diferente del cuento con la situación real es que aquí no apareció un lobo, lo que apareció fue severa rata, es más rata es poquito comparado con este malandro maldito. Sin mediar palabra, el hampón comenzó a golpear a Patico. Uno de sus primeros golpes fue a dar en su rostro. Quedó medio privada. Estoy seguro de que este hampón no sabía hablar inglés, pues hubiera sido más sencillo pedirle la plata, el bolso, o el celular. Aunque claro, en las escuelas de inglés no enseñan eso, sólo aprendemos en situaciones legales. Can I have a beer?, sorry, could you help me please?. Si este atracador hubiera pasado por una escuela de inglés, con un simple excuse me, can I have your bag, your money and your mobile, please? se hubiera ahorrado la golpiza, el susto y las demás angustias vividas.

Pero no, este idiota siguió golpeando a Patico, con una sevicia de boxeador de peso pesado. Patico, instintivamente comenzó a gritar, y a pedir por ayuda. El animal se ensanchó en tratar de quitarle el bolso, que para infortunio de Patico se lo había puesto cruzado por el cuello, entonces los golpes se intensificaron para tratar de arrebatárselo. Al final, de tanta fuerza, el ladrón logró quitárselo y huir. Algunos vecinos, alertados por los gritos, socorrieron a Patico. Fue subida a un taxi con rumbo al hospital más cercano. El resultado de este atraco: Quijada dislocada, moretones por la cara, el susto del atraco, un bolso perdido, una blusita sin estrenar y aproximadamente 500 dólares de botín para el ladrón.

Yo me enteré de la situación al otro día. Un amigo en común me llamó a contarme lo sucedido. Salí hacía el hospital al cual habían llevado a Patico. Allí la encontré, su rostro reflejaba la tragedia. Estaba casi irreconocible, aunque consciente. Incluso su acento era diferente pues al tener la quijada dislocada su forma de hablar era extraña, casi como un acento 100% australiano. Me recordó la imagen de una mujer de la costa colombiana, de la alta sociedad, quien hace unos años fue salvajemente golpeada por el animal que tenía -¿o tiene?- por marido. La impresión era casi la misma. En el hospital ubicaron a Patico en una camilla, junto a otros pacientes. En este sitio la atendieron bien y le brindaron los cuidados necesarios mientras la evaluaban los especialistas. Debo anotar que un par de enfermeras estaban bien lindas.

Durante su estancia en este hospital, comenzó un desfile de visitantes, dentro de los cuales se encontraban médicos especialistas, enfermeras, policías, amigos, el arrunche, incluso un par de periodistas de algún periódico medio amarillista con tal de tener la chiva para sus ediciones. Todos abrumados por lo que le había pasado a Patico, incluso le asignaron un psicólogo para evaluar un posible trauma emocional. Esto sí me pareció curioso, pues aunque para Australia esto puede ser un suceso extraño, nosotros estamos casi acostumbrados a estas situaciones, con una sensación de inseguridad y prevención para todo.

Luego de las correspondientes evaluaciones, exámenes, toma de muestras, visitas, testimonios, repetir 345 veces la historia, palabras como: Tenaz, uishhh, ¿cómo?, pobrecita, qué vaina, lo siento, ¿cómo te sientes?, ¿necesitas algo? ¿Y quién te hizo esto? ¿Cogieron al tipo?, si necesitas algo sólo dímelo, entre otras, Patico fue remitida a otro hospital debido a que era necesario hacer un mejor examen de su quijada para saber si debía ser intervenida quirúrgicamente. Estábamos Patico, un amigo y yo hablando, cuando llegaron dos paramédicos con la orden de trasladarla.

Ya comenzaba a sentirme en un paseo de la muerte pues durante todo el proceso Patico pasó por tres hospitales, más que todo porque en dos de ellos no estaba el especialista o el equipo necesario para evaluar su mandíbula. Los dos paramédicos llevaron a Patico hasta la ambulancia. En el parqueadero noté que había por lo menos siete ambulancias disponibles para emergencias. En una de ellas la acomodaron y nos permitieron a Juan Carlos y a mí acompañarla hasta el otro hospital.

La ambulancia tenía todos los juguetes, equipos, instrumentos, mejor dicho, faltaba que tuviera piscina. Viajamos hacía el hospital de Liverpool; La conductora y yo adelante, Juan Carlos atrás con Patico y el paramédico a su lado pendiente de ella. Después de casi 40 minutos de camino llegamos a Liverpool.

Allí los paramédicos cargaron a Patico y siempre estuvieron pendientes de ella. Debo destacar que uno de ellos me dijo que la paciente era su responsabilidad y hasta que no la dejaran ubicada en una habitación o bajo el cuidado de un médico no la abandonarían. Aquí se me salió un ¡guau! Al rato apareció una de las encargadas preguntando por el caso y por el estado de Patico. Ya nos iba a cobrar un dinero por recibirla, pero le dijimos que Patico contaba con un seguro, por lo que nos recibió sin inconveniente, aunque aseguró que el hospital estaba lleno y no había cuartos suficientes. Al final, trató de buscarnos una habitación y como no había, nos mandaron a un consultorio ortopédico. Allí los paramédicos bajaron a Patico a la cama y en ese momento apareció la dueña del consultorio con un paciente, haciendo una cara de ¿ustedes qué hacen aquí?. Los paramédicos, ya incómodos, tuvieron que subirla nuevamente a la camilla e ir a buscar otra habitación. Terminamos en otro consultorio esperando la atención del médico respectivo.

Pasados unos minutos apareció. Era un indio, de la india por supuesto, no piensen mal. Llegó disculpándose por la situación que pasamos en el hospital, argumentando que este era el hospital de Liverpool, como queriendo decir que era más pobre, lleno de pacientes y algo desordenado, lo que realmente no nos pareció, pues creo que siempre estuvimos bien atendidos. Luego, el hombre saca las radiografías y las ubica en la pantalla y comienza a explicarnos lo que había que hacerle a Patico. No entendí mucho, pero decíamos yes, mmm ok,,, yes…mmm… ahhh of course yes…

Lo que confirmaba era que teníamos que esperar para evaluar a Patico con un equipo especial y decidir si era necesaria una cirugía. El doctor le dijo a Patico que se acomodara en una silla para darle un vistazo a su cara. El hombre la tomó por la cabeza e intentó suavemente acomodar su mandíbula; luego hizo la pregunta de rigor ¿duele?. Patico sintió como si un sobandero, de esos a los que mi mamá me llevaba cuando me dislocaba un hueso, estuviera intentando cuadrarle la mandíbula. Su grito fue inminente. Creo que no fue necesario afirmar que le dolía.

Las radiografías mostraban que efectivamente había una dislocación de un hueso. Afortunadamente luego del examen no fue necesario hacer cirugía, simplemente la anestesiaron, cuadraron el huesito y arreglado el asunto. Lástima que con eso Patico volvió a su acento natural, pues con el golpe tenía un acento inglés casi que perfecto, quien la viera pensaría que era australiana de raca mandaca.

Patico fue incapacitada por varios días lo que significó que debió ausentarse de su trabajo. Para sorpresa mía, su jefe accedió a pagarle la incapacidad – todavía no me la creo-. Pues aquí prospera la ley de: si te enfermas te jodes, en especial si tu jefe es latino o asiático. Aunque al final de la incapacidad su jefe la llamaba insistentemente para saber cuándo iba a regresar, pues aunque Patico ya podía trabajar, perfectamente pudo tomarse sus días de incapacidad para descansar.

El seguro de su trabajo cubrió todo y Patico no pagó nada, bueno, pagó la novatada, pues en Colombia nunca le pasó algo similar.

De lo poco que se salvó fue el celular, pues Patico lo llevaba en su bolsillo. Claro que la golpiza hubiera sido más grande donde este man le diga: deme el celular, y Patico le responda: Claro, 0425 874 XXX

A la conquista!!!

jueves, 15 de octubre de 2009

Reflexiones de aniversario...


He cumplido un año y algunos días más en Australia. A través de este tiempo he vivido cosas demasiado buenas, buenas, regulares, malas y demasiado malas. De todas he aprendido y de las que vienen aprenderé más.

Hace poco una lectora de este blog me sugería algo: Regrésate. No eres feliz aquí. En Colombia hay muchas cosas para hacer. Yo le pregunto ¿Qué es ser feliz?. ¿Difícil responder, cierto?. Para mí la felicidad tiene muchas facetas y en Australia soy feliz en unas cosas y en otras no; como en la vida misma, sólo que como seres humanos a veces nos sentimos intimidados cuando decimos que no somos felices en algunos aspectos, pues algunos nos llamarán personas pesimistas, amargadas, etc.

Para unos la felicidad es tener un pasaporte Australiano, o por lo menos la (PR, Permanent Resident). Y para llegar a esto hay que trabajar duro, pero extremadamente duro. Cuando muchos la obtienen son felices. Para otros, ser felices es simplemente el hecho de estar aquí. Algunos otros son felices hablando inglés, otros hablando mierda; para algunos es tener sexo con australianas o australianos. La felicidad para otros es estar casado con el amor de su vida, tener hijos y un perro llamado Tony.

Otras personas son felices haciendo infelices a los demás. Algunos son felices teniendo un Ferrari; Otros, una bicicleta. Hay gente millonaria y feliz; hay gente pobre y feliz. Entonces, para mí la felicidad incluye cuatro vocales, cinco consonantes y miles de opciones. Simplemente yo escojo qué me hace feliz, y qué no.

En Australia he sido feliz en muchas cosas. Por ejemplo, me gusta compartir con los pocos amigos que tengo. Los cuento con los dedos de las manos y me sobran. Extrañamente a ninguno de ellos los conocí en Colombia.

Los amigos que conocí en Colombia han tomado nuevos rumbos y sus vidas son diferentes. Australia cambia a las personas. Esto no me hace feliz, pero me adapto a las circunstancias. Lo mejor para ellos. Aprendiendo inglés soy feliz, en especial cuando lo hago directamente en la universidad de la vida, en la calle, con los aussies, con otros inmigrantes. En mi trabajo he aprendido bastante. Hay personas que son muy buenas y cuando no entiendo me explican, o me hacen maromas para entender el significado. Otras, simplemente me miran pensando –pobre idiota-, allá ellas.

Soy feliz cuando hablo de Colombia o voy a algún evento que me recuerda mi país. Hace poco vino el Buque Gloria y fue un evento donde me sentí súper feliz. Allí estaba casi toda la tropa de colombianos residentes en Sydney. Los colores de Colombia estaban por todos lados. Camisetas, banderas, gorras, etc. Ver ese buque con una bandera gigantesca en la popa fue algo estupendo. Lo mejor fue cuando se entonó el himno nacional y todos los presentes cantaban con júbilo sus coros y estrofas. Fue maravilloso. Un espectáculo. Eso es algo que yo llamo identidad,nación, nacionalismo!!!!. Éramos todos uno solo, un país, una patria que sufre pero que no la olvidamos así estemos al otro lado. Una mancha de colores amarillo, azul y rojo cubría el terminal internacional de pasajeros. Aquí fui muy feliz.

Hablando un poco de identidad creo que en eso Colombia le da sopa y seco a Australia. ¿Por qué? Porque en Colombia nuestros padres, abuelos, tatarabuelos son en la gran mayoría de los casos nacidos en la misma tierra, criados con las mismas costumbres. Sufriendo por la misma selección (¿por tercera vez eliminados de un mundial?). Por diferentes causas – incluida la maldita guerra que nos consume y nos acaba- la inmigración a nuestro país es poca; Eso nos hace únicos. Sin embargo en Australia es diferente. Este país es lleno de inmigrantes de todos los rincones del mundo, quienes dejan sus respectivos países buscando mejores opciones, o buscando la verdadera felicidad como mencionaba anteriormente.

Obviamente quienes llegamos aquí venimos con un equipaje mental bastante pesado, que incluye (recuerdos, cultura, historia, ancestros, etc ) que si pudiera medirse o pesarse no cabría todo ni en un Airbus A380. Cuando llegamos a este país, nos identificamos más fácil con quienes tienen ese mismo equipaje, quienes hablan el mismo idioma, quienes recuerdan las mismas historias. Todos vamos formando pequeños grupos de identidades de nuestro país en otro país. Y no me refiero sólo al caso colombiano, también están los chinos, indios, coreanos, turcos, griegos, chilenos, peruanos, iraníes, ecuatorianos, japoneses, árabes, musulmanes, argentinos, brasileros, indonesios, vietnamitas, camboyanos, tailandeses, y muchos más. Simplemente tome un par de cada país y multiplique por miles.

Todos estamos en Australia. Entonces cada uno de estos personajes transmite su cultura a sus generaciones. Aquí vemos niños que van a la escuela con el inglés como idioma oficial, pero en casa hablan el idioma familiar. Nuestros hijos dominarán el inglés más rápido y mucho mejor, incluso algunos hijos corrigen a sus padres. En la escuela aprenden a jugar rugby, pero en la casa ven partidos de fútbol.

Así es con todo. Entonces me atrevería a decir que Australia tiene miles de pequeñas identidades, pero la falta tiempo para tener una gran identidad. Y esto sólo se dará con el paso de los años, y no hablo de diez años, creo que para cuando pase no estaré vivo. De hecho, en alguna clase de inglés de hace tiempo un profesor australiano nos hablaba del tema. Él nos decía que para que uno de nuestros descendientes sea 100% australiano, deberán pasar al menos unas tres generaciones. No sé cómo será en otros países a donde llegan miles de inmigrantes, pero pensaría que en algo se parecen las historias.

Me hace feliz el transporte público. Podrá sonar tonto pero me puedo gastar horas viendo los trenes pasar. Aquí el transporte público es tan perfecto – no faltan los inconvenientes en algunos casos-, pero en general es muy bueno. Un día leí en un periódico que algunas personas criticaban el mal funcionamiento de los trenes y yo decía – como para llevarlos en un paseíto en bus por la 30 a las siete de la noche en Bogotá- ¿Ven?, nadie es totalmente feliz.

No me hace feliz ver cómo muchos de nosotros nos traemos las mañas de nuestros países. Aquí la envidia, el engaño, la mala leche entre los latinos se ve en muchos casos. Por ejemplo, en el trabajo, si tiene un jefe latino siempre buscará robarlo, pagarle menos, explotarlo, mamarle gallo con el pago. Debo aclarar que no es en todos los casos, pero en muchos de ellos es así.

Y a ellos les pregunto: Si llegaron a Australia en la época en el que trabajo sobraba, el dinero era abundante y tenían buenas oportunidades. Si pudieron establecerse gracias a la oportunidad que Australia les dio, ¿por qué son tan miserables con su propia gente? O es que ustedes llegaron con el inglés perfecto, y no tuvieron que limpiar oficinas y baños? Al menos paguen lo justo y mínimo que se debe ganar una persona que trabaja para ustedes. ¡¡¡ No sean tan descarados!!! Esto sí que no me hace feliz; es más, me emputa muchísimo. De este tema tengo una crónica ya casi a punto de terminar.

Mi trabajo no me hace feliz, en especial cuando llueve y los ventarrones me hielan hasta los pelos de por allá. Sin embargo, esto no significa que lo haga de mala gana. Afortunadamente mi jefe es australiano; es más, en la tienda en la que trabajo, los dueños son una familia y todos me aprecian. Hago un buen trabajo y aplico algunos de mis conocimientos en lograr que la tienda sea más organizada, y por ende las ventas aumenten.

Un par de veces me he quedado dormido y me jefe debió llamar a levantarme. –Lui, ¿dónde estás?. En una de esas madrugadas me preguntó: Lui – el hombre no puede pronunciar la letra ese- ¿estás aburrido en el trabajo, eres feliz?. Jefe – respondí- para ser sincero no es mi trabajo ideal, quisiera hacer más cosas, pero soy agradecido con usted por darme trabajo. ¿Ha tenido alguna queja mía? – le pregunté- . Me dijo, no. En realidad eres un buen empleado. Simplemente me da susto que un día no llegues y me dejes tirado el trabajo. Eso nunca jefe. –afirmé.
No me hace feliz que una australiana me diga no, pero me hace feliz que una asiática o latina me diga sí. Vodafone me hizo feliz por un tiempo, ahora me hace feliz 3. Fui feliz en Dulwich Hill, pero ahora soy más feliz de regreso a la city.

Hablando un poco de agradecimiento, cierto día tomándome una cerveza con una amiga, ella me replicaba. Luchito: tú lo que tienes que estar es agradecido por estar aquí, porque este país te dio la oportunidad de entrar. Aquí debo decir que ella tenía razón y no tenía razón.
Sí, claro obviamente gracias a que inmigración me dio una visa estoy aquí. Gracias al Gobierno y sus leyes puedo estudiar y trabajar legalmente, ganar dinero y poder vivir. Por eso doy gracias.

Sin embargo, creo que como yo hay millones de inmigrantes, no sólo en Australia sino en otros países del primer mundo, que llegamos a aportar a esos países, a ayudarlos a seguir construyéndose. Yo no estoy en Australia viviendo de gorra de lo que el gobierno me quiera dar. Yo tuve que pagar por todo esto, y gran parte de ese dinero se fue para la economía australiana. Yo tengo un trabajo aquí, del cual me deducen impuestos, que también gran parte van para la economía australiana. Es más, podrá sonar estúpido, pero gracias a mí, un australiano lee cómodamente su periódico todos los días cuando desayuna. Y si no soy yo, otro inmigrante lo hará. Gracias a nosotros, muchos ciudadanos australianos llegan a trabajar y sus oficinas están limpias, los baños relucientes y su ropa lavada. Los taxistas son inmigrantes, los conductores de bus, en su mayoría, son inmigrantes; así como quienes manejan los trenes. Gracias a ellos, la ciudad se mueve, la economía se mueve, las personas llegan a tiempo a sus citas y el país avanza.

Detrás de todo eso están los inmigrantes, quienes por las razones que sean – en muchos casos porque no había opción- dejaron su tierra, sus amigos, sus familias, su gato y vinieron aquí gracias a esa oportunidad que les dieron. Pero ahora ellos construyen casas, carreteras, se matan buscando salir adelante en este país, con sus ideas, con su empuje y haciendo los trabajos que los australianos ya no hacen. ¿Entonces quién debe dar gracias? Obviamente no faltan las ratas de dos patas que vienen a delinquir. Y por ratas así es que nos catalogan de bandidos, ladrones o narcotraficantes; pero son pocos.

Australia y los demás países les deben mucho a los inmigrantes. De hecho, creo que todos fuimos inmigrantes alguna vez.

Retomando el tema inicial de esta crónica, pregunto: Y a usted, ¿qué lo hace feliz?

A la conquista!!!

lunes, 17 de agosto de 2009

Se arrienda pieza para persona decente, preferiblemente que trabaje…


Hace unos días cambié de casa. Pasé de vivir en la “City” a un suburbio llamado Dulwich Hill.

La City es como el centro de negocios de Sydney. En este sector se encuentran reunidos varios agentes comerciales, universidades, casi todas las escuelas de inglés, cinemas, bares y los más representativos sitios turísticos de Sydney. En la City hay mucha gente, siempre vive congestionada de carros y de personas, pero es un ambiente interesante. Cuando uno está sin plan, puede salir a caminar por esta zona. Ya luego de la City vienen los suburbios, que son sitios más tranquilos, con menos gente, pero en algunos casos muy lejos y sin muchos sitios cerca.
Conseguir un lugar cómodo para vivir es complicado y se debe ser paciente pues aunque las opciones son muchas en habitaciones compartidas, ya depende de qué y qué no le gusta a uno a la hora de vivir con otros.

Antes de que se me olvide quiero hacer una advertencia. Hay algunas personas inescrupulosas -léase hampones hijos de puta– que roban por internet a las personas que buscan vivienda antes de llegar aquí. En la red existen varios sitios donde usted puede ver apartamentos, cuartos compartidos, casas de familia y demás opciones para llegar a Australia con vivienda fija. Algunos son www.domain.com.au, www.gumtree.com.au, y http://www.share-accommodation.net/, entre otros.

Pues resulta que estas ratas de mala muerte andan rondando por estos sitios, entonces a través de falsos correos electrónicos, muy amables por cierto, engatusan a la gente. Como las personas que visitan estos sitios para buscar apartamento en ocasiones se registran, allí es cuando son contactados por los bandidos.
Ellos le envían un correo más o menos así:

“Hola, ¿cómo estás? Mi nombre es Sutanita la morronga y vi que estás buscando un apartamento en Australia; pues imagínate que precisamente yo tengo uno disponible para cuando viajes. Te adjunto las fotos. (En las fotos se ve que es un apartamento más bonito y amoblado que cualquiera de Paris Hilton) Yo debo rentarlo pues por ahora debo viajar fuera de Sydney y necesito que alguien lo ocupe. El apartamento está completamente amoblado, incluye internet, TV por suscripción, piscina, gimnasio etc.”, Mejor dicho, le enciman hasta el gato.

Lo mejor de todo es que como “supuestamente” deben viajar urgente no exigen tantos requisitos a la hora de rentarlo. Lo traman a uno diciendo “Veo que eres una persona decente y tengo un presentimiento de que eres responsable y sabrás vivir bien ahí. Te adjunto el archivo con el documento de arrendamiento, mi pasaporte y demás datos que necesitas. Necesito que lo firmes, y me adjuntes una copia de tu pasaporte. Por el precio no te preocupes, dos semanas de depósito y dos semanas pagas por adelantado”.
Mejor dicho la ganga es como para morderse el codo de la emoción. Uno salta de alegría al saber que ya tiene a donde llegar a Australia y lo mejor de todo, en apartamento propio. ¿Cierto Juanito?

De inmediato responde uno el correo.

“Hola Sutanita la morronga, me encanta tu propuesta, ¿qué debo hacer?”
Estos malditos juran ser gente seria, entonces envían los documentos para justificar la legalidad de la operación; allí uno firma, corre para que sea el primero al que le den el apartamento. Cuando todo está listo, la gente se pregunta: ¿y cómo pago? Entonces ellos simplemente le dicen:

“Mira si quieres puedes hacerme un giro a Londres a nombre de Sutanita la morronga. ¿Mmm… Londres? ¿Luego no estás en Sydney?. No, tuve que viajar de urgencia como te conté. Pero apenas me gires y yo confirme, te mando por correo certificado las llaves a Sydney. Simplemente las recoges y llegas a vivir a mi apartamento”.
Lo demás los dejo a su imaginación…

Hay algunas personas que giran la plata.

Uyy echeverry como que me tumbaron!!!!


NUNCA HAGAN DESDE COLOMBIA O SUS RESPECTIVOS PAISES GIROS DE DINERO A PERSONAS DESCONOCIDAS PARA RENTAR VIVIENDA EN SYDNEY O EN OTRAS CIUDADES DE AUSTRALIA. EN EL 99.9876% DE LOS CASOS ES UN FRAUDE Y LA PLATICA QUE LE ROBAN ES BASTANTE.

Lo que yo recomiendo es llegar a donde un familiar, amigo, tío, sobrino, machuque, arrunche, amante o lo que sea, por lo menos por uno o dos días. Una vez aquí, va, conoce, escoge y si le gusta lo renta. En caso de que ya no tenga dónde llegar, asesórese de una agencia en Bogotá, o de alguien aquí - es más, pregúnteme si quiere – pero evite que lo roben.

La advertencia está hecha. Seguimos…

Una de las preocupaciones de todos los nuevones que venimos a Australia es el tema de la vivienda. Opciones hay según gustos y presupuestos. Desglosaré algunas de ellas aquí.

La primera de todas y la más segura en términos de comodidad, eficiencia y lugar fijo es llegar a un “home stay”. En la casi todos los casos son casas de familia que para tener un ingreso extra reciben a uno o varios estudiantes extranjeros. Es la primera opción que le ofrecen las agencias en nuestros respectivos países pues además de las comodidades que ofrece tienen un margen de ganancia alto. De lo que puedo destacar, según testimonios de personas que han optado por esta alternativa, es que usted es un miembro más de una familia. Tiene su cuarto privado amoblado, baño privado, ambiente familiar – atendido por su propietario-. Incluso tiene rollo de papel higiénico privado. Aquí usted vive en una casa, y comparte en familia. También todo el tiempo habla inglés, lo cual es una gran ventaja, pues los propietarios son familias clásicas australianas. Así comienza a mejorar más rápido el idioma. Si usted logra entenderse muy bien con la familia puede llegar a ser uno más de ellos, entonces las aventuras no demorarán en llegar: salidas, paseos, vacaciones etc; y eso ayuda también cuando el demonio de la soledad ataca y usted no tiene nada para hacer.

Las casas están ubicadas afuera de la City generalmente, en los suburbios y usted podría estar viviendo a 10 minutos en tren o bus de la City en el más cercano, o a una hora o más. Aquí entre más lejos viva es más barato, pero por lo general un home stay no le baja de 250 dólares la semana (a la fecha de hoy), con un depósito de entre dos y cuatro semanas por adelantado.

De las cosas que no son buenas en esta opción son, además del costo, saber con qué familia se va a encontrar. Es decir, si usted da con una familia que lo considera un “hijo” más, será algo estupendo, pues hablará mucho con ellos, compartirán tiempos y espacios. Incluso puede estar de buenas y conseguir trabajo en caso de que la familia tenga niños pequeños. Pues puede negociar cuidarlos o recogerlos en la escuela, entre otras cosas, y le pagan por eso.

Sin embargo, si no da con una familia interesante. Usted podría ser el gato de la casa. En este caso, usted tendría las comodidades que le mencioné, pero estaría totalmente aislado. La familia no lo integra, ni le pregunta, ni le habla, ni nada. Simplemente le rentan el cuarto y punto. Sí, eso pasa.

Para concluir, cada casa tiene unas reglas que hay que cumplir. Pero ya eso se negocia con sus propietarios. En algunos casos no tiene sus propias llaves, debe llegar a timbrar y la hora máxima de llegada es a las 10:00. ¿Y si tengo la rumbita? Pues te jodiste.

La segunda opción – que considero la más acertada- es vivir en apartamentos o casas compartidas. En los sitios web que mencioné al principio de esta crónica encuentra uno habitaciones de todos los colores, sabores, olores, distancias, precios y tamaños. Aquí una persona le renta un espacio en un apartamento y usted vivirá con varias personas más. De muchas nacionalidades, personalidades, extravagancias y demás.

Esta opción es más barata (comenzando en 80 dólares por semana más dos semanas de depósito). De lo bueno que destaco es que por lo general usted vive con personas de otros países, donde predomina el inglés en el ambiente casero. Si usted es socialmente activo (entiéndase rumbero a la lata) pues aquí puede salir a donde se le dé la gana y llegar a la hora que se le dé la gana. Aquí no hay reglas de llegada o de salida. En casi todos los casos usted tiene sus propias llaves. Los apartamentos están equipados con sala, comedor, habitaciones con camas (mínimo dos camas por cuarto, aunque hay casos en que meten dos camarotes por cuarto); televisión por cable, internet gratis (aunque con todo respeto el internet en Australia me parece una mierda). La cocina tiene todos los implementos para preparar comidas, horno microondas, nevera, calentador de agua, lavadora y secadora. En general, son apartamentos con todo. Además, muchos están ubicados en conjuntos residenciales con acceso a facilidades como gimnasio, piscina, parqueadero, jardines para hacer BBQ’s, entre otros.

Los requisitos para rentar no son nada complicados (plata y ya). Hay muchas opciones para escoger, incluso en las calles de Sydney, especialmente en la City, donde vea un poste, allí verá avisitos de personas que rentan o buscan roommate (compañero de cuarto).

Lo que no es bueno en esta opción es que en muchos casos la gente vive hacinada. –Sí, está bien, exageré con la palabra, pero en ocasiones uno se siente así.- Lo que pasa es que en Australia existe, además del “Cartel de los cleaners”, otro que he llamado “El cartel de los capataces”. Y es que a estos personajes, que son los que rentan un apartamento ante las oficinas de arrendamiento “Real States” para decir que van a vivir tres personas, y luego lo subarriendan para meter a 10 más. Entonces uno se encuentra casos en que apartamentos de dos cuartos, donde deberían vivir como máximo cuatro personas, están viviendo hasta diez personas. ¿Cómo? Cuatro personas en un cuarto, cuatro en otro y dos en la sala. Sí, estos casos pasan. Y he oído de peores, en especial apartamentos con inquilinos asiáticos. De hecho el Gobierno trata de regular esto, pero son más vivos los que rentan y cuando programan una visita de las autoridades del Gobierno a los apartamentos. Estos meten todo en un depósito y aparentan que solo viven ahí dos personas por cuarto y nadie en la sala. Una vez se van los inspectores, vuelven a acomodar todo y regresan a la cruda realidad.

Obviamente diez personas en un apartamento es un desorden muy hijuemadre. Comenzando porque lo que le gusta al uno, al otro no le gusta. Y por lo general las personas no tienen un espacio para ellas mismas. Si trajiste el osito de peluche con el que duermes todas las noches, deberás dejarlo en el garaje pues no hay cupo en el cuarto. Si usted es una persona tranquila, que no le gusta mucho el ruido, el desorden, entre otras cosas, esta opción no es para usted.

En muchos casos usted tiene que comprar su mercado y meterlo debajo del colchón, pues no falta el “ratón” de dos patas que le gusta merodear en la comida de los demás, o secarse luego de salir del baño con la toalla del otro, y ni hablar del vecino de cuarto que llegó borracho a las cinco de la mañana y le da por prender la luz, el televisor, etc. Y también hay casos en que el roomate se comió una sopa de buitre con cabeza y todo, que le cayó mal y dejó ese baño oliendo a… mejor dicho, como para lanzar un fosforito prendido, explota todo el edificio.

La mezcla de culturas que es súper interesante en muchos aspectos (Idiomas, ciudades, experiencias, historias de países), en otras no lo es tanto (mañas, drogas, borrachera, pecueca, fumadores, ronquidos, chucha y demás).

Aquí la tendencia es vivir con personas de su mismo país colombiano con colombiano, chileno con chileno, indio con indio, chino con chino, entre otros. Pues así ya uno medio se conoce, y si hay problemas, son un poco más fáciles de solucionar.
Otra opción que clasifica en el tema de compartir es vivir en casas compartidas. Es decir, hay un administrador que renta cuartos en una gran casa. Cada cuarto es privado, con su propia llave. Amoblado con todos los juguetes, y con zonas comunales. Algunos tienen baño o lavamanos propio. Lo demás se comparte: cocina, baños, zona de lavado, comedores y salas.

Yo viví en una de estas hasta hace un mes y tuve experiencias positivas y negativas. De lo positivo que destaco es que tenía cerca todo. Mi trabajo estaba a cinco minutos caminando y la escuela a diez minutos. Era en la City. En esta casa vivíamos varios extranjeros. Había colombianos, ingleses, irlandeses, alemanes e indios. Aquí tenía un cuarto grande para tres personas, entapetado y con balcón. Tenía dos camas, televisor, DVD y un par de armarios. La casa tenía internet gratis, comedor y en la cocina había implementos para preparar comidas.

Además de mi trabajo y la escuela cerca, tenía supermercados, zonas comerciales, rutas de transporte (un paradero de bus al frente de la casa) y otras zonas de fácil acceso.

De lo que me pareció no tan bueno de vivir aquí fueron varias cosas. Cuando uno vive en una casa compartida por ende debe “compartir” casi todo. Aunque soy hombre y a l lado de las mujeres nosotros somos un poco menos asquientos y más tolerantes, había situaciones que francamente desesperaban. Por ejemplo, teníamos de vecinos a una pareja de indios y esta gente se la paseaba peleando a cada rato. Creo que se insultaban en indi y se tiraban cosas; el escándalo era horrible. No respetaban que uno estuviera durmiendo, incluso había unos días en que se correteaban uno detrás de otro por la casa. La gritería era aburrida hasta que un día los paré y les dije que dejaran de gritar y hacer escándalos que ellos no vivían solos.

A los británicos e irlandeses les gustaba armar sus rumbas los fines de semana. Había uno de ellos que le gusta en especial darse en la cabeza a punta de marihuana, entonces el olor por toda la casa era bastante fastidioso. Y muchas veces al otro día uno encontraba el reguero de la fiesta por toda la casa. También en la cocina a veces las personas cocinan y no lavan sus utensilios y quienes queremos cocinar nos jodemos. Y ni hablar de las neveras, a veces aquí también se desaparecían las cosas. Por esta razón opté por rentar una nevera para el cuarto, comprar algunos utensilios de cocina e incluso tener internet propio.

Como sólo hay una lavadora y una secadora, pues los turnos para el lavado a veces son largos, y en ocasiones la ropa se extravía , en especial las medias o la ropa interior; Hay casos en que uno termina con ropa de otra persona en el cuarto, incluso me quedé con algunas medias sueltas pues las compañeras se me perdieron.

Ya al interior del cuarto vivía con una pareja de colombianos, con lo que aún sigo viviendo en la nueva casa. Con ellos tuve algunas discusiones menores, pero nada que no se pudiera solucionar. Afortunadamente nos hemos llevado bien y nos apoyamos en muchas cosas.

Otra opción final puede ser rentar un apartamento propio. Pero aquí en este país hay demasiado trámite pues en el 99.43% de los casos se hace a través de los agentes de bienes raíces “Real states”. Los dueños están tan ocupados en sus propias vidas, que dejan eso en manos de ellos. Los apartamentos tienen bastante demanda. Antes de llegar al que tenemos, nos postulamos a varios, pero ninguno resultó. Cuando íbamos a verlos, había varias personas detrás del mismo y así era con todos. De acuerdo con las agencias, el dueño es el que decide, según los documentos que presentan los posibles inquilinos. Aquí no se ven avisos en las ventanas de “SE ARRIENDA SIN INTERMEDIARIOS”. Salvo en casos de contactos, con el tío del amigo, del primo que tiene un apartamento y lo quiere ceder. Aquí los contactos son de gran ayuda, y gracias a uno de ellos estoy viviendo ahora aquí en este apartamento.

Como conclusión recomiendo antes de buscar apartamento o cuarto para compartir, hay que ir a verlo, conocer sus inquilinos, hacer todas las preguntas que se tengan, por simples que sean. Mirar si tiene facilidades de transporte – hay sitios a donde no llegan ni burros para transportar a las personas y la caminada es larga-. Examinar los alrededores del sitio, supermercados, restaurantes zonas comerciales entre otros. Personalmente viví varios meses en la city, y me pareció el lugar ideal. Sí, hay mucho ruido, estrés, mucha gente, comercio por todo lado; cuando hay rumbas unas calles se ponen muy pesadas. Pero Bogotá es algo parecida y así me crié. Ahora viviendo por fuera, la tranquilidad es mucho mayor,pero no se ven muchas personas, sólo algunos gatos en las madrugadas, y muchas cosas quedan lejos, por ejemplo algo clave como el supermercado.

Por otra parte cuando vivía en la City gastaba en mi trabajo en las madrugadas una hora y diez minutos como máximo. Ahora debo sumarle aproximadamente una hora y media más, por el transporte.

Aquí retomo algunas ideas de negociación que vi en una clase en la Universidad. En toda negociación se debe estar dispuesto a renunciar a algo para obtener otras cosas. Nadie obtiene todo lo que quiere. Y en este tema pasa eso, en cualquier lado donde uno viva tendrá algunas ventajas, pero también habrá desventajas.

A la conquista!!!

lunes, 20 de julio de 2009

Volando a nuevos rumbos...



Tengo visa hasta agosto de 2011. Es decir, dos años y puchito. Un tiempo corto para muchas cosas y largo en otras tantas. Obviamente, cuando en el pasaporte dice que tienes permiso de estancia hasta esa fecha, descanso un poquito. Por ahora no me preocuparé por visa por un buen tiempo, así como por el examen de inglés IELTS, pues ya tengo la nota que se pide (6.5) para ingresar a la Universidad. Una leve sonrisa sale de mi rostro.

Hace algunos días celebré mis 32 años. Era mi primer cumpleaños fuera de Colombia y quería hacer algo especial con la tropa de amigos que he conocido aquí. La actividad escogida fue realizar un BBQ, pues es algo que los australianos hacen para reunirse con sus amigos, departir un rato, tomar algunas cervezas y comer carne en cantidades alarmantes. Estos BBQ se hacen en la playa por lo general, en unos asadores que ya están instalados allí. El acceso a ellos es gratuito. Lo único que se debe hacer es recoger el “reguero” una vez se termina, y dejar todo limpio.

Pues bien, armé el evento por Facebook e invité a todas las personas que han tenido alguna cercanía conmigo; incluso invité simbólicamente a mis amigos en el país, para que hicieran presencia virtual al menos. Envié las invitaciones y listo. Sólo era cuestión de esperar. El día seleccionado había sido el domingo 14 de junio. Me aseguré de que mi cumpleaños cayera domingo para que las personas pudieran asistir, salvo aquellas que no tienen ni un domingo para descansar.

EL día había llegado. Con mi compañero de cuarto hicimos las compras respectivas: Aproximadamente 12.37 kilos de carne, entre canguro, cerdo, pollo y res. Papas en paquete, mantequilla, aceite, gaseosa; galletas para el postre y utensilios desechables de cocina: servilletas, cubiertos, etc.

El día había amanecido oscuro y se pronosticaba lluvia a la lata. Y todo esto sumando al frío pues parecía que iría a dañar la fiesta. Sin embargo, los ánimos estaban calientes entonces tomamos la ruta 377 rumbo a la playa de Maroubra.

Luego de 23 minutos de viaje llegamos. Lamentablemente el día había empeorado y las primeras gotas de lluvia se asomaban; y al mirar arriba, daba terror ver ese cielo tan oscuro. La playa estaba casi sola, apenas se distinguían dos familias haciendo BBQ y un par de atrevidos surfistas sumergidos entre las olas en medio de ese frío tan indescriptible.

Aún así conseguimos con Juan un BBQ disponible, ubicamos el mercado y nos sentamos a esperar. EL reloj marcaba aproximadamente las 12:58 p.m. El encuentro estaba programado para la una de la tarde, entonces era cuestión de segundos para que aparecieran los primeros invitados. Pasaron algunos minutos y no llegaban los invitados. Me dije – bueno, colombianos y latinos, siempre llegando retrasados. Esperemos otros minutos – Las gotas de lluvia comenzaron a caer más rápido. Mientras tanto hablaba con Juan para matar el tiempo. Luego de 32 minutos de esperar llegó la primera pregunta: - ¿Será que nadie va a venir?, esperemos otro ratico- El clima había empeorado, aunque aún se podía cocinar.

Entró la primera llamada. ¿Dónde está?, - al otro lado del teléfono me preguntaban- . – Estoy en Bogotá, echado en el parque de la 93 rascándome la barriga, so gran idiota!!. ¿Pues dónde voy a estar? En Maroubra, esperando como una güeva a que aparezcan-. Las siguientes llamadas fueron igual de productivas, porque desde que se inventaron las excusas hace algunos años -cuando Eva le dijo a Adán que había mordido la manzana porque estaba a dieta-, todo el mundo queda bien. Que está lloviendo, que el pico y placa, que me dejó el bus, que Maroubra queda en la porra, que no avisé, que me quedé dormida, que hoy tengo dos oficinas para limpiar, en fin… excusas, excusas y más excusas.

Con todo ese cargamento de carne, decidimos cocinar para los dos, pues 58 minutos después era demasiado evidente que nadie iba a aparecer. Pusimos en el asador unas salchichas, las cuales fueron adobadas con gotas de lluvia, debido a que la llovizna era bien cansona, leve, pero persistente.

Varios minutos después teníamos el almuerzo listo; destapamos papas en paquete, cola (homebrand) y sale. Al destapar el paquete de papas, aparecieron unas amigas inesperadas, dispuestas a cantarme el cumpleaños por algunas migajas. A ellas no les importó mucho que estuviera lloviendo, así que aparecieron en manada para celebrar. Eras mis nuevas e incondicionales amigas: Las gaviotas.

Estos dulces y desinteresados animalitos no lo pueden ver a uno mordiéndose la lengua en la playa o en lugares cercanos al mar, pues aparecen a “goterear” trozos de comida. En algunos restaurantes o locales de comida les piden a los clientes no alimentarlos, pues aunque apenas una esté haciendo carita de hambre, no es sino lanzarle una papita frita, y en segundos aparece la manada, incluidas sus primas las palomas; aunque tengo la impresión de que estas viven agarradas entre ellas.

Bueno pues con ellas celebré. Apagué mi celular y me dispuse a comer. Luego de tremenda comelona, regresé al apartamento a ver una película y ya. Eso fue todo. Nada parecido a lo planeado.

Resumiendo un poco me inquieta a veces que aquí uno se quiera reunir con los amigos para compartir un rato, pero por lo general las circunstancias climáticas, laborales, económicas, familiares o demás impiden que se lleven a cabo a feliz término.

En muchas ocasiones los horarios laborales no cuadran, pues en muchos casos ninguna de las personas cercanas tiene horario de oficina. Y me atrevería a decir que al principio de la estadía en Australia, eso no existe. Amigos que comienzan su jornada a las tres de la mañana, terminan a las ocho; van a la escuela de nueve de la mañana a tres de la tarde y a las cinco tienen otro trabajo y van hasta las diez, media noche o entrada la madrugada. Muchos también incluyen en sus jornadas los fines de semana.

Así ¿cuándo hay tiempo para estar reunidos?. Entiendo que uno debe velar por uno mismo, buscar la platica y sobrevivir mientras logra “engancharse” en el engranaje australiano, proceso que toma su tiempo… y largo; pero me preocupa pensar que aquí las personas se encierran en su vida misma, aprenden su rutina de cada día, de cada hora y de cada minuto. A las 6:08 minutos Juan ya sabe que pasa su tren para llegar a su siguiente trabajo; a las 7:28 a.m. Marcela sabe que el bus 373 llega al paradero de Museum en Elizabeth Street para llevarla a la escuela; a las 8:02 p.m. comienzan los Simpsons por TEN. Todo es medido, si te pasas un minuto puede ser la gran diferencia.

También tengo la leve sospecha de que el clima influye en el estado de ánimo de las personas. Estamos en pleno invierno y a veces no dan ganas de hacer pero nada. Ni escribir. Diossss!!, en esta crónica tan corta me he gastado tanto tiempo. En esta temporada un día es muy corto; los primeros rayos de luz asoman casi a las 6:53 a.m y a las 4:49 p.m. ya es casi de noche. Las temperaturas son muy bajas en las madrugadas, y aunque a medio día el sol puede calentarte, una brisita esquinera te congela hasta la sonrisa. Antes de venir sí me habían dicho que la mejor temporada para llegar a Australia era cualquier parte del año menos en el invierno; y en parte tienen razón.

Hay cosas que son interesantes siendo frías: La cerveza, los helados, la avena y las pastillas para la garganta. Pero hay otras que definitivamente aburren siendo frías: La economía, el mar, la brisa, el ánimo y las mujeres.

A la conquista!!!

miércoles, 24 de junio de 2009

Dime que sí...



Por estos días logré reunir casi todos los papeles que la oficina de inmigración me exigía para otorgarme la visa de dos años que había solicitado.

Lo más complicado del asunto era reunir los 30.000 dolaretes en la cuenta; y como el asunto era urgente no había tiempo de organizar ni una teletón con el ánimo de reunir algunos pesitos.

Debo agradecer los gestos de solidaridad, mensajes, consejos que llegaron por correo desde varios países. Luego de meditar el asunto tranquilamente decidí que la mejor opción era ir y decir “Pues esto es lo que hay”.

En resumidas cuentas, contar mi historia, mostrar lo que había reunido y esperar respuestas positivas.

Durante el proceso de reunir los documentos conseguí algunos ahorros aquí, otros desde Bogotá; llame a pepito y a sutanito para buscar soporte; saque fotocopias de cheques pagos en mi trabajo, fotocopias; escanear las cartas del banco; comprobante de pago del seguro médico, entre otros documentos.

En total, sin haber almorzado ese día, había reunido 12.679 dólares de los 30.000 que me pedían. Aquí la preocupación comenzaba a sentirse más, pero algo me decía que todo iba a salir bien. Por último decidí escribirle una carta al agente de inmigración encargado de mi caso. En resumen, le decía que siendo honesto no había logrado reunir todo el dinero que se me exigía. Sin embargo, le enviaba documentos que demostraban claramente que podría sostenerme por dos años en Australia, mientras adelantaba mis estudios; que tenía un trabajo estable del cual pagaba mis impuestos respectivamente.
Que no me sentía satisfecho con el nivel de inglés que había adquirido y deseaba poder estar más tiempo con el objetivo de mejorarlo, hacer un master y luego sí regresar a mi país. Y en caso de que el resultado fuera negativo, simplemente le agradecía a Australia el haberme permitido venir; que me diera un par de días para ir por los souvenirs respectivos, y que si necesitaba algo para llevar a Colombia, estaba a la orden.

El día lunes tenía todos los papeles listos. Escribí la carta, adjunte los documentos, revisé unas nueve veces el contenido de la carta, y simplemente presioné el botón “enviar”. El correo se había ido y ya la pelota estaba en el bando de ellos. Obviamente no faltaron algunas súplicas a los santos de los extranjeros.

Santa Eliza: Que me salga la visa.
San Vicente: Que el oficial de inmigración sea buena gente
San Benito: Que todo vaya bonito.
San Aldemar: Que me pueda quedar.
San Guchito: Consígueme otro trabajito.
San Salvador: Que la selección Colombia le gane a Ecuador.

Las cartas estaban sobre la mesa y ahora sólo era cuestión de esperar. La incertidumbre reinaba, aunque siendo honesto estaba preparado para cualquiera de las dos respuestas.

Uno de los martes australianos en la tarde asistí a una reunión informativa sobre temas de inmigración. Una representante del Gobierno Australiano daría una conferencia –al gratín- para las personas interesadas en acceder a este proceso.

En el auditorio había alrededor de 40 personas, la mayoría de ellos colombianos, y todos escuchando sigilosamente lo que la funcionaria escribía.
En resumidas cuentas la señora contaba algunos datos sobre las nuevas regulaciones para las personas que quieran seguir un proceso de residencia en este país. Llévabamos unos 43 minutos de charla cuando me dio por revisar mi correo electrónico desde el celular. El reloj marcaba las 3:14 p.m.

Entré al correo y ….. Ay Dios!!! (1) mensaje nuevo.

Era de la oficina de inmigración. Pucha!!! Qué susto. Por unos segundos me quedé mudo. ¿Será que lo abro o espero a terminar la reunión?. Estaba impaciente, ansioso; me sudaban las manos.

Aquí me dije: Lo que fue, fue. Abrí el correo. Aunque la pantalla de mi celular es pequeña, buscaba afanosamente entre las palabras del correo alguna que me dieran indicios positivos: Visa aprobada, aceptada, bienvenido, etc…

La ansiedad me carcomía poco a poco. Hasta que leí una frasecita que me hizo descansar luego de algo más de dos meses de incertidumbre:

“I am pleased to advise that you have been granted a student visa”


YYYYEEEEAHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH!!!!!!!!!!!!!
ZAMBOMBA!!!!!
RECORCHOLIS!!!!!
UY ZURUNDUNDUI!!!!!!!!!

Tenía la visa. Me la otorgaron hasta agosto de 2011.

Salí del recinto y llamé a un par de amigos cercanos para contarles. Un vez más con otras puertas abiertas, las perspectivas cambian un poco.

Debo agregar que en este instante en que escribo esto, aún estoy ansioso. Es una gran noticia para mí, para las personas que me apoyaron e incluso para algunos enemigos que me estoy ganando ya.

Sin embargo – y que no suene a frases que algunas mujeres me dijeron -: Necesito tiempo. Tiempo para asimilar esto, para seguir aprendiendo y para decidir en dónde definitivamente quiero estar.

A la conquista!!!

domingo, 31 de mayo de 2009

Sí, buenas, para lo de la visa...


Hace unos días en la mañana puse a cargar mi teléfono celular. Aquí los teléfonos se descargan muy rápido, pues se usan para escuchar música, navegar en internet, enviar correos, tomar fotos, usar GPS, ahh y claro, llamar. Bueno, en esas estaba, y apenas conectaba el cargador cuando entró una llamada.

Miro el número y dice “Número privado”. Contesto. ¿Yes?.

-Can I speak with Quintero Berrio Luis Eduardo, please?-. Escucho. La voz no tenía un acento muy australiano y era fácil de entender. Tenía la leve ilusión de que fuera de una tienda de artículos electrónicos en la cual había dejado mi hoja de vida No. 146 el día anterior.

Pues no. El señor que me llamaba era de la oficina de inmigración. Resumo la primera parte de la conversación:

¿Luchito?, tonces mijo. ¿Cómo va la vida en Australia? ¿Todo al peluche?. Qué bien. ¿Ya se tomó la foto obligada con el Koala en el zoológico?, o si no, la foto en el Opera House?. ¿Cuándo es que va a comenzar su blog en inglés?. ¿Y las australianas? ¿Lindas, no? Bueno, mucha labia con ellas y buen inglés mijo.

Hasta este momento todo era felicidad en la conversación. Luego me preguntó sobre mi estatus actual y qué planes tenía. Le dije que andaba de vacaciones y esperando para comenzar a estudiar en julio. El hombre me dijo que había un problema (El primero de lo que se me venía encima). Me dijo que los estudiantes no pueden dejar pasar más de dos meses entre curso y curso, y yo tendría cuatro meses libres. –Necesita ponerse a estudiar algo-, me sugirió. Una opción era tomar un curso de inglés de un mes y luego entrar a hacer el Diploma en Multimedia. El hombre me dijo que necesitaba solucionar eso. Que luego me enviaba los demás “requisitos” al correo electrónico. Que le llevara los documentos cuando los tuviera listos y eso era todo. Yo dije – Ahhh no, pero si es breve la vuelta.-

Al instante de colgar revisé mi correo electrónico, y copio a continuación una parte del mismo:

… “In order to make a decision on the application, you must provide the
following documents:

• Evidence that you client have sufficient funds to support yourself
and all family members during your stay in Australia.

Funds must be held in an account for more than 3 months.
Please note that statements or letters need to be dated no more than 4
weeks before you lodged this application.

You are required to show that you have $30,000.00 AUD”…

Upaaaaaaaaaaa ¿pero qué? Who order chicken? Ese correo me dejó frío, cansado, ojeroso y sin ilusiones. Lo curioso es que NUNCA pensé que me fueran a pedir tanto. Como diría una de mis amigas asiáticas: La cosa estaba peluda.

Lo que resume el correo es que para que inmigración me dé una visa por dos años debo tener disponibles 30.000 dólares australianos en una cuenta. Y deben haber estado ahí por lo menos por tres meses. El único que conozco o que conocía que tenía dinero guardado y no a tres sino a seis meses era David Murcia Guzmán, pero al hombre lo pelaron. Entonces, ¿de dónde iba a sacar esos fondos?.

Siendo honesto, me vi en Bogotá. Pero no; decidí pensar a ver cómo lograba reunir el dinero. Conté mis monedas que tengo en un tarrito de galletas de Juan Váldez: 154.45 dólares. Sumado a mi trabajo de repartidor de periódicos, más otros ingresos; más lo que hay en el colchón; y otros billetes que encontré en un pantalón y en una chaqueta. Pues sumado todo no llegaba ni a 3.000 dólares. Pucha!!! Nuevamente me vi en Bogotá.

Intenté otra cosa. Llamé a una amiga quien me asesoró con inmigración. Le conté el caso y me dice – cosa que no me había dicho antes – Ayy Luchito es que tú quedaste en nivel tres. ¿¿??. Es decir???? Bueno, voy entendiendo que hay diferentes niveles, y según éstos, a uno le piden más o menos plata y documentos. Hago una analogía: Para el nivel uno piden tres tapas contramarcadas de Coca Cola con el sello “Visa a Australia”; y para nivel seis, que creo es el último, usted debe tener avión privado para llegar a Sydney.

Mi amiga de la agencia me decía que era imposible cambiar los requisitos exigidos. Que la única opción es retirar la aplicación y hacer otra para quedar en nivel dos, donde piden menos cosas. Pues hacer eso me cuesta otros 500 AUD de una nueva solicitud. ¿Qué más has pensado?, me preguntaba. Le dije, bueno ir y negociar. Aquí esa opción existe; es decir, por lo menos aquí en inmigración lo escuchan, y le dan el chance de 28 días para reunir los documentos y los fondos que piden. Entonces gasté las siguientes tres horas y cuarenta y dos minutos en buscar opciones. Llamé a Bogotá a los socios, hablé con mi jefe – sí, el de los periódicos- y con un par de amigos aquí.

Luego de meditar el asunto conmigo mismo, con la almohada, el pato de peluche y un vaso de Cola, me dije: Voy a hacer hasta donde esté a mi alcance. Iré a decirle al agente de inmigración lo siguiente:

Estimado señor, En realidad quiero quedarme. Aunque ya me defiendo mejor con inglés, necesito profundizarlo mejor y, además, el curso que haré tiene mucho que ver con mi área profesional. Si usted me pide 30.000 AUD para eso, pues debo decirle que no los tengo. Tengo en una cuenta ahorrados 10.000 AUD, más un amigo que es mi soporte en Colombia con un par de tarjetas de crédito y, además, tengo un trabajo aquí en Sydney, el cual es fijo, y me permite reunir 1200 dólares al mes. Quiero y deseo quedarme legalmente, trabajar y pagar los impuestos necesarios y en un futuro aportar mi conocimiento para que este país crezca. Luego me retiro en silencio. Así, cual película de drama cuando hay un silencio eterno. ¿Muy arriesgado?

En realidad no tengo más opciones, y creo que el agente debe de otorgarme la visa, pues todo lo que le diré estará soportado en documentos y constancias. Y si ser sincero me costará que me sea negada la visa, pues me iré. No sin antes agradecer a este país todo lo que me enseñó, que en tan poco tiempo, fue bastante – Espero que esto último no pase –


Me dieron 28 días para reunir todo; han pasado tres…

Y usted ¿qué haría?


A la conquista!!!

lunes, 27 de abril de 2009

La vida en Australia - ¿Quedarme o regresar? Lo bueno, lo malo y lo feo de Australia


Bueno, aquí seguimos.

Antes que nada debo agradecer a las personas que me escriben y me dan buenos y malos consejos. En realidad no recibía tanto apoyo en la última crónica desde aquel funesto día en el que nuestro glorioso equipo de futbol 11 de La Sabana cayó aplastado por una severa goleada. Debo anotar que fui el único de ese equipo de gatos que hizo gol, aunque en nuestra propia portería, pero gol es gol.

Por otra parte, bastantes personas me preguntan cosas específicas a las que muchas veces no tengo la respuesta exacta. ¿Qué si es bueno el país? , ¿Qué si hay trabajo? ¿Qué si toca de cleaner toda la vida? ¿Qué si las mujeres son locas? ¿Qué cuándo caerá Chávez? ¿Qué cuándo pasará la crisis? ¿Qué si puedo llevar a mi perrito desde Colombia?

Yo lo que simplemente me apostaría a decir que hay que venir para vivir por experiencia propia cómo es es la vida en Australia. Pongo un ejemplo con la comida. Sé de personas que les da súper duro aquí, y que todo les cae mal. En mi caso la comida me ha parecido buena, se consigue comida de cualquier parte del mundo – incluso Pony Malta con Pan de Bono ve!!- pero entiendo que hay algunos comensales de bastante exigencia y por esa razón no podría afirmar que la comida es buena para todas las bocas, estómagos y estratos.

Luego de estas aclaraciones, entremos en materia.

Lo bueno, lo malo y lo feo de Australia.
Han pasado siete meses desde que me dieron la bienvenida en el aeropuerto internacional de este país. Recuerdo con nostalgia cuando me preguntaron ¿Trae drogas? Y yo les dije, sí. ¿Medicina? – Por dentro pensaba: No, una maracachafa para el cambio de horario jaja- Sí, una droga recetada y traigo la fórmula. – Welcome to Australia-

Durante estos 210 días y algunas horas he vivido unas situaciones muy buenas, otras no tanto, y unas pocas como para mandar al túnel del olvido. Aquí las resumiré aclarando – obviamente y que POR FAVOR QUEDE CLARO- es mi punto de vista. No es la verdad absoluta, pues como yo hay miles de inmigrantes, yo soy uno más, con algunas habilidades para escribir. Las personas pueden leer esto y tomar nota o bien puede dar clic en la crucecita roja que tienen arriba en la esquina derecha de la pantalla del computador.

Lo bueno de Australia.
Uffff, son innumerables las cosas que hacen de este un gran y maravilloso país. Aunque es poco lo que conozco, lo que me han contado y lo que he leído, he extraído algunas cosas por las que definitivamente vale la pena venir, conocer, vivir y estar un buen tiempo en Australia.

Australia lo recibe con las puertas abiertas. Este país le da la bienvenida a todo el que quiera venir y hacer las cosas bien. Obviamente, como todo país, Australia pone ciertas restricciones y Colombia, desafortunadamente por los problemas que aún nos aquejan interiormente, no es la excepción. Para llegar aquí desde Colombia, la embajada Australiana en Santiago de Chile pide demasiadas cosas para mi gusto, pero no son complicadas de conseguir. Ellos quieren que uno tenga lo justo para poder vivir aquí, y se puede hacer.

El transporte público es algo asombroso. Aquí hay trenes, buses y ferris. Pero lo descrestante es que todos tienen un horario fijo. Es decir, uno sabe a qué hora pasa el bus, tren o ferry. Y siempre hay transporte disponible. Aquí puedo ir a la estación de Town Hall en la “city” y saber que a las 10:25 a.m. pasa el tren que me sirve. Y si se me pasa, a las 10:38 viene el siguiente. Así es con los buses, al frente de mi casa queda un paradero y cada ruta tiene sus propios buses con horas exactas. Todos los buses son prepago – no me refiero a lo que está pensando – sino a que se pueden comprar los tiquetes antes de subir al bus con el objetivo de agilizar el viaje. Aunque no falta quienes aún pagan el bus dentro del mismo vehículo y retrasa el tiempo de viaje. De hecho yo aún a veces pago con monedas, qué pena!.

Los conductores de los buses son personas muy respetuosas, amables y cumplen el 99.43% de las reglas. Es decir, paran sólo en los paraderos asignados, nunca llevan sobre cupo. Cuando el cupo de pasajeros de pie se completa, él amablemente les pide a los demás pasajeros que por favor esperen el siguiente bus. Aquí no se oye “Córranse patrasito que atrás hay campo, colabórenme”. Hace algunos días un conductor de estos se pasó una luz en rojo y atropelló a una persona. Estas cosas también pasan pero es una en un millón; de hecho este señor quería morirse por lo que pasó, aunque no fue nada grave.

Otra situación que me asombra es la cultura de la gran mayoría de personas que viven aquí. Por ejemplo, parece que los automóviles no tuvieran pito. Rara vez se escucha que alguien pite. Los carros siempre ceden la vía al peatón, NUNCA se pasan un semáforo en rojo, incluso en las madrugadas cuando las calles están casi vacías; Si la luz está roja, esperan a que cambie. Sí un auto va a girar a la izquierda en un semáforo, quienes vienen atrás esperan pacientemente a que lo haga. También hay bastante respeto hacia los ciclistas y las motos. Entiendo que donde golpeen uno, la demanda es grandecita.

Vivir en Australia implica estar inmerso en una gran cantidad de culturas. Alguien mencionaba lo extraordinario que era subir al tren y escuchar cinco o seis idiomas. Otro saludando en chino, cantando en alemán, regañando en japonés, discutiendo en coreano o contando chistes en hindi. Asimismo es la historia que traen cada uno de estos personajes desde sus países. Algunas interesantes, otras asombrosas y otras como para sentarse a llorar. Aquí es donde uno se da cuenta que el planeta es extremadamente inmenso y no alcanzaría toda una vida para conocerlo.

El respeto hacia el inmigrante es muy bueno. Sé que hay algunos casos de racismo, y otras formas de discriminación, pero son mínimos. La consigna de Australia es que si uno viene a hacer lo que se hace en Australia, trabajar o a estudiar, cumplir las leyes, respetar a los demás, y, en especial, hacer crecer este país, usted es bienvenido. Aquí en la sociedad hay bastante respeto hacia ideologías, religiones, tendencias sexuales, razas y demás. Se puede ver a un ateo hablando con un cristiano; a un par de hombres enamorados tomados de la mano caminando por la calle, o mujeres musulmanas cubiertas con sus burkas – incluso en temperaturas sobre 40 grados – y todos conviviendo en una sociedad que tolera y respeta el pensamiento y las creencias de los demás. Debo anotar que a veces cometía el error de pensar que los equivocados eran los que pensaban diferente al mundo occidental.

Un día en bus se subieron dos musulmanas, cubiertas completamente y una de ellas incluso con lentes, que ni siquiera le permitían ver sus ojos. Aquí pensaba, ¿qué se le cruzará a estas mujeres por la mente para hacer eso o es tal el grado de represión oriental que algunas tienen, que siguen con sus vestidos, aferrados a unas creencias que les impusieron desde pequeñas? De hecho, uno aquí comienza a dejar atrás esos prejuicios estúpidos con los que se estigmatizan a las personas de muchos países. Recuerdo que en el vuelo de Nueva Zelanda a Australia venía entre los pasajeros otra mujer musulmana. Ella vestía toda de negro, sólo tenía al descubierto los ojos. Yo pensaba: Será que esta mujer en pleno vuelo le da por inmolarse por sus creencias. Que grite “Ala majala mala jala mala jaja la y BUMMMMM”. Sí, es un error. Eso aquí cambia pues conocemos más a fondo esas culturas. Obviamente cada país tiene sus manzanas podridas, pero son poquitas, bueno eso espero.

Y así con varias situaciones. Pero aquí uno profundiza más en el respeto hacia esas creencias, aunque muchas veces le parezcan extrañas, o, incluso las considere extremistas. Asumo que algunos de ellos pensarán lo mismo de nosotros.

En Australia hay dinero. Para los que nos gusta el billetico en abundancia aquí se puede conseguir. Aunque que en este momento el país está inmerso en una recesión, se reducen los puestos de trabajo y cada vez es más difícil conseguir un empleo. Sé que más de uno me dirá loco pero tiendo a pensar que Australia no es un país costoso en muchos aspectos. Lo que pasa es que muchas personas cometen el error de siempre convertir todos los precios a las monedas de sus países y el totazo es duro; obviamente pagar por un taxi 50.000 pesos colombianos, por una coca cola 7.000 pesos, por un almuerzo 30.000 o por vivir en un cuarto compartido 200.000 pesos por semana es algo que aterra a muchos. Sin embargo cuando uno se engancha legalmente al mercado laboral la situación cambia pues un salario mínimo aquí puede rondar los 15 dólares por hora que trabajando tiempo completo se reúnen unos 2.400 dólares al mes (Aproximadamente 4 millones de pesos).

Cuando uno se adapta a la fuerte economía Australiana el pensamiento de que todo es caro cambia un poco. Y aquí hablo de trabajos varios porque cuando uno trabaja como profesional en su respectiva área la situación mejora bastante, y si de pronto en esas le da por montar empresa y le pega al perrito ¡virgen santísima!

Las oportunidades en Australia son bastantes. Quienes deseen emigrar y hacer una vida aquí lo pueden hacer. Australia necesita mano de obra calificada en muchas áreas pues es un país muy extenso y su población no es proporcional a su territorio por lo que otorgan visas de trabajo, permiso de residencia a profesionales y otro tipo de inmigrantes de todas partes del mundo. De lo que he sabido aquí tienen abiertas las puertas ingenieros, médicos, odontólogos, chefs, plomeros, electricistas, peluqueros, panaderos, entre otros. Sé que hay una lista oficial, pero estos son los que recuerdo. Obviamente no es decir me fui para Australia y ya fui feliz, no.
Ya hablaré más adelante de eso.

Australia es un país muy seguro. Aquí la tranquilidad del ambiente en que uno vive es notoria. Obviamente hay casos leves de inseguridad, pero hablaré es de lo bueno. Por ejemplo, los conjuntos residenciales no tienen celadores; salir en la madrugada a tomar un taxi es confiable, no existen los paseos millonarios y las autoridades locales siempre están atentas a prestar seguridad a todos nosotros, seamos o no residentes o ciudadanos.

Recuerdo que cuando uno llega al principio es muy prevenido pues obviamente de donde vengo que no podía descuidar uno ni la sombra pues se la podían robar. En mis primeros días temía dejar el portátil en el cuarto, o en la maleta en la biblioteca o retirar plata en el cajero en la madrugada, pero poco a poco la percepción va cambiando y uno se vuelve más tranquilo, claro, todo esto sin llegar a la frescura. En general uno se siente en un ambiente seguro.

Lo malo de Australia.
En este punto me referiré a cosas que me han sucedido y que considero que no son buenas en este país. Por 4.456 vez aclaro que es mi opinión y no es la verdad absoluta.

Australia queda muyyyyyyyyyyyyy lejos. Si uno viene desde la tierrita (Colombia) gasta aproximadamente 25 horas metido en aviones; aquí hablo cuando un viaja por Suramérica. Y no hay vuelos directos. Pilas que si le ofrecen en una agencia el vuelo Bogotá-Sydney directo por Aeropatito, lo están tumbando. Hay que tomar dos o tres aviones para aterrizar en Sydney.

Integrarse al sistema australiano toma su tiempo y es necesario hacerse un lavado mental para que ocurra. Pongo por ejemplo el caso de la conducción. Aquí es al revés, el conductor va a la derecha. De hecho en estos días estuve conduciendo y siempre me confundo al principio, pues los cambios se hacen con la mano izquierda, las direccionales con la derecha y cuando voy conduciendo el carro tiende a irse hacia el lado izquierdo. Es cuestión de práctica.

El caso es que el lavado cerebral y la fortaleza mental que uno necesita deben ser fuertes. Aquí cuando los demonios internos atacan y la soledad golpea, se pueden tener momentos duros. Los primeros días, meses, incluso años son difíciles. Dominar el idioma, entender el sistema y mezclarse en esta infinidad de culturas es difícil. Pero si quiere quedarse, hay que hacerlo, perseverar, seguir, caer, levantarse y continuar.

El acceso a la educación para los extranjeros es difícil y no hay muchas opciones de ayudas. Muchos de nosotros soñamos con hacer estudios superiores aquí, pero las instituciones no dan muchas opciones a los extranjeros. Los costos son más altos que para ciudadanos y residentes, y en casi todos los casos hay que pagar uno sobre otro. Cero créditos. Lo paradójico es que el Gobierno ayuda mucho para que sus nacionales estudien, les dan muchas opciones, algunas de ellas casi regaladas, pero muchos de ellos no aprovechan. Y uno que si quiere estudiar, pailas, que lo muerda el marrano.

La mafia latina y asiática del trabajo.
Lamentablemente muchos de los latinos que tienen empresas de trabajos varios en los cuales uno comienza cuando llega explotan a los estudiantes. Sí, duele decirlo. Pero nosotros mismos nos encargamos de explotarnos. Considero que si uno llega a una economía fuerte debe hacer y pagar los salarios que aquí se pagan para que la economía se mantenga. Cómo es posible que estos capos paguen menos del salario mínimo a los estudiantes. Y no estoy armando la pelotera pero es algo que está pasando. Hace poco vi la nota en un periódico local.
http://www.smh.com.au/national/overseas-students-abused-by-bosses-landlords-union-20090421-ae1l.html

Resulta que aquí el salario mínimo ronda casi los quince dólares y estos explotadores se excusan en que la crisis y no sé qué más cuentos para pagar por debajo de ese valor. Eso es explotación señores!!!!! .

Incluso sé de casos en que ellos obtienen comisiones de más del 100%. Por ejemplo, consiguen trabajos donde un australiano les paga un promedio de 30 ó 40 dólares la hora, y ellos subcontratan a un latino y le pagan a 12 ó 13. Terrible. Se están trayendo las mañas de nuestros países. Para esto haré una crónica completa más adelante, pues estoy averiguando otras cosas y quiero tener más detalles. Pero triste lo que pasa con “nuestra gente”.

Hay a veces algunos brotes de inseguridad, racismo y peleas entre pandillas. Dicen que hay sitios a los que ni la policía va.

Lo feo de Australia.
En este punto me refiero a cosas que uno ve por estas tierras y dice “lástima que en este país tan bonito ocurra esto”, pero como en todo paraíso siempre hay culebras rondando. A muchos australianos y otros extranjeros les gusta la beber hasta embrutecer; y esto es un problema que se les sale de las manos a veces a las autoridades. Los que beben no se controlan, y hablo tanto de mujeres como de hombres, y claro con tragos encima muchos se creen superman e invencibles.

Las peleas están a la orden del día, los accidentes de tránsito, escándalos y obviamente, muchos muertos por estas causas. En el caso de algunas niñas es terrible ver el estado en que quedan luego de se emborrachan. Las ve uno en ocasiones tiradas en el piso, inconscientes, algunas drogadas, etc. El Gobierno hace esfuerzos por controlar esto, los cuales incluyen campañas de televisión, estrategias de comunicación, entre otras, pero falta mucho. En realidad es un problema grave.

Sé que también a muchos les gusta jugar, pero de esto sí no tengo muchos datos, entonces no sé cómo sea el asunto en el fondo. Pero el juego es cosa sería también aquí.

Cuando uno camina en las madrugadas ve gente durmiendo en las calles, indigentes etc. Entiendo que son personas que lamentablemente se dejaron llevar por un vicio como las drogas, o algo parecido, pues este país ofrece muchas oportunidades para salir adelante, y ellos cayeron en desgracia. Triste eso.

Como conclusión de esta crónica, Australia tiene muchas más cosas buenas que malas. Y eso que aún voy apenas para siete meses y es mucho lo que me falta por conocer.
Sin embargo, luego de meditar bien el asunto, evaluar pros y contras, analizando fortalezas y debilidades luego de sietes meses por aquí, pues he decidido que lo mejor es que me voy…





Me voy… pero sentando, porque me quedo otro tiempito más…