lunes, 27 de octubre de 2008

Superando mi primera gripa internacional..


Antes de comenzar quiero disculparme por mi tardanza en continuar con estas crónicas de la vida en Australia.

Aduzco varias razones:La más importante es que esto está muy duro, muy complicado, mejor dicho ya estoy que me devuelvo para mi tierra del alma… uyyyyyyyyyy, qué? Se la creyeron pues? Ja!.

No. En realidad, fui asaltado en mi humilde persona por un atracador disfrazado de viento helado que con dos ráfagas de aire casi congelado penetró mis pulmones y me mandó a la cama. –Léase: “me dio una gripa que me volvió m….”.

Aquí nada que logramos entender el clima, pues aunque los pronósticos del Max Henríquez australiano son acertados muchas veces, se puede pasar del calor más absurdo al viento helado más intenso. Así fue que esta gripilla internacional me tomó por sorpresa; pintaba un día soleado, calorcito rico etc., pero de repente pasamos del sol a una lluvia cansona, con ventarrones helados y pues uno que andaba humildemente en camisetica playera…Con el ánimo de ahorrar algunos dólares en transporte decidimos comprar unas bicicletas; además para mantenernos en forma pues llega el verano en diciembre y no aguanta mucho ir a asolear la panza de cervecero al lado de los surfistas australianos.

La escuela queda cerca a donde vivimos y como apenas reconocemos una pequeña parte de Sydney, las compramos. Estuvimos buscando por varios sitios, desde aquellos especializados, donde una buena bicicletica puede costar 4000 AUD – con eso me compro tres motos AKT y me cambia la vida, incluso me sobra para el chaleco y el casco -, hasta compraventas donde se ven unas viejeras de bicicletas hasta en 20 AUD.

Encontramos una buena oferta en un almacén llamado K-mart; allí costaban 300 AUD normalmente, pero en promoción las dejaban en 200 cada una. Listo, compramos casco pues aquí es obligatorio usarlo, aunque muchos le maman gallo a la medida; cadena para el seguro porque una ventaja es que aquí se puede dejar la bicicleta parqueada en cualquier parte; la policía no molesta para nada con eso. Se pueden dejar bicicletas en postes, señales de tránsito, entre otras. Solo le pone la cadena y listo. He oído de algunos casos donde se las roban, pero afortunadamente no nos han inaugurado aún.

Lo curioso es que cuando quisimos tomar las bicicletas, nos dijeron que las que queríamos sólo estaban para exhibición; que si queríamos podíamos comprarlas desarmadas en sus respectivas cajas. Solicitamos que por favor nos las armaran, pues queríamos irnos de una vez “montados” y nos informaron que con mucho gusto nos podían armar las bicicletas por la módica suma de 16 AUD por cada una; pero lo peor de todo es que no las entregaban en ocho días!!!! ¿Cómo? ¿Ocho días para armar una bicicleta? Sí señores.

La urgencia ameritaba tener esas bicicletas armadas y funcionando. No quedó otra que sumar un juego de herramientas a la compra. Una vez con las cajas – por cierto algo grandes – caminamos por el centro comercial donde estaba ubicado el almacén, hacia el frente de una de las salidas, desempacamos las bicicletas, dimos una leidita rápida al manual de ensamble y a armar se dijo. Parecíamos un puestico de la ciclovía donde los domingos se arreglan bicicletas.
Algunas personas nos miraban con asombro pues para muchos aquí es extraño –incluso creo que nos consideraron héroes nacionales- armar una bicicleta por nuestros propios medios. Tardamos unos 20 minutos armando la primera, le dimos la respectiva vuelta de prueba, revisada de frenos, pito y listo; ensamblada.

Cuando sacamos la segunda para armarla, nos percatamos de que era diferente de la primera y que era MUCHO MEJOR!, pues la armamos igual y luego fuimos a cambiar la otra. En el almacén nos la recibieron sin problema, a lo mejor por entregarla armada. Nos dieron la que queríamos y a armar nuevamente otra bicicleta. Una hora más tarde teníamos nuestros automóviles de motor humano rodando por la calles de Sydney.

Al comienzo muy despacito mirando para todo lado, y tratando de adivinar cuál es el camino por tomar, pues aquí todo es regulado y muchas veces hay caminos demarcados, aunque finalmente descubrimos que con bicicleta se puede ir casi por todas partes, incluso sobre andenes en medio de una multitud de transeúntes o por las carreteras, pues los conductores respetan mucho a los ciclistas; claro, se cuidan; vaya mándele el carro a un ciclista y verá la demanda que se gana.

Los primeros días, el estado físico para montar bicicleta es nulo, tiene más fuerza un zancudo con diarrea; sumado a que lo que conocemos de Sydney son calles de sube y baja; pero un par de días después el ritmo mejora y la resistencia crece.

Con bicicleta nueva llegamos a la casita. Se me olvidaba contarles que ya tenemos techito luego de varios infortunios en la búsqueda de la misma. Para evitar conocer a otra “AMANDA” buscamos por internet y llegamos a una agencia que renta cuartos en residencias; allí fuimos y una escocesa de nombre Jennifer y de hermosura perfecta nos llevó a ver la habitación. Es un cuarto pequeño, pero muy cómodo y amoblado. Tiene dos camas, televisor, VHS, DVD, un sofá grande, lavaplatos, mueble para la ropa, armario y una nevera. La casa tiene una cocina grande, baños, una sala de televisión, comedor, patio, zona de lavado. Todo por la módica suma de 175 AUD la semana, aunque para rentarla tuvimos que dejar un depósito de 1000 AUD.

El día de la firma del contrato pasé la tarjeta de crédito cruzando los dedos para que pasará y ¡upss! me rechazó la transacción – aclaro que tenía fondos –. Intenté un par de veces y nada. ¿Y ahora qué hacemos? Debíamos 1000 AUD de depósito, teníamos maletas listas, estábamos en la agencia y la tarjeta no pasaba!!! Dios!!! Pues ni modo, a dormir debajo del famoso puente Harbour Bridge. Como último recurso la señora que nos atendió nos dijo que podíamos dejar los pasaportes como garantía –llámese la prenda de donde mi amigo Peña- y pagar sólo 500 AUD de depósito; aceptamos.

En estos países es ilegal que a las personas les retengan el pasaporte, pero en este caso fue una ayuda voluntaria. Sacamos lo que teníamos a la mano y nos sumaba como 497 AUD; no había forma de pedir rebaja y aquí hemos comprobado que uno pide rebaja y muchos se empu!!!. Faltaban 3 dolaretes. Juanito recordó que tenía algo en la cuenta y afortunadamente pudimos cubrir la cuota. Uffff!!

El costo de la habitación incluye servicios, e internet inalámbrico. Como valor agregado tienen una videoteca, lo malo es que la película más reciente es la primera versión de Terminator. La casa anteriormente era un hotel y lo acomodaron para rentar habitaciones a viajeros temporales y demás; somos los únicos hispanohablantes pues en su mayoría son británicos. Esta es una buena oportunidad para improvisar y mejorar el inglés. You know!!!!!

Para llegar a la casa tocó tomar taxi. No había otra opción pues íbamos bastante cargados. Paramos uno y el conductor muy campante nos ve con tremendas maletas y se queda tranquilito en su asiento, fumando un cigarrillo esperando a que subamos. ¡Cuidado ayuda mijo! Como pudimos trepamos esas maletas y nos embarcamos. Llegamos en 15 minutos y pagamos 20 dolaretes por la carrera. Y de malas con la propina pues ni ayudó a bajar las maletas.

Logramos instalarnos y descansar. Al rato nos tocan a la puerta; son dos irlandeses que nos invitan a jugar futbol. Vamos a un gran parque que tenemos frente a la casa. Aunque sólo éramos unos siete gatos jugamos algo parecido al famoso “metegol tapa”, pero no sé qué versión era si la asiática o la europea porque nunca la entendí, aquí el que metía el gol no ganaba, perdía; y había que meter varios goles para poder tapar, en fin, bastante extraño.

Luego del encuentro, tomamos una ducha, conocimos el resto de la casa y a descansar. Revisamos en internet a cuánto nos quedaba la escuela, escogimos la ruta para tomar al otro día y a dormir.

En la mañana de ese lunes estaba listo. Bañadito, algo de perfume, mi maletica, mi tarrito con agua; casco bien sujetado; revisada de frenos; y ahora sí: A ESTUDIAR…

martes, 14 de octubre de 2008

¿ Y es que mi plata no vale, o qué?


Bueno hablemos de plata, así a ‘calzón quitao’ como decimos; uno sobre otro, moneda sobre moneda y contaditos los billetes.

Armar un viaje así vale su platica. Obviamente cuando se tiene un buen respaldo, como un crédito del banco “El hogar de papitos felices” pues el asunto es más sencillo. Cuando no, a trabajar como burritos para conseguir el nivel mínimo que se exige; tanto la Embajada Australiana como uno mismo al saber que viene para una economía fuerte, necesita un respaldo los primeros días.

Dependiendo de lo que uno venga a hacer por estas tierras Australianas, los costos varían. Hago la aclaración que no en todos los casos es lo mismo. Algunas tarifas son SM – Según el marrano – otras son en promoción, etc. Lo que escribo aquí no es lo único que se pueden conseguir. En mi caso, vine con un curso de inglés pago, una estadía de seis meses y unos bonos para descuentos en McDonald’s.
Asesorado por la agencia Student Visa http://www.stvisa.com/, cuyos representantes Juan Carlos Santos, Ana María Lagos y Gustavo Tijaro nos trataron my bien y nos brindaron la asesoría necesaria para el viaje. Debo agradecerles su gestión y la paciencia que me tuvieron mientras reunía la platica. Ellos se encargaron de la mayor parte de los trámites para venir aquí. Los gastos fueron en promedio así:

El paquete del curso de inglés: AUD $6327 (Un dólar australiano, a la fecha de hoy, está en promedio en 0,85 dólares americanos. El valor de este curso incluyó la inscripción a la escuela, el seguro para estudiantes y el curso como tal.

Trámites de visa: AUD$ 600 aprox. Esto incluye los derechos de visa y el envío de los documentos a la Embajada de Australia en Santiago de Chile. En Bogotá no hay embajada, así que si le sale algún avivato con eso, no se quede callado, DENUNCIE.

Exámenes médicos: AUD $130 para personas que tienen un estado de vida normal; es decir aquellas que no han hecho cositas varias con su cuerpecito, y que no van a estar más de seis meses en Australia. Para aquellas personas que les gusta la vida alegre, picar por aquí y por allá, y en especial aquellas que se tatúan los números del Baloto en el pecho para ver si se lo ganan, las seguidoras de Marbelle que tienen una rosita en el escote; o uno que otro emo que le dio por perforarse los cueritos porque sentía que el mundo lo ignoraba, para ellos hay más exámenes que incluyen la prueba del VIH, y pues eso vale más platica.

Tiquete en avión: AUD $3000. En realidad es barato. Un tiquete desde Bogotá normalmente oscila entre AUD 4000 y 10.000. Me han dicho que la mejor opción es irse por Estados Unidos, pues hay más compañías y vuelos; sin embargo, quienes no tenemos permiso del Tío Sam para ir a visitarlo, viajamos por Chile o Argentina. No hay vuelos directos. Esperemos que un futuro hasta Satena o Aires vuelen por allá, pero hay que esperar. El precio de este tiquete fue en Aerolíneas Argentinas, que creo es de lo más económico para viajar, aunque eso no significa que sea malo. Sé que esta Aerolínea tiene mala fama por un paro de pilotos que hubo, pero a mí me pareció buen servicio.

Bueno, mal contados aquí solo se han ido AUD 10.000. Sin embargo, la embajada Australiana exige algunos requisitos económicos para otorgar la visa. Básicamente, lo que ellos buscan es que uno tenga como sostenerse o un padrino que lo respalde en caso de que se le acaben las monedas y no le quede ni para un bon-ice aquí.

Ellos piden un promedio de AUD 1000 por cada mes que los viajeros estén en Australia; es decir, si se va quedar seis meses, debe presentar usted o su sponsor AUD 6000 disponibles. La embajada exige documentos que muestren que sus soportes tienen ese dinero disponible. Si uno no tiene crédito en los bancos “El hogar de papitos felices”, “Papi consígname la mesada” o “Mijita ¿cuánto necesita?” puede recurrir a una persona, no necesariamente un familiar que lo respalde. – Gracias Sergio nuevamente; ¿si ve que no lo han llamado de la embajada a darle quejas mías o porque renté un carro y lo mandé a un abismo? – Si esta persona demuestra esos ingresos, es muy factible que le den la visa. Sirven también soportes como escrituras de bienes, de autos, y si tiene una platica en DMG mmm… ahhh no, verdad que allá no dan recibos.
Mal contados en total, y aún si salir de la tierrita de mi Colombia, hay que tener disponibles unos 30 millones. Esto para un viaje de seis meses. Sé que hay personas a las que les piden más o a las que les piden menos.

Por otro lado, si puede tráigase una platica para acá; por lo menos para un mes. A menos de que se baje del avión y lo reciban listo para firmar contrato con una empresa. Como muchos de los que viajamos no tenemos cuenta de ahorros en los bancos anteriormente mencionados, es bueno darle un martillazo al marranito de la alcancía, contar todas esas moneditas y billetes, cambiarlos a dólares y traerlos. Eso sirve, pesito es pesito. Bueno 1770 pesitos – a la fecha- son un dólar australiano, y por aquí también consigue almacenes de “One dollar”; yo me compré un cortaúñas, y en una oferta en un supermercado conseguí cuatro alitas de pollo precocidas también en ‘One dollar’

Como el viaje desde Suramérica es bien largo – aproximadamente 25 horas en aviones- vaya haciéndose la idea de pensar en dólares. Imagine comprando en dólares los huevos para el desayuno, el periódico, el vibromax power para eliminar la barriga, la tarjeta prepago para el teléfono o la cerveza. Un ejercicio interesante es soñar que va por chapinero, mira las vitrinas del almacén ONLY, las gatas, la feria del brassier y sólo cucos, o incluso por la pajarera en San Victorio, y ve que todos los precios están en dólares. ¿Fácil, verdad? Bueno, no. Pero hay que intentarlo porque el porrazo es duro cuando pise tierras australianas.

Tenga en cuenta que venimos de una economía donde el ingreso percápita promedio es de US$ 7.600 a una donde éste es de US$ 35.000, según datos de wikipedia. Sólo tome un taxi en el aeropuerto para ir a donde quiera y el banderazo no le bajará de $15 AUD; o si quiere tomar el metro, desde el aeropuerto la tarifa es de $14 AUD.

Como dice el comercial de Movistar: Compareeeeeeeeeeeemos.

Botella de agua 3 dólares.
Cocacola mediana 3 dólares
Tiquete en metro: Depende a donde vaya, comienzan los precios en 2.60 dólares sólo ida.
Corrientazo: Bueno aquí no se ven mucho. Desde 9 dólares. Claro que si anda pobre vaya a McDonalds, allá es barato.
Tiquete en bus: sólo he tomado uno, y por ida y regreso apenas me costó casi $8 AUD.
Aunque tengo entendido que venden un tiquete semanal, que le permite tomar los metros, buses y ferris que quiera. Este cuesta $38 AUD por semana.
Heladitos: Desde $3 AUD bueno hay una versión parecida al Bonice desde $1 AUD., y pásalo de locura.
Nescafé de 250 gramos: $18 AUD
Cuatro bananitos: $ 3,75 AUD.
Control para tratamiento de ortodoncia: $200 AUD por mes; en Bogotá pagaba apenas $30.000 pesitos
Audi R8: De $378.000 AUD para arriba.
Lamborghini Murciélago : De $600.000 AUD para arriba.

En fin, podría sacar más precios pero es lo que se me viene a la mente por el momento. Ya con calma he comenzado a identificar sitios donde se consiguen cosas a buenos precios, incluido el barrio chino. Obviamente debo aclarar que siempre el cerebro nos juega malas pasadas y todo lo convertimos a pesos; sin embargo, este efecto suele pasar cuando se consigue trabajo y uno recibe su primer pago.

Aquí creo que la tarifa como estudiante para trabajo comienza en $15,75 AUD por hora de trabajo. Haciendo cuentas si se trabajan las 20 horas por semana que permite el Gobierno Australiano, éstas suman unos $320 AUD a la semana, lo que permite nivelar economías. Y de ahí para arriba lo que venga, pues hay trabajos bien pagos, y en fines de semana puede uno ganar hasta $100 AUD por hora.

Por aquí también se han sentido los coletazos del colapso financiero mundial que ha habido. El dólar australiano ha cedido algo de terreno frente al americano y bueno eso desinfla algunas expectativas.

Por ahora, a rebuscarse los dolaritos. Hemos tocado algunas puertas: Any toilet to clean?
Continuará…

domingo, 12 de octubre de 2008

Yo tengo ya la casita que tanto te prometí…

Tratando de nivelar el impacto de las economías australiana y colombiana, nuestro siguiente objetivo era buscar un lugar cómodo, cerca al colegio, a las estaciones del metro y, lo más importante, que mantuviera la premisa de los tres elefantes: Bueno, bonito y barato. 

Como en todo territorio, aquí existen lugares donde se pueden pagar por el alquiler unos 3000 AUD (AUD = Dólares australianos) por semana, así como cuarticos minimalistas –léase garaje, cochera, lote- por unos 50 AUD a la semana.

Como los primeros días hay que cuidar el presupuesto y aún no se nos borraba la mañita de convertir todo a pesos,  le apuntamos a lo económico, cual vivienda de interés social. Mirábamos opciones de hasta 100 AUD la semana en varios lugares y en sitios en internet donde personas buscan “Roommates” , compañeros de cuarto o “Flatmates” compañeros de apartamento. 

Durante esta travesía por estas tierras lejanas, Juan Camilo conoció a otra colombiana, Eileen, y ella se unió a nosotros en esta aventura, porque como decimos en la tierrita: Donde comen dos, comen tres.

Buscando varias ofertas por internet nos encontramos con una ganga realmente imposible de rechazar;  rentaban una casa con cuatro cuartos, baños y demás en 650 AUD. La oportunidad era perfecta; barata, grande y si buscábam

os uno más, pues podríamos pagar un precio asequible, y estaríamos todos en un solo sitio por fin.  Un llamadita y acordamos la cita con la arrendataria; su nombre AMANDA. Nombre común para nosotros por lo que suponíamos era latina o de tierras amigas.

El encuentro se programó para las cuatro de la tarde. Como estábamos lejos del punto de llegada, salimos apurados y tomamos un tren para llegar. Había llovido e

se día y el frío era algo intenso. Al destino arribamos con tiempo, pero como Adán el día de la madre: Perdidos. El instinto latino nos insistía que estábamos cerca; sin embargo, Juanito le preguntó a una veterana para que nos diera una idea de dónde estábamos. Por la cara que hizo esta señora entendimos completamente su mensaje: Estábamos dos cuadras abajito de la p… m… La hora de la cita se acercaba y esta señora - por cierto de ojos azules y muy linda – se ofreció a llevarnos hasta donde necesitábamos ir. ¿Cómo?, pues sí. Salimos de la estación del metro, caminamos media cuadra y nos subimos a su carro. Allí nos contó que era inglesa y nos había ayudado al ver nuestras caras de perrito con hambre y regañado, y le parecimos muy buenas personas.

Efectivamente unos cinco minutos de viaje después llegamos al sitio indicado. Buscábamos el número 132 y la casa 7. Ya era de noche y aún había una leve llovizna.  Encontramos la casa metida en un callejón.  Parecía un vecindario tranquilo y popular porque en algunas casas las personas tenían colgada la ropa afuera para que se secara. Timbramos y salió un señor irlandés a atendernos, le preguntamos por Amanda. Ella no estaba. Mientras llegaba, una niña africana nos comenzó a mostrar la casa; era grande, amplios cuartos, aunque bastante desordenada, tal vez por los mismos inq

uilinos que así la mantenían. Al momento llega Amanda, una señora asiática, china,  vietnamita o de algún país de aquellos. Con un inglés algo enredado nos termina de mostrar la casa. En esos momentos aparecen los demás inquilinos: Dos irlandeses, un indio, la niña de África, Amanda, Juanito, Eileen y yo. Aquí comenzaron las sorpresas; no sé en qué parte de la película Amanda asumió que íbamos ya a arrendar la casa y comenzó a imponer sus condiciones: Sólo podíamos trastearnos a la casa tres semanas después porque había que esperar a que los anteriores inquilinos la desocuparan. Aquí comencé a inquietarme. ¿Perdón, aquí quiénes son los clientes?, ¿Cómo es eso de que uno paga antes y luego se pasa a vivir? Noooo, a mí me criaron con el dicho de plata en mano y c… en tierra. Pero no, según Juanito aquí se negociaba así y había que pagar tres semanas por anticipado, más un deposito y aparte de todo, debíamos esperar a que nos desocuparan la casa en dos semanas. Pues no!!!! Comencé a desconfiar de aquella señora, además porque gritaba por todo; no sé si es que así hablaban en su país pero era medio mandona y se suponía que los clientes éramos nosotros. Para completar este circo internacional, los actuales inquilinos –les daré un nombre para identificarlos, mmm… Sapos, sí, sapos está bien– comenzaron a meterse en el negocio.  A decirnos “Ey, aprovechen que la oferta es buena, que no van a conseguir algo así jamás, etc.. etc…” , y claro era una jerga de palabras irlandetailandeindiavietnacolombianas que no se entendía de a mucho. Los minutos corrían y el ambiente se ponía tenso pues había un choque de culturas.

La cultura de Amanda era “ud vinieron, la vieron, me pagan por adelantado y esperan tres semanas”, y la mía era “Lo siento, si pago la quiero de una, pero para ser sincero no me gusta y como dicen: De esto tan bueno no dan tanto”. Me metí en la cabeza la idea de deshacer el negocio, pues no me gustaba la gritería ni el acoso desesperado de esta señora Amanda; chillaba más que una cajada de pollos y a cada rato nos decía “CASSSSHHHHHHHHHH, CAAAASSSHHHHHHHHHHHH, MONEEEEEYYYY  MONEEEEEEY”. Estaba por pensar que se había vuelto loca, pues comenzó a ser súper insistente con el tema, sin siquiera preguntarnos si queríamos tomar la casa o no, pues ella asumía que el negocio estaba hecho. Aquí nuestro traductor de cabecera Juanito decía que esa era la cultura y como se hacían los negocios aquí, que si no rentábamos ahí mismo, la señora se sentiría ofendídisima pues faltaríamos a nuestra palabra. Pues como dijo el bigotudo Serpa: “ ¡Mamola! No hay negocio, y nos vamos ya”. Juanito preguntó por última vez cuánto debíamos dar para tomar la casa; Amanda hizo las cuentas y no debíamos sino tener disponibles  4.000 AUD para hacer el negocio. ¿What?  Le dijimos que aún así no teníamos esa cantidad de dinero disponible. Y ella seguía insistiendo en su inglés masticado “How much you have?, go to the cash machine, MONEEYYYYYYYYYYY, CASSSHHHHHHHHHH, CAAAAAAAAAASHHHHHHHHHHHHHHHHH. Estaba desesperada, brava, gritona, cansona, de todo. Parecía uno de aquellos vendedores de San Andresito de la 38 que dicen “Cuánto tiene, espere no se vaya, cuánto ofrece, deme tanto y lléveselo…” Es decir, doña cajada de pollos gritona mostró el hambre: grave error, pues el que muestra el hambre, NO come. Aquí la situación ya era preocupante pues faltaba que nos pegara o sacara un cuchillo para hacerse el harakiri, no sin antes agarrarnos a puñaladas. Para calmar a esta esposa del mico, simulamos aceptar la oferta y que al otro día le traeríamos 200 AUD para “pisar” el negocio. Ufff eso fue como si le hubieran otorgado la nacionalidad estadounidense. Se calmó, no sin antes preguntarnos unas trescientas cuarenta y dos veces cuánto dinero le íbamos a traer mañana. Sonrisita hipócrita y a volar. ¡Dios! Casi no regresamos vivos de esa casa. Salimos bien tarde, con frío y aún sin casita, pues me prometí no volver a ver a Amanda en mi vida. Aún tenía el zumbidito en el oído cada vez que gritaba “CASSSHHHHHHHHHHHH, CASSSSHHHHHHHHH, MONEEEEYYYYYYYY”…

No pude salir cantando “Yo tengo ya la casita, que tanto te prometí…”

Continuará

 

Nota: Hablando un poco de CASSSSSHHHHHH CASSSSHHHHHH como decía mi amiga Amanda, debo aclarar que no todo en la vida es dinero; también están las tarjetas de crédito, los cheques, los bonos del tesoro, entre otras.

Retomo esto porque alguno de mis lectores de estas croniquillas me preguntó acerca del presupuesto para armar un viaje así. Bueno, en dólares americanos diría que son unos US 12.000 al cambio de hoy. En otro escrito desglosaré este presupuesto.

lunes, 6 de octubre de 2008

Regla No. 1: No pensar en pesos.

Una vez dejamos el aeropuerto en Sydney nos dirigimos a la estación del metro. Allí compramos los tiquetes para ir a nuestro destino final. El tiquete me pareció costoso - 14 AUD-; comenzaba a descubrir la fuerte economía australiana.


















El metro al que subimos era asombroso, al menos para mí, que venía de conocer lo más desarrollado hasta el momento en términos de transporte: Transmilenio. De camino al sitio de alojamiento, el metro parecía que volara, muy suave. Me rememoró una película con el súper anabolizado Arnold, aquélla donde iba a Marte a darse bala con marcianos. La entrada a los túneles, iluminados con luces blancas fluorescentes ,y la rapidez y limpieza del metro, me recordaron esa historia.

Por el camino comienzo a percibir las primeras impresiones de esta gran metrópoli: Personas de todas las nacionalidades, razas y religiones; autos lujosos, grandes edificios, mar, grandes botes, ferris, entre otros, y para rematar el imponente puente Darling Harbour que junto al Opera House son dos de los íconos más representativos de Sydney. Pasar por estos monumentos de primerazo emociona, alegra y una vez más se toma como una bienvenida.

La estación de destino es Milsons Point, justo a pocos metros de este puente. Allí descendemos y con mapa en mano buscamos la dirección de alojamiento. Obviamente aquí no se puede preguntar “¿Disculpe, usted sabe cómo llego al 20 de julio?”. Las direcciones son algo complejas, muy diferentes a la nomenclatura colombiana. Aquí cada calle tiene un nombre, y luego sigue un número. El resultado final: perdidos. Juan Camilo, con su inglés más avanzado, le pregunta a un ciclista, pero el hombre estaba más perdido que nosotros, y para rematar, de Medellín, recién llegado también. La solución más cercana fue llamar a mi compañero de apartamento –flatmate, aquí comenzamos a practicar el inglés- y él fue a recogernos. Estábamos a una cuadra.

Nos recibió José, un venezolano de padres barranquilleros. El hombre muy amable nos ayuda con las maletas y llegamos al apartamento en cuestión de segundos. Lo primero, una ducha, pues luego de 20 horas entre aeropuertos, aviones y metros el cuerpo huele bonito, y pide agua a chorros. Luego del bañito y oliendo a jabón rexona colombiano y champú Ego anticaspa - para nosotros los hombres – estoy nuevo. En realidad no he sentido para nada el cambio de horario o famoso jetlag.


















Pasado un tiempo llega Carolina, mi amiga colombiana que ya lleva un par de meses aquí. Saludo con abrazo de oso, entrega de paquetes enviados desde la tierrita y a conocer Sydney. Ella llega con su novio de nacionalidad iraní, nos invitan a conocer una playita y a comer algo. De camino a la playa el novio de Caro es bastante atacado al conducir. Arrancaba como en sus mejores épocas lo hacía Montoyita. En un dos por tres llegamos al destino: Una playita, ni idea dónde, pero era playita. Allí fue mi primera compra y enfrentada a un cajero. “One of those, please” dije, señalando lo más conocido para mí: Hamburguesa y papas; añadí una coca cola y listo. Juan Camilo pidió “Fish and chips” y una coca cola. Yo pedí la cuenta: Apenas 30 dólares. What? Who order chicken????? Como quien dice ¿Quién pidió pollo?. Con eso como en Colombia una semana en El Sury, me alcanza para el helado con pasas de Mimos, y me sobra. En fin, a pagar y a tratar de no pensar en pesos, porque duele. Luego, a la playita a comer. Ya eran casi las seis de la tarde y el frío era bastante penetrante. Estuvimos un rato ahí, conversando en un inglés algo trabado para mí, pero la idea es comenzar a soltar la lengua. De regreso en la casa, acomodé mi sofá cama y a dormir.

Al otro día, en la mañana destiné un par de horas a trabajos aún pendientes con Colombia y en la tarde a encontrarme con Juan Camilo. La estación elegida fue Town Hall, cercana al colegio donde estudiamos y a los lugares donde residimos. Allí, con mapita en mano comenzamos a caminar y a reconocer el terreno, aprendiendo las normas de la ciudad. Aquí los del polo democrático serían felices pues todo es por la izquierda; por donde caminan los peatones, por donde van los carros, entre otras.

Los semáforos son inteligentes y se respeta mucho al peatón, quien tiene prioridad sobre los carros. Rara vez se ve que un conductor pite o que no cedan la vía, cuando otro automóvil desea pasar, aunque no falta el atravesado. Para pasar la calle, uno presiona un botón debajo de los semáforos. Si nadie presiona el botón, el semáforo nunca cambia a rojo. ¿Interesante, verdad?. Además, para personas discapacitadas, el semáforo emite un sonido – tic, tic, tic- cada segundo cuando está en rojo para peatones; cuando cambia, el sonido se hace más rápido y se asemeja a cuando uno corretea un pavo para invitarlo a la cena de navidad: -tacatacatacataca-.

Las primeras diligencias importantes son abrir una cuenta bancaria y tener un teléfono celular. Para la primera, abrí la cuenta en el Commonwealth Bank. Es un banco popular por estas tierras y la cuenta se abre sólo con el pasaporte –igualito que los bancos colombianos-; y más sorpresas me esperaban; por ser estudiante no cobran cuota de manejo, ni por la tarjeta, ni por retiro, etc; Además, para sacar dinero solo hay que ir y presentar el pasaporte. Ni la tarjeta es necesaria, salvo en los cajeros automáticos o cuando el banco no abre. Quien nos abre la cuenta es un italiano y le enseñamos a decir “firma”, pues quiere aprender algunas palabras del español.

En segunda medida está el celular. Apenas conozco dos operadores: Optus y Vodafone. El primero exige una visa de dos años para tener el Iphone, entonces me ha mordido el marrano; y en prepago cuesta casi 900 dólares. Vamos a Vodaphone y allí no venden el iphone en prepago, pero vi un smartphone de nokia super bonito. Pagué, cargué una tarjeta y listo. Aunque el vendedor dijo que no tenía disponible el servicio de internet por ser prepago, intenté conectarme de regreso a casa desde el metro y ohhhhhhh mamma mía!!!!!! conectado al Messenger y al correo electrónico desde el celular, impresionante. Luego vine a saber que me descontaban de la tarjeta el uso de internet, pero no importaba ya; en realidad el servicio de google maps y gps a través de la red es descrestante.



















Aquí la gran mayoría de redes inalámbricas Wi Fi - por no decir todas- están protegidas. Todas piden clave, pero hay miles disponibles en cualquier punto: Bares, supermercados, restaurantes, incluso hay unos cafés para backpackers –aquellos mochileros que van viajando por días de país en país - en los que el internet es gratis.

Listo la cuenta y el teléfono. Siguiente paso: Buscar un sitio fijo para vivir…

Continuará…

viernes, 3 de octubre de 2008

Llegando al talón del mundo...




















Bueno, bueno. Continuamos. En estos países el mundo gira súper rápido y no quisiera atrasarme, pues hay tanto para contar y tan poco espacio.

La salida de Buenos Aires fue tranquila. Aunque estaba bien cansado por el día tan movido, en el avión me tomó el sueño por sorpresa y caí redondito. La silla del avión estaba muy cómoda y con la almohadita que me regalaron para el cuello descansé muy bien. Eso sí, antes de dormir pasaron repartiendo una cena y a comer se dijo, porque en algo hay que recuperar lo invertido en el tiquete, ja!; así sea con la comida. No acababa uno de comer cuando entraba la mañana y lo despertaban con el desayuno del avión.

En este momento aprovechaban el tiempo las personas para estirarse, salir a caminar y desperezarse. El plan era ir de lado a lado al avión, hasta antes de la primera clase. Allá no dejaban entrar ni pagando. Aunque tras las cortinitas se veía que es lo mismo, salvo que las sillas son más grandecitas, y el precio también es un poco más “grandecito”.

Continuando la mañana, comenzaron a exhibir unas películas en las pantallas de avión; este dispone de dos pantallas grandes y dos pequeñas. Eso sí, las cintas algo viejitas me recordaron los viajes en Libertadores directo Bogotá, cuando nos presentaban los enlatados de Vicente Fernández como “El mero macho en la ley del monte” y demás.

Desde este punto se podía observar por la ventanilla del avión hacía abajo solo hielo y hielo, al parecer atravesábamos el polo sur, pues el avión viaja por debajo, y con el cielo despejado se alcanza a notar este paisaje. Luego mar y mar; y varias horas después, mar. Como dijo el piloto, luego de 13:45 minutos de vuelo nos aproximábamos a aterrizar en Auckland, una de las ciudades más pobladas de Nueva Zelanda. Antes de aterrizar y cuando el avión ingresa sobre la superficie terrestre todo se ve igual; es decir se ve como si uno sobrevolara la sabana de Bogotá o la ciudad de Quito. Aquí es cuando me cuestiono: en realidad desde arriba todos somos iguales. Se alcanza a divisar una finquita con su campesino arreando las vacas, como sucede en Chía, Lima o en Buenos Aires. Qué bacano que todo fuera así, todos iguales sin estar matándonos por diferencias políticas, sociales, económicas, de religión y demás.

El piloto anuncia en los dos idiomas la llegada a Auckland. Aterriza el avión y el piloto solicita que ningún pasajero se levante hasta que el avión no se detenga completamente y esté sobre la plataforma. Obviando estas recomendaciones varios pasajeros se levantan y comienzan a descargar su equipaje de mano, cuando se escucha nuevamente la voz del piloto, algo rabón: “Se les recuerda a los pasajeros que NO deben levantarse de sus asientos, no solo por seguridad, sino por RESPETO a los demás pasajeros.” Todos se sentaron, juiciositos y calladitos. Estaba medio molesto el hombre, como para decirle “Ey, si le da rabia, pa qué se emput..%&$(“

Qué aeropuerto el de Nueva Zelanda. En realidad uno queda atónito, no sé si porque solo vemos el Dorado o uno que otro cerquita – hablo en mi caso personal – pero es que parecía un centro comercial, con alfombra incluida. Varios pasajeros debían tomar conexiones y por la demora en Argentina estaban apurados. A ellos los esperaban con carritos de golf para llevarlos a su conexión a toda máquina. Y cual ambulancia del seguro social salen pitando por todo el ingreso al aeropuerto para hacer las conexiones respectivas.

En Auckland hicimos escala de una hora. Para matar el tiempo prendí la laptop para conectarme a internet. Había gran cantidad de redes inalámbricas. Todas con conexión segura. Busqué la del aeropuerto y logré conectarme; pero oh sorpresa!: aquí todo es pagando. Ingrese su número de tarjeta de crédito y a navegar. Entonces… mmmm.. qué hacer. Ni modo, a morderme el codo. Porque de navegar gratis en el Dorado a venir aquí a pagar, nanay nanay!!!! Bueno, pero comenzaría a acostumbrarme.




















Una vez ubicados en la sala de espera, observa uno personas de todo el mundo. La que más me llamo la atención fue una señora de unos 50 años, creo que era musulmana, de alguno de esos países donde la cultura permite la represión contra las mujeres. Esta señora, vestida toda de negro, tan solo dejaba entre ver sus ojos. Aquí entiendo el dicho de “cría fama y échate a dormir”. Al verla, no pude evitar pensar “Uy Dios, ahora en pleno vuelo sale esta señora, se quita la ropa, está en vuelta en dinamita y comienza a gritar: JALA MAJALA HALA MAJALA MEKE JILA BUM…. VIVA ALA” y PUM!!!! Detona esos tacos de dinamita y adiós vuelo de Aerolíneas Argentinas. Gracias por volar con nosotros. Qué susto. En realidad me compadecí de ella porque está tapada hasta el alma y con este calor que hace aquí.

Salimos de Auckland con destino a Sydney. Aproximadamente fueron cuatro horas de vuelo. El tiempo que se le hace uno eterno es el final. La última horita es desesperante, pues uno ve en una pantalla como va el avión acercándose, pero parece como si estuviera quieto, sin avanzar.

Antes de llegar a Sydney, muestran un video –parece hecho por Óscar Rivera- donde nos dan la bienvenida a Australia. También advierten sobre las cosas que traen los pasajeros. Incluso si uno se puso unas botas y piso tierra en otro país, debe avisar a las autoridades. Lo mismo que drogas, comida, etc. Aquí lo mejor es declarar todo, hasta poemas. Yo anoté que traía drogas – no, de esas no - , unas medicinas personales y otras para una amiga, entonces pasé sin problemas. En inmigración sólo me pidieron el certificado de la vacuna de la fiebre amarilla. Aquí me propuse comenzar a soltar la lengua con el inglés: “ This one?”, “Yes” respondió el agente de inmigración. Estampó el sello, me miró y dijo: “Next please”. Señoressssssssssssssssssss estaba adentro!!!!!!!!!




















Ahora a recoger las maletas. Allí pasan varias guardias, con labradores oliendo todo. Luego, una señora me dice en inglés que si la droga que reporté era medicina personal; le dije que sí y me dejó pasar. El último escáner para las maletas y listo; oficialmente estaba en Sydney, Australia.

En la puerta de llegada de vuelos internacionales me encontré con Juan Camilo. Abrazo del oso y bienvenida. Luego, a buscar la dirección en donde me alojaría los primeros días. Le dije: “Cojamos un taxi y vámonos, estoy rendido”. Cuando me dijo el promedio del costo de un taxi dije: “mmmm ok, vámonos en metro”…


Continuará…

miércoles, 1 de octubre de 2008

Estancia en tierras gauchas.

Bueno retomando nuestras líneas. He llegado a Buenos Aires. Allí me alojé en un hostal cercano al centro de la ciudad. Es ideal para personas que hacen escalas o son todo terreno, pues es lleno de extranjeros, ambiente familiar y “atendido por su propietario”.

Claro, no todo fue de película. Llegué como a las 10:00 a.m. y el check-in comenzaba a las tres de la tarde. Con ganas de una ducha me dejaron, y por lo menos, me guardaron las maletotas, mientras me fui a dar una vuelta por los alrededores. En Buenos Aires cada calle, avenida o trocha tiene un nombre, por lo que, con mapita en mano,

es fácil ubicarse.

Entonces a visitar la casa rosada, el obelisco, la plaza 9 de mayo, y demás. Ésta es una impresión muy personal, pero aunque se ven cosas bonitas, en especial la arquitectura, vi lugares muy desordenados – vendedores, trancones, volantes,-. Hice las preguntas respectivas y me dicen algunos que doña Cristina está dejando caer Buenos Aires; lo lamento si así es.

De regreso al hotel me he encontrado con un colombiano. Saludo de mano, con abrazo de oso incluido. Aquí la gente se une con su gente; intuyo que así será en todos los países. Él, médico joven, estaba de vacas por tierras gauchas. Me presentó a dos brasileras, una de ellas muy “churrita ala”. Ellas practicando el español y yo el portugués, del cual solo sé decir jogo bonito, por aquello del comercial de nike. Al segundo

día nos fuimos en tren para un sitio denominado el Delta. Allí se unen varios ríos y dan paseos en ferry o lanchas rápidas. Es a una hora de camino desde la estación central de trenes. Y los trenecillos bonitos pero con una mano de pueblo que me hace pensar ¿por qué la gente critica tanto transmilenio?. Vengan y se dan una vueltica en este tren.

Luego del paseo en lancha, terminamos en un parque de diversiones. Había una montaña rusa bastante intimidante y allá nos metimos. Cómo sería esta montañita, que un par de turnos antes la cerraron por unos 15 minutos por una “emergencia estomacal” de uno de sus usuarios. El pobre no aguantó el ritmo y dejó su huella – guasqueada que llaman- en alguno de los asientos. Una vez montados, pues a volar!!!!! Y avemaría qué vértigo tan bravo! Apenas dura un minuto larguito, pero uno siente que son horas y horas de vueltas y empujones. Cuando nos b

ajamos, aquellas dos brasileras no nos querían ni ver. Una llorando y la otra en shock sólo atinaron a decir en un español entendible : NUNCA MÁS!!!!

A Alejandro, el otro colombiano compañero de aventuras, también lo golpeó la montaña y salió rebotado. En fin a todos nos pegó durito ese animalito.

De regreso al hotel, comenzaron las despedidas respectivas, y bueno según las brasileras los colombianos somos muy decentes, caballeros, amables y estaban felices con nosotros. Claro, también con los

argentinos, según ellas pues el casting estaba la locura; Así que colombianas, por aquí hay mercado de sobra y con ese acento pues… por el lado de las argentinas, no sé si se escondieron, porque vi una que otra, aunque el acento sí es influyente.

El abrazo de oso llegó a media noche al hotel, no sin antes dejarles un par de chocolates como recuerdo. Ellas se quedaban y yo arrancaba rumbo a Ezeiza. Nos despedimos con un gran abrazo, beso y tarareando: No llores por mí Argentina. Adiós Buenos Aires y adiós América.

El taxista que me llevó a Ezeiza, todo un bacán. No como el de la llegada, hablamos un rato de lo bueno y lo malo de Argentina. Quién mejor que un taxista para hablar de su ciudad. Me explicó cómo era la Buenos Aires de antes, y cómo estaba ahora. Hasta de doña Cristina me habló.

Siendo la 1 a.m. llegamos a Ezeiza, me registré y todo normal. Esperando el vuelo para dejar América. El cansancio mostraba sus dientes y no veía la hora de estar sentado en ese avión. Para destacar, a un pasajero le quitaron varios productos de mano líquidos de su equipaje de mano y comenzó a tirarlos contra el piso; ent

ró en cólera. Todos pensábamos: Leíste las instrucciones boludooooooooooo! Parece ser que no lo dejaron subir al avión porque no lo vi adentro, y qué peligro un man de estos. Mínimo se molesta porque no hay papel en el baño del avión y va a coger a patadas al piloto.

El avioncito, un Airbus A-340, estaba como nuevo, bañadito, oliendo a bonito y bien arregladito. Allí esperaba comenzar a practicar otro idioma con mi pasajero de al lado, pero ¡Oh sorpresa!, era colombiano, de Bucaramanga; bueno, aprendí a decir ole, toche y pingo.

En pleno carreteo y con ganas de dormir el avión fue devuelto por una “falla técnica”. Ahí nos tuvieron como dos horas. Después de la larga espera: A volar!!!!!!!

Continuará…